El Reino del Fuego

Duodécimo Recuerdo: Piromanía

Ken, uno de los más poderosos miembros de nuestra organización ha sido derrocado por aquel piromante azul. La rabia me invade, estoy a punto de estallar. Ken era, no sólo un importante elemento de nuestra elite, sino también mi amigo, un gran apoyo e inspiración para todos. Ahora también es sólo un recuerdo.

Conocí a Ken una mañana de mayo. Yo estaba sentada en la entrada de la escuela secundaria a la que asistía, antes del incidente del volcán. El chico que me acompañó en ese evento entró con su amigo para verme.

—¡Hola! Mira… te presento a un amigo. Él es Ken, es alguien a quien aprecio mucho. —Cuando escuché eso, no pude evitar preguntar la razón del gran aprecio.

—¿Por qué tanto cariño? Me habías dicho que tus amistades las hiciste recientemente, ¿no? Dudo que puedas tenerle gran aprecio a una persona que acabas de conocer. ¡Qué tonto! —Después de decir esto con una actitud altanera, el chico nuevo me miró fríamente.

—Aunque ha sido poco tiempo, le he tomado un gran cariño a este baboso. Es un gran amigo, y sé que no importa cuánto tiempo pase, siempre será así. Igual jamás dejaría atrás a alguien como él —respondió Ken seriamente. Su voz era muy grave para su edad, además de su notable madurez. Se veía que estaba algo ofendido, cosa a lo que no le di importancia.

—Calma, vaquero. Te entiendo. Bueno, este hombrecito dice que puedes producir fuego sin necesidad de algún combustible o chispa. ¿Es verdad? —Al decir esto, crucé mis brazos y levanté un poco la cabeza, mas no mi mirada. Le hice saber con presunción que deseaba ver el «milagro».

—Algo así. Verás, mi cuerpo despide una especie de poder mágico que sirve como chispa para generar eso. Yo puedo producir el combustible, hecho de mis emociones que se transforman en fuego de un color rojo puro —respondió Ken igual de serio, así que intenté ser aún más fastidiosa.

—Para crear fuego se necesitan tres elementos: oxigeno, combustible y una chispa. El oxígeno está en todo el planeta, ese no es problema; la chispa podría ser ese poder mágico que mencionas; pero el combustible son tus emociones, ¿dijiste? —Él me miró con un poco de desprecio cuando terminé. Entonces levantó su mano cerca de mi rostro, luego colocó su palma boca arriba y dobló un poco sus dedos.

—Así es, soy capaz de quemar mis emociones, eso es lo que hago —al terminar de explicar esto, de la nada una llama roja se creó por encima de su mano, muy similar a mi piromancia púrpura, que en ese entonces no sabía que poseía.

—Increíble, realmente eres como un «piromante» —mencioné sorprendida. Ken por fin sonrió y apagó el fuego en su mano con un pequeño movimiento al cerrar su puño.

—Eso no es todo, mujer. Escuché que hay un museo que contiene las cuatro espadas de los fuegos sagrados. Están en una exposición única. Tres de ellas están enterradas en una piedra, y dicen que, si las tocas y no eres «digno», éstas te asesinaran rodeándote en fuego mágico —dijo el chico que trajo a Ken, mi pequeño amigo. Él estaba muy entusiasmado por ir allá, luego rio como estúpido y no dejaba de verme, parecía que mi expresión de confusión le parecía graciosa.

—Dices que hay tres. ¿Dónde está la cuarta? —pregunté a mi amigo. Él sonrió mientras soltaba una risa baja y burlona.

—Falta la que necesitamos. Alguien la robó y queremos encontrar al ladrón; pero primero tenemos que ver dicha exposición —me explicó Ken algo enfadado. Era obvio que la espada que faltaba era la del fuego rojo.

Aquella tarde nos pusimos de acuerdo para ir a aquel museo, mas no recuerdo qué pasó exactamente después.

El clon está parado frente a mí sin moverse. Tiene los brazos cruzados a la altura de su pecho, con una mirada seria en su rostro y llena de enojo. Yo, en cambio, estoy bastante triste y repleta de rabia por saber que Ken ha muerto. Pronto fui sorprendida por la copia.

—Debes atacar, es ahora cuando resumiremos nuestro encuentro. ¡Ven, hagámoslo! —habla el clon de Ken, toma posición y acomoda sus puños enfrente de sí al colocarse de lado.

—Bien, tengamos la batalla del siglo: ¡El fuego rojo contra el púrpura! —respondo al mismo tiempo que tomo mi espada para empuñarla, misma que al colocarla en dirección de mi enemigo vibra.

Entonces el conflicto entre nosotros da inicio. Esta vez estoy muy emocionada de combatir.

El encuentro comienza con una serie de llamas que mi enemigo expulsa de sus puños al momento de golpear al aire. Estos proyectiles vienen hacia mí rápidamente. Los esquivo y destruyo algunos con el látigo láser.

El clon salta y sus alas rojo carmesí brotan de su espalda. Él se coloca en posición fetal, hasta que una gran cantidad de fuego lo rodea, misma que se convierte en un gran fénix de llamas rojas. Cuando el clon extiende su cuerpo, el ave de fuego empieza a volar hacia mí, lista para arrollarme. Inmediatamente me transformo en zorro y evito el ataque con mi agilidad.

El enemigo desaparece sus alas y se deja caer, listo para dar un golpe al suelo. Al llegar a la superficie del volcán, la golpea con todas sus fuerzas, y de las fisuras que hay en el piso brotan poderosas llamas rojas. Salto para no quedar achicharrada y vuelvo a mi forma humana; sin embargo, Ken también brinca para lanzarme una poderosa llamarada roja, la cual contrarresto con una propia. Ambos ataques de diferentes fuegos sagrados chocan y crean un increíble estruendo.



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En el texto hay: fantasia, aventura, magia

Editado: 03.07.2021

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