Lucille se miró en el espejo, para una chica de diecisiete (en un mes dieciocho) años no había día más importante que su graduación de la preparatoria, ella y su novio planearon la ocasión con lujo de detalles, desde el lindo vestido, el viaje en su nuevo auto a la fiesta y la after party en casa de Marcela, la chica popular del curso. Se graduaban de la prepa, un acontecimiento muy importante que coincidía con su aniversario de tres años con Mathew, su amado novio. Su mayor preocupación en la vida eran las cartas de aceptación a las universidades que aun debía contestar y las vacaciones de verano en Acapulco. La vida era buena, o al menos eso le parecía.
Su hermana Laura le había comprado el vestido, un hermoso vestido strapless de color verde esmeralda, su favorito. Laura era la mejor hermana que uno pudiera desear, desde que comenzó a trabajar en el negocio familiar le compraba ropa y unos cuadernos hermosos en lo que daba pena escribir. Podía contarle cualquier secreto, contaba con ella de manera incondicional.
La joven teminó de arreglar su rebelde cabello rizado, sus negros rizos se negaban a comportarse en ese noche, se encimaban en su cara sin importar cuántos pasadores usara. Ni siquiera se imaginaba que durante el resto de la noche su cabello sería el menor de sus problemas. Terminó de arreglarse, dejando su mano izquierda libre para el corsage que Mathew prometió llevarle, todas las chicas del curso llevarían uno, al menos las que tenían novio, osea todas sus amigas cercanas y Debbie, quien era soltera pero Lucille había convencido a Eddy, su mejor amigo, de que la invitara.
- Vamos Eddy, por favor. No puedes ser el único que va solo.- Había insistido una semana antes. Eddy la miraba pensativo, era bien sabido que prefería estar solo, además él y Mathew no se entendían.- Debbie es una buena chica, te prometo que te divertirás.
- De acuerdo, pero solo porque tú me lo pides. Y no creas que iré al after party.
- Anda, esa noche es para divertirnos.
- Sabes cuál es mi idea de diversion, teníamos eso en común.- Respondió él señalando el librero atestado de libros sobre detectives .- Libros antes que fiesta, ¿Recuerdas?
- Quizás cambié de opinión, no quiero irme a estudiar lejos, ya no...
- ¿Es por Mathew?
- ¿Que importa si es por Mathew? Yo lo amo y quiero estar a su lado, no persiguiendo sueños imposibles en el otro extremo del país.
Eddy retrocedió como si le hubieran arrojado un balde de agua fría, eran mejores amigos desde el jardín de niños, ambos amaban las novelas de detectives y jugaban a ser policías y ladrones (turnandose para representar al abogado defensor y al juez) .Soñaban con volverse abogados o policías, viajarían juntos a la ciudad , entrarían a una buena universidad y compartirían un apartamento cerca de la escuela. Aquel día Eddy se fue, si llevaría a Debbie al baile, pero algo entre ellos había cambiado, ya no eran los mejores amigos de la vida, entre ellos se había levantado un muro imposible de derribar.
- ¿Lucille estás lista? Tu mamá quiere verte antes de irnos.- La llamó su padre desde la sala. Lucille se miró una última vez al espejo antes de ir.- Mathew está aquí.
Bajó las escaleras con una gran sonrisa en sus carnosos labios, que con gran cuidado había pintado de rojo. Sus ojos azules estaban delineados y sus largas pestañas fueron acentuadas con una modesta capa de rimel. No era un maquillaje muy atrevido pero le favorecía, resaltaba su piel blanca como la nieve y su delgado rostro. Llevaba zapatos de tacón, pues no era muy alta, medía 1.62, una buena estatura si sus dos hermanas no fueran más altas (Laura medía 1.68 y Luisa de 1.65), por no mencionar a su hermano menor Lewis, quien aun no terminaba de crecer pero ya le sacaba media cabeza de estatura.
Al pie de la escalera la esperaba Mathew, el chico más apuesto del salón, sin contar a Eddy. Alto, de hombros anchos, muy atlético y excelente besador. Tenía ojos de color café verdoso y cabello castaño claro, en ese entonces lo llevaba largo, recogido en una coleta en su nuca. En su mano llevaba un corsage de flores rosas y blancas (olvidó encargarlo y lo compró de camino a la casa sin pensar si convinaría con el vestido de su acompañante). A pesar del descuido no podía enojarse con él, no cuando esa sonrisa digna de un comercial de pasta de dientes estaba dirigida a ella.
- Wow, luces hermosa.- Dijo Mathew, ofreciendole su mano para descender los últimos escalones.- ¿Estás lista?
- Ahora lo estoy .- Respondió, su voz llena de esa ilusión típica del primer amor.
Sus padres le tomaron un par de fotografías antes de dejarlos irse con la advertencia de regresar temprano (antes de la 1 am). Lucille salió de la casa con una enorme sonrisa, esa noche no volvería a casa, de hecho abandonaría el pueblo sin intenciones de regresar...
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Editado: 17.04.2021