Narra Génova.
Al salir de la secundaria, John llamó para avisarme que el nuevo guardaespaldas venía por mi. Me describió como alto, fuerte y de cabello negro. Excelente descripción. Iba hacia la salida con Tom de la mano cuando veo el auto de la familia aparcado en la calle y a un caballero a su lado. Tenía un traje que parecía hecho para él, es alto y si, también era fuerte, por lo que se puede apreciar por encima del traje, tiene el cuerpo trabajado. Yo solo escuchaba a John que me nombraba pero no podía decir nada, estaba atónita con la belleza masculina de ese hombre. -creo que ya lo vi. -alcancé a decir antes de que camine hacía nosotros.
-Buen día, señorita Collingwood. -dice con su voz muy gruesa y su miraba fria.
-Hola. -digo entrecortadamente, esperaba a un hombre mayor, de 40 años, al menos. No a un joven que debe rondar los 30 y con rostro de modelo de revista. Tom colocó su mirada en mi, empecé a sentirme incómoda. -John me llamó, me dijo que vendrías, ¿tu nombre es Olaf? -digo para romper el silencio incómodo que se formó.
-Así es. -dice y estira su mano. Correspondí el saludo, sus manos estaban frías.
-Él es mi novio, Tomas. -digo señalando a Tom que permanecia muy serio.
-Mucho gusto. -dice el guardaespalda, extendiendo su mano también a Tom.
-el gusto es mio. -responde mi novio con una leve sonrisa.
-bien, amor. Debo irme, mis padres salieron de la ciudad, supongo, y debo estar en casa. -digo colocandome frente a él, que estaba con el ceño fruncido.
-bueno, preciosa. -dice tomandome de la cintura y dandome un delicioso beso.
-te hablo al llegar. -acoto, depositando un beso en su mejilla y caminando hacia el guardaespaldas que permanecía inmóvil con sus manos en los bolsillos, al verme, se dirige al vehículo y abre la puerta trasera, yo subo al auto y este la cierra. Pude sentir como su perfume penetra mi sentido del olfato, es delicioso.
Escucho como la puerta del conductor se abre y su enorme cuerpo entra en el mismo. Mire hacia la ventana y saludé a Tom antes de que el auto se ponga en marcha.
El camino iba silencioso, él manejaba bastante lento, como sino conociera la ciudad, giraba en cada cuadra que mencionaba el GPS. Mi curiosidad se activó.
-No eres de la ciudad. -digo sin pelos en la lengua.
-No. -contesta muy frio.
-¿cómo es tu apellido? -pregunto sin quitar la vista de la ventana.
-Erikson. -contesta con la misma frialdad que hace un momento. Tiene la voz más seductora que jamás escuché en persona.
-bien, Erikson, ¿de qué ciudad vienes?
-pregunte, tengo que conocer a las personas que trabajan conmigo. Así empecé con todos y ahora somos grandes amigos.
-Estaba en Minneapolis. Puedes llamarme Olaf. -dice girando el volando hacia la calle siguiente.
-¿vives allá, Olaf? -pregunto utilizando el epíteto que mencionó.
-No, hace menos de una semana llegué al pais. -dice y comienzo a sospechar que es extranjero.
-¿Eres estadounidense? -pregunto, la curiosidad empezó a carcomerme.
-No. -dice y se detiene, coloca el freno de mano y abre la puerta. -soy noruego. -acota y baja del vehículo, no había notado que ya estabamos en casa.
Espero a que abra la puerta para poder bajarme.
-vaya, eso no lo esperaba. -digo bajandome del auto. Me daba demasiada intriga, ¿qué hacia aquí? Viviendo en un país tan hermoso como Noruega.
En la puerta nos esperaba John, lo mire con una sonrisa y coloca su puño para que lo choque.
-Hola, John. -saludo y choco el puño.
-Hola, pequeña, ¿qué tal el viaje?
-saluda y pregunta observando a Olaf.
-muy lento pero bien. -digo y le guiño un ojo a John que comenzó a reir. Al nuevo, no le hizo nada de gracia mi comentario.
-poco a poco irás aprendiendo. -dice y palmea el hombro que reacciono de una manera no muy buena.
-supongo que si. -dice con mucha seriedad y coloca las manos en sus bolsillos. Vaya actitud.
Hasta este momento, lo que pude notar del nuevo es su mala actitud. Es demasiado frío. John se fue a arreglar la situación de los envios de sus prendas al aeropuerto.
Nos quedamos en mi casa, para este momento estaba tomando café y él, bueno, él solo miraba por la ventana. La realidad es que con George, cuando mis padres se iban, mirábamos películas, comíamos pizza y jugábamos a juegos de mesa.
Olaf no se presta a esas situaciones, le ofrecí café y solo me respondió que no. Yo solo lo observaba, hace un rato, nos encontrábamos en la sala y observé sus facciones. Es de piel muy blanca, tiene los rasgos muy marcados, tiene mucha clase, insisto, parece un modelo de revista.
-¿quieres mirar una película? -pregunto dando un sorbo a mi café.
-por el momento, no. Gracias, señorita. -dice y lo último, tardo en decirlo.
-Puede llamarme por mi nombre. No hay problema. -digo para que se suelte un poco más, se podría empezar por ahí.
-No se su nombre. -dice restandole importancia. Me sorprendió porque no buscaba que se lo dijera, estaba bien con no saberlo.
-Oh, bien. -digo y miré mis dedos.
No me molestó, me extrañó su frialdad. No se si en Noruega son así pero me es raro. -¿te puedo hacer preguntas? -pregunto recostada en el sofá más largo de la sala.
-esta bien. -dice y se coloca en el sofá que se encontraba frente a mi, entrelaza sus manos y me observa. No había notado el azul de sus ojos, hacía un contraste perfecto con su piel blanca y a la vez, sus labios estaban rojos, o quizá no es demasiado pero el contraste con su piel, me hacia notarlo así.
-bien. -digo y me acomodo en el sillón. -¿por qué estas aquí? -pregunto sin más.
-por mis padres, me quieren dar una lección. -dice observando sus manos.
-¿qué edad tienes? -vuelvo a preguntar.
-28. -contesta y mira nuevamente a la ventana.
-¿te gusta Estados Unidos? -necesitaba saber la respuesta.
-No lo sé, apenas llegué hace una semana. -contesta levantando los hombros.
-salgamos de aquí. -digo y me coloco de pié. -te llevare a conocer Billings. -digo dirigiendome a mi habitación. -en 5 minutos bajo. -acoto y desaparezco de la sala. Él posó su mirada en mi y noté confusión pero luego una leve relajación.