El Reflejo de tu Mirada

Temporada 2: Capítulo 15

La cabaña se sumió en un silencio tenso mientras Fernando observaba a Alejandra y Adrián, esperando su respuesta. El aire estaba cargado de incertidumbre, y la gravedad de la situación se hacía palpable con cada segundo que pasaba.

“¿Estás seguro de que ese lugar es seguro?” preguntó Adrián, manteniendo la voz firme pero sin poder ocultar del todo la preocupación en sus ojos. Sabía que cada decisión en ese momento podía ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Fernando asintió. “Lo es. Es un viejo refugio que se usaba durante la dictadura. Nadie más sabe de su existencia, y está lo suficientemente aislado como para que no los encuentren fácilmente.”

Alejandra miró a Adrián, buscando una señal de que confiaba en Fernando. A pesar de las circunstancias, ella sabía que debían ser cautelosos con quiénes confiaban, especialmente cuando se trataba de alguien que conocía tan bien el oscuro submundo en el que Mendoza operaba.

“Tenemos que irnos ya,” dijo Fernando, rompiendo el silencio que se había formado entre ellos. “Cuanto más tiempo permanezcamos aquí, más riesgos corremos. No hay tiempo que perder.”

Alejandra asintió, consciente de la urgencia en su tono. Se levantó de la mesa y comenzó a recoger rápidamente el cuaderno y otros documentos que habían estado revisando. Adrián hizo lo mismo, y en cuestión de minutos, estaban listos para partir.

Salieron de la cabaña bajo la cubierta de la oscuridad. La noche era densa y silenciosa, solo interrumpida por el crujir de las hojas bajo sus pies y el ocasional aullido de algún animal lejano. Fernando los guió hacia un vehículo que había dejado oculto en un pequeño claro no muy lejos de la cabaña. Era un coche viejo, pero parecía estar en buenas condiciones, y más importante aún, no levantaba sospechas.

“Suban,” dijo Fernando, tomando el volante. Alejandra y Adrián se sentaron en la parte trasera, y tan pronto como las puertas se cerraron, Fernando arrancó el motor y comenzó a conducir por un camino estrecho y apenas visible en medio del bosque.

La tensión en el coche era palpable, pero nadie decía una palabra. El rugido del motor y el susurro de las ramas al golpear el techo eran los únicos sonidos que rompían el silencio. Alejandra miraba por la ventana, viendo cómo la cabaña desaparecía en la oscuridad mientras avanzaban hacia lo desconocido.

Después de lo que parecieron horas, Fernando giró el coche hacia un camino aún más estrecho y comenzó a descender por un sendero empinado. Finalmente, el vehículo se detuvo frente a lo que parecía ser una antigua instalación subterránea. La entrada estaba cubierta de maleza y casi no se podía ver desde la distancia, lo que la hacía perfecta para su propósito.

“Este es el lugar,” dijo Fernando, apagando el motor y bajando del coche. “Vamos.”

Adrián y Alejandra lo siguieron, cargando con el cuaderno y los documentos que se habían convertido en el centro de toda la pesadilla que estaban viviendo. Fernando los llevó hasta una pesada puerta metálica que abrió con una llave antigua. El sonido del metal oxidado al girar la cerradura resonó en la noche, dándole a la escena un aire inquietante.

Al entrar, fueron recibidos por un largo pasillo iluminado por débiles luces fluorescentes. El aire era frío y denso, y había una sensación de abandono que les puso los pelos de punta. Sin embargo, Fernando los guió con seguridad, como si conociera cada rincón de aquel lugar.

Finalmente, llegaron a una sala amplia que alguna vez pudo haber sido un centro de operaciones. Había mesas, sillas, y varios equipos obsoletos, cubiertos de polvo. Sin embargo, parecía que Fernando había estado allí recientemente, ya que había una pequeña zona limpia con camas improvisadas y algunos suministros.

“Pueden quedarse aquí todo el tiempo que necesiten,” dijo Fernando, encendiendo una pequeña estufa para calentar la sala. “Nadie vendrá a buscarlos aquí.”

Adrián miró a Fernando con gratitud, pero también con la cautela que la situación ameritaba. “¿Qué hay de ti? Mendoza te buscará si descubre que estás ayudándonos.”

Fernando sonrió con cansancio. “He vivido en las sombras durante mucho tiempo. Sé cómo desaparecer cuando es necesario. Pero antes de irme, hay algo que deben saber.”

Alejandra y Adrián intercambiaron miradas preocupadas. “¿Qué cosa?” preguntó Alejandra, acercándose un poco más a Fernando.

“El cuaderno que tienen… no es el único,” dijo Fernando, su voz tomando un tono grave. “Hay otros. Y algunos contienen información que podría ser aún más peligrosa que lo que ya han encontrado.”

La revelación cayó sobre ellos como un balde de agua fría. “¿Otros cuadernos?” preguntó Adrián, tratando de comprender la magnitud de lo que acababan de escuchar.

“Así es. Mendoza no es un hombre que pone todos sus huevos en una sola canasta. Si quieren acabar con él, tendrán que encontrar esos otros cuadernos,” explicó Fernando.

Alejandra sintió un nudo formarse en su estómago. La tarea que tenían por delante era mucho más complicada de lo que habían imaginado. Y ahora sabían que el camino hacia la verdad estaría lleno de más peligros de los que habían anticipado.



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Editado: 15.08.2024

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