El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 24

Ray y los demás mercenarios estaban atónitos al ver la estela lumínica que se había dibujado en la distancia. Era color violeta, pero no tenía la señal de humo y, además, estaba en un lugar lejano a la fortaleza.

—¿¡Qué significa esto!? —preguntó Rubí con la voz quebrada.

—Significa que Violeta está en peligro —contestó Ray rápidamente—. ¡Bors, prepara los caballos! Debemos ir.

—¡Quieto ahí! —gritó Xandros, después de todo el tiempo que duró encima de la roca al fin bajó, se acercó a Ray y lo agarró por el hombro—. Es una trampa, tú lo sabes bien, no hay señal de humo e incluso está fuera de la fortaleza. Posiblemente nos esperen miles de soldados, ¿aún así piensas ir?

Ray lo miró con una mirada seria, la armadura plateada se veía imponente y el hombre que estaba dentro, aún cuando Ray nunca le había visto la cara, se notaba que tenía unas facciones prominentes. El mercenario se soltó con un movimiento rápido y le dio la espalda para dirigirse al caballo.

—Aún cuando sea una trampa, debo ir.

—No irás —aseveró Xandros soltando aura lumínica de color blanca.

Ray respondió de la misma manera y ambas auras blancas chocaron entre sí.

—¿Quién lo decidió? —preguntó el muchacho volteándose.

Los dos mercenarios quedaron uno al frente del otro y la presión se liberó por todo el alrededor. De un momento a otro ambos crearon esferas de luz y la iban a chocar entre sí, pero Bors liberó su aura azul y se interpuso entre ambos creando una barrera de energía, haciendo que se detengan al mismo tiempo.

—¡Dejen de pelear! —gritó—. ¿Piensan matarse entre sí, o quieren que el enemigo descubra nuestra ubicación?

Rubí vio que Ray aún estaba dispuesto a luchar con Xandros y lo agarró por el brazo, separándolo del lugar.

—Yo iré con Ray —dijo la pelirroja—, así que tú, Xandros, si no quieres ir no vayas y déjanos en paz.

Xandros dejó de liberar su aura y se apartó unos pasos.

—Entonces vayan, no los detendré, pero pienso que es un suicidio.

Rubí sonrió de manera victoriosa y se montó en un caballo con Ray. Bors los vio comenzar a andar y se despidió.

—Espero que regresen ilesos —dijo el escudero.

—¿Tú no vendrás? —preguntó Ray, mirándolo desde el caballo.

—No, me quedaré vigilando con Xandros para asegurarme de que no los persigan, además, ya que ustedes irán para allá, nosotros podremos acercarnos a la fortaleza sin que nos descubran.

—Bien, pues nos vamos.

El mercenario comenzó a galopar el caballo a gran velocidad.

Ray y Rubí rodearon la fortaleza y se dirigieron hacia la dirección en donde había aparecido la estela lumínica. Mientras Xandros y Bors cogieron el otro caballo y comenzaron a andar a paso lento hacia la fortaleza, en busca de ver qué movimientos hacían.

Más adelante, a varios kilómetros dentro del desierto, había un campamento. El cual estaba oculto tras una subida y no se podía ver desde el lugar en donde estaban los mercenarios.

La carroza en la que estaba Nubar con Violeta, entró a dicho campamento. El lugar estaba lleno de carpas blancas con líneas moradas e incluso habían banderas con el símbolo de la nación Nuria, que era una figura de la meseta con un árbol.

La carroza se detuvo frente a una carpa bastante grande que estaba siendo custodiada por muchos guardias. Nubar se bajó, le dijo a los guardias que bajen a la princesa, que aún estaba desmayada. Y luego de que lo hicieran, caminaron dentro de la carpa.

Un joven rubio estaba sentado dentro, Nubar se arrodilló y a Violeta la pusieron en una camilla que había al lado. El joven se levantó del asiento y miró a la muchacha, que aún tenía moretones en los brazos y las piernas. Al verla se enojó, se volteó y golpeó al anciano con su puño.

—¿¡Qué has hecho!? —gritó enfurecido—. ¿Por qué Violeta está así?

—Discúlpeme, pero esa fue la única forma de traerla hasta aquí, ella se volvió muy rebelde.

—¿¡Que se volvió rebelde!? ¿Y eso te da derecho a golpearla? Sal de mi vista, ¡no quiero ver a un anciano como tú nunca más cerca de mi Violeta!

Los guardias agarraron al anciano y él soltó su aura marrón como amenaza.

—Yo puedo caminar solo —dijo, los guardias se apartaron y él salió de la carpa por su cuenta.

El muchacho rubio, una vez que Nubar salió, se puso al lado de Violeta y le acarició la mejilla. Soltó una lágrima y la abrazó.

—¿Por qué tuviste que huir? Tú... —iba a seguir hablando, pero sintió como la princesa se comenzó a mover.

Ella lo rodeó con el brazo y también lo abrazó, esto hizo que él se quede atónito por varios segundos, pues hasta hace un momento Violeta se encontraba inconsciente.

—Hola... Eldon —susurró la muchacha.

Eldon dejó de abrazarla y la vio a la cara, ella lo estaba viendo con los ojos aguados y eso hizo que él derrame más lágrimas.

—Hola —saludó él moqueando.

—Pensé que no te volvería a ver más.

—Sabes que te iría a buscar hasta los confines de la tierra, prima.

Un rato después, Violeta se levantó de la camilla con la ayuda de Eldon. Ella estaba muy adolorida, cojeaba y le dolía mucho el hombro derecho. Eldon la sentó en el lugar donde él estaba anteriormente y comenzó a masajearle los hombros.

—¡Anf! —exhaló la princesa profundamente—. Muchas gracias primo, necesitaba esto.

Ella movió su cabeza a ambos lados y estiró sus brazos para relajarse aún más, aún se sentía adolorida, pero tras el masaje se comenzó a sentir mejor.

—Sabes que siempre te ayudaré —dijo Eldon—. Así que por favor, no vuelvas a irte tan lejos.

Violeta lo vio con unos ojos de duda. Pues aún no estaba segura de qué hacía su primo allí y por qué estaba dentro de una carpa de guerra. De un vistazo se podían ver diferentes armas y suministros que se usaban para el combate, además ella podía escuchar el sonido de muchos guardias caminando de un lado a otro.

—Eldon —dijo ella llamando su atención.



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Editado: 31.01.2023

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