El rugido del motor resonaba en el silencio de la noche mientras Alejandra y Adrián se alejaban del callejón. El sobre descansaba en el asiento trasero, como un espectador silencioso que guardaba los secretos de su próxima misión. El aire dentro del auto estaba cargado de tensión; ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio que se había instalado entre ellos.
Alejandra mantenía la vista fija en la carretera, pero su mente estaba lejos de allí. Las palabras del hombre aún resonaban en su cabeza. Sabía que estaban adentrándose en un terreno peligroso, pero el deseo de justicia era más fuerte que el miedo.
Adrián, por su parte, estaba sumido en sus propios pensamientos. Miraba por la ventana, viendo cómo las luces de la ciudad se desvanecían mientras se alejaban. Sabía que lo que estaban a punto de descubrir podría cambiarlo todo, pero no estaba seguro de si estaban listos para enfrentar las consecuencias.
Finalmente, fue Adrián quien rompió el silencio. "¿Qué crees que hay en el sobre?" preguntó, aunque sabía que Alejandra no tenía la respuesta.
"No lo sé," admitió ella, "pero sea lo que sea, nos llevará un paso más cerca de la verdad."
Llegaron al pequeño apartamento que compartían en la periferia de la ciudad. Alejandra cerró la puerta tras ellos y encendió la luz, revelando el pequeño salón que había sido testigo de tantas conversaciones y decisiones difíciles en los últimos meses. Adrián tomó el sobre del asiento trasero y lo colocó sobre la mesa de la sala.
Ambos se miraron en silencio, sabiendo que el momento de la verdad había llegado. Adrián tomó una respiración profunda y rompió el sello del sobre, sacando un pequeño montón de papeles amarillentos. Al desplegarlos, se encontraron con una serie de documentos y fotos que detallaban nombres, lugares y transacciones financieras.
Alejandra tomó uno de los documentos y lo leyó en silencio. "Esto es... mucho más grande de lo que imaginábamos," murmuró, mientras su mirada recorría la lista de nombres que parecían no tener fin.
"Estamos hablando de una red criminal con conexiones internacionales," dijo Adrián, analizando otra hoja. "Esto explica por qué han sido tan cuidadosos en ocultar sus movimientos. Están involucrados en algo mucho más turbio."
Uno de los papeles llamó la atención de Alejandra: una fotografía en blanco y negro de un hombre de mediana edad, con una mirada penetrante y fría. "¿Quién es este?" preguntó, señalando la imagen.
Adrián revisó el resto de los documentos hasta encontrar un nombre que coincidiera. "Parece que es uno de los líderes de la organización. Se llama Eduardo Mendoza, y según esto, ha estado operando desde las sombras durante años. Es un fantasma; nadie sabe mucho sobre él, ni siquiera los otros miembros de la red."
"Entonces, este es el hombre al que debemos detener," concluyó Alejandra, sintiendo cómo la determinación crecía dentro de ella.
"Eso parece," asintió Adrián, pero su voz tenía un tinte de duda. "Pero si este tipo es tan poderoso como dicen, enfrentarnos a él podría ser suicida."
Alejandra lo miró con seriedad. "No podemos echarnos atrás ahora, Adrián. Ya hemos llegado demasiado lejos, y no podemos permitir que este hombre siga haciendo daño."
"Lo sé," admitió él, aunque la preocupación seguía presente en su rostro. "Pero tenemos que ser inteligentes. No podemos enfrentarnos a él sin un plan sólido."
Alejandra asintió. Sabía que Adrián tenía razón. Debían proceder con cautela, o podrían acabar siendo las próximas víctimas de Eduardo Mendoza.
Pasaron el resto de la noche trazando un plan, analizando cada detalle de los documentos que habían encontrado. La idea de enfrentarse a un enemigo tan poderoso los hacía sentirse pequeños, pero sabían que era lo correcto. No podían permitir que el miedo los detuviera.
Cuando el sol comenzó a asomarse por el horizonte, ambos sabían que no había vuelta atrás. Lo que habían descubierto no solo era peligroso, sino que también los había puesto en el punto de mira de personas que no dudarían en eliminarlos si sentían que representaban una amenaza.
"Estamos en esto juntos," dijo Adrián finalmente, tomando la mano de Alejandra. "No importa lo que pase, no te dejaré sola."
Alejandra apretó su mano, sintiendo una mezcla de miedo y esperanza. Sabía que el camino que tenían por delante sería duro, pero con Adrián a su lado, se sentía capaz de enfrentarlo.
"Vamos a encontrarlo," respondió ella con determinación. "Y vamos a detenerlo."