Todos mienten, todos ocultan secretos, todos hieren, todas las personas en algún momento destruimos a alguien. Luego de ver a Derek no aguanté y me bajé de las gradas, esquivé a las personas que estaban gritando y entré en una de las puertas que había en el pasillo. Las lágrimas recorrían mis mejillas y las quitaba con rabia.
No todos son lo que aparentan ser, algunas personas son despiadadas.
¡Claro que las apariencias engañan! Él había venido a mí y se había hecho el santo y vaya sorpresa que me llevé. Había estado diciéndome que me alejará de Arthur, cuando él guardaba secretos, cuando él también me mentía. Me sentía decepcionada y triste; quizá estaba haciendo mal en juzgarlo, pero al demonio. Había visto cómo golpeaba a una persona hasta casi dejarlo inconsciente.
—Layla —susurró una voz.. Mi cuerpo se tensó al reconocerla y me levanté del suelo como un resorte.
Giré a verlo y mi corazón se contrajo. Su rostro estaba lastimado, su labio partido, su pómulo izquierdo hinchado, su ceja está saturada pero aun así se miraba fatal.
—¿Por qué? —Fue lo primero que salió de mis labios.
Se pasó la mano por el cabello y soltó un suspiro.
—¿Qué haces aquí? —inquirió mirándome.
Bufé.
—Solo responde la pregunta, Derek —pedí—. ¿Por qué?
Se acercó despacio hasta quedar a unos pasos de distancia.
—Necesitaba hacerlo —susurró, bajando la cabeza.
—Necesitabas hacerlo —repetí y bufé—. Vaya respuesta.
Su mirada subió hasta dar con mis ojos, se acercó e intentó tocarme, pero evadí su mano. Un suspiro pesado salió de sus labios y abracé mi cuerpo.
—¿Por eso las ojeras y el cansancio? —inquirí—. ¿Vienes a pelear todas las noches?
—No, no es por eso.
—¿Entonces por qué es? —cuestioné—. ¿También ocultas algo? Porque mi novio o ex novio es socio de un club de peleas ilegales, de las cuales tú también participas. Además de muchas cosas que he sabido últimamente. Mi mejor amiga estaba cayendo en depresión y se marchó del país. ¿Y sabes que es lo peor? Que no lo sabía. ¡No sabía que ella estaba tan mal! Porque no habló conmigo y me lo ocultó. —Sonreí tensa—. Y ahora tú, la persona que se supone que conozco me demuestra que no lo hago, ocultas cosas de mí al igual que el resto.
—Layla no debes de estar aquí, debes irte —murmuró, mirándome con tristeza.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, Layla —se acercó rápido y agarró mis manos, mirándome preocupado—. Te estás metiendo en la boca del lobo, solo...vete y déjame protegerte.
—¡¿Protegerme?! ¡Lo ibas matando! —grité y me zafé de su agarré.
—¡¿Y crees que no lo sé?! —vociferó y di un paso hacia atrás. Al ver mi reacción, inhaló y luego exhaló—. Sé que hice mal, pero hay cosas que no sabes y prefiero que no lo sepas. Solo quiero que te vayas de aquí, que te alejes de Arthur, de todos ellos.
Una carcajada carente de humor salió de mis labios.
—¿No crees que debería alejarme también de ti? —mi voz salió fría. Las palabras lo hirieron, lo noté en sus ojos, pero lo ignoré—. Ocultas cosas, muchas cosas. Eres un maldito enigma y eso ya me tiene harta. Dices protegerme, dices querer ayudarme, pero ¿golpeando a las personas? Así no se resuelven los problemas, Derek, aléjate de mí.
Pasé por su lado y abrí la puerta, cuando iba a salir habló:
—No lo entiendes, si no me haces caso vas a terminar mal. —Giré sobre mis talones y sus ojos reflejaban dolor—. Muy mal.
—¿Cómo quieres que entienda algo que no sé? O ¿Cómo quieres que me aleje de alguien y confié en ti cuando tú también me escondes cosas? —Una sonrisa triste se desplazó por mis labios—. Tú mismo lo dijiste, las apariencias engañan y tú eres un experto en ese arte.
Sin esperar respuesta de su parte salí. Lo dejé solo, solo con sus mentiras. No sabía a donde ir, así que me dirigí a la oficina donde estuve anteriormente. Entré maldiciendo en voz alta y cerrando la puerta con un violento golpe.
Dejé caer mi cuerpo sobre el sofá negro que había y oculté mi rostro entre las palmas de mis manos, era una mierda todo aquello, era frustrante, molesto.
—¿Ya hablaste con tu amiguito? —inquirieron.
Hice una mueca y destapé mi rostro. Alcé la mirada, Arthur estaba parado al lado de la puerta, terminando de fumar un cigarrillo. Me levanté y me crucé de brazos.
—¿Por qué? —inquirí.
Lanzó la colilla del cigarro al suelo y me observó confundida.
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué traerme aquí? —cuestioné—. ¿Por qué traerme si sabías que él iba a estar aquí? Porque lo sabías. ¿No es así?
No respondió, chasqueó su lengua y se despegó de la puerta, acercándose a mí con un paso lento y despreocupado, se encorvó y colocó su rostro a la altura del mío.
—No soy el único que ha estado ocultando cosas, Layla. Él también lo hace y mientras yo te muestro mi mundo, él no lo hace, solo sigue ocultando cosas y mintiéndote a la cara.