El Reino del Fuego

Octavo Recuerdo: Sensibilidad

De la pared surge, con varios tubos que están conectados a su cuerpo, un enorme ser mecánico que en parte es orgánico. Lo sé porque desde aquí veo su piel maltratada, justo como la de Herald.

Su cabeza es enorme, lleva sobre ésta un casco, el cual lo cubre hasta los ojos, en donde tiene aberturas con cristal que seguramente le muestran información de lo que observa, pues se nota cómo luces se mueven a través del objeto. Recuerdo que Herald llegó a desarrollar una tecnología parecida para él. El cuerpo de la criatura es semi humanoide, pero en lugar de manos posee dos enormes cuchillas como las de una mantis, hechas de un acero muy afilado.

Esa cosa echa un grito, a la par que se mueve bruscamente. Después de esto la entrada por donde llegué se cierra, mientras se revela debajo de la criatura otra salida, un pasillo, que al final posee la tarjeta «B» y el botón «C». Aquella vía de escape fue cubierta por barras de láser, provenientes del monstruo que ahora me ataca con sus enormes cuchillas.

Enfoco todo el poder de mi piromancia y evadiendo las distintas agresiones consigo quemar al enemigo al utilizar una llamarada en su cuerpo, lo que elimina cualquier posibilidad de que este monstruo siquiera me toque, a pesar de intentar derribarme de distintas formas.

Me impresiona ver cómo el fuego es bastante voraz, reduce a cenizas a este ser a excepción de la cabeza, la cual cae al suelo, enfrente del pasillo que protegía. El láser se retira, lo que me permite seguir adelante, sin embargo, algo me llama mucho la atención: la cabeza del monstruo.

Me acerco curiosa a ella y, para mi sorpresa, ésta ruge un poco.

—¡Kyaaaaaa! ¡Muere de una vez! —Grito asustada, a la par que corto la cabeza usando mi espada al dar golpes al azar sin ver mi objetivo. De repente, cuando ya estaba hecha trizas, mi arma choca con algo. Creo que hay un objeto dentro de la extremidad, algo diferente.

No quiero indagar dentro con mi brazo, me da asco sólo ver la cabeza, pero mi curiosidad es mayor, así que meto mi mano para sentir qué fue lo que chocó con mi espada, y cuando sujeto el objeto, lo jalo hacia mí con todas mis fuerzas para expulsarlo.

La sorpresa que me llevo trae muchos recuerdos a mí, pues se trata de un arma que Herald estaba diseñando años atrás para un día muy especial.

«¡Claro! Mi cumpleaños es el primero de diciembre», recordé mientras emito una enorme sonrisa, al fin tengo ese dato.

El objeto que encontré es un látigo, resultado de los experimentos con láser de Herald, usa una aleación que el ingeniero inventó hace mucho. El arma es tan sólo un tubo de metal con tres botones y una pequeña antena en la parte superior. Me pregunto si funcionará, sólo tengo que limpiarlo un poco, porque está lleno de baba verde del androide.

Decido arrancar un pequeño trozo quemado de mi vestido y con él limpio el látigo. Los botones que posee el arma son de color morado, verde y rojo. Supongo que el primero es para activar el láser y así poder atacar. Lo presiono y agito el arma sin miedo. Para mi sorpresa el látigo láser sale de manera casi inmediata, lo genera la pequeña antena. Éste es de color celeste brillante, emite un sólido chirriante y es increíblemente manipulable, se asemeja mucho a uno de cuero.

Al soltar el botón morado el látigo desaparece, entonces supuse que el botón verde es para colgarte de objetos con propiedades magnéticas como lo dijo Herald alguna vez.

Avanzo por el pasillo, tomo la tarjeta «B» y presiono el interruptor «C». Uso el portal artificial que me lleva a la sala inicial. La entrada a la última estación está encendida, por lo que voy hacia allá de inmediato. Sólo espero Herald esté a salvo, pues no he encontrado rastros del piromante azul, dudo mucho que esté aquí. Tengo esperanzas de que así sea.

La estación «C» es enorme. Ésta se encuentra llena de curiosos bloques que poseen focos en la parte inferior. Por ello saco el látigo, lo dirijo hacia uno de éstos y utilizo el botón verde. Como creí, el látigo se extiende buscando donde pegarse, hasta que se adhiere a un bloque cercano. Claramente los focos poseen las propiedades magnéticas de las que Herald me habló el día que lo atrapé creando este objeto.

Con gran agilidad y sin miedo logro atravesar toda la subestación usando el látigo como columpio, derroto a los robots enemigos y recojo la tarjeta que hacía falta. Al ver las tres juntas, me doy cuenta que ya había tenido estas llaves en mis manos hace tiempo.

Hubo alguna vez una reunión con todos los miembros de la organización. Entre ellos se encontraban obviamente Herald, Anne, Marcia, Kantry, Annastasia y Maynard. Después de una larga discusión sobre nuevas propuestas, se tomó un pequeño receso. Cada quien se fue por su lado a pensar sobre lo hablado. Yo me di la tarea de saber qué tenía en la mente cada uno de mis compañeros, por esa razón, fui a hablar con ellos. Fue esa vez cuando llegué con Herald y lo vi discutir con Anne de manera algo ruda.

—Sabes perfectamente que no puedo hacer algo así, y si pudiera, me llevaría años lograrlo. La tecnología y la magia no son fáciles de combinar cómo los magos lo hacen parecer. Ellos no serán capaces de mostrarme sus métodos, y aunque lo hicieran, te puedo asegurar que, de alguna manera, no podré efectuar ese tipo de procedimientos, puesto no poseo poderes mágicos. —dijo Herald algo molesto y acelerado. A cómo se escuchaba, Anne le había propuesto algo complicado, por lo cual respondió antipático.

—Vamos, hojalata. Sé que puedes lograrlo. Tú «slogan» que acaso no es: «Intentando lo imposible es cuando se logra hacer posible». Tal vez le saques más jugo a esta fruta del que crees, ¡je, je, je! —respondió Anne bastante segura y demandante. Ella sentía que podía convencerlo de esa manera, por eso le reclamaba en tono sarcástico su falta de atención ante sus demandas, pero Herald era conocido por su terquedad, así como su debilidad ante las damas.



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En el texto hay: fantasia, aventura, magia

Editado: 03.07.2021

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