Como era la ley, después de las 10 de la noche, había toque de queda, Sebastian bajaba a esa hora al pueblo y a quien veía fuera de su casa, dependiendo de su humor era su castigo, podía ser desde simples multas, castigos públicos, encarcelaciones o hasta la muerte.
Solo una vez al mes, los ciudadanos podían salir del reino he ir por los alrededores hasta altas horas de la noche, y hoy era justo ese día.
Un grupo de soldados regresaban al reino cuando de pronto los ciudadanos los atacaron, ya estaban cansados de las injusticias, querían mandarle un mensaje al rey, ellos ya no tenían miedo. Terminaron matándolos, solo uno pudo escapar, solo que estaba muy mal herido.
En las orillas del río, Miranda estaba caminando cuando de pronto vio algo flotando, al acercarse se dio cuenta de que era Marcelo y fue a socorrerlo.
Cuando Diana y su grupo de cazadoras llegaron a la aldea, se sorprendió al ver tanto movimiento
- ¿Que ocurre aquí?
-Tu hermana ha traído a este joven que encontró en el río
- Ya veo, en este momento ¿donde se encuentra esa mocosa?
La curandera le señalo el bosque, Diana se dirigió ahí, tenia una platica pendiente acerca de los extrangeros
- ¿Que se te ha dicho sobre traer extrangeros?
- Hola a ti también, lo siento pero no podía dejarlo ahí, hubiera muerto
- Te la paso porque yo no estaba, pero que no se repita, sabes bien que las decisiones cuando no esta mi padre yo las tomo
- Somos hermanas, yo también puedo tomarlas
- No te confundas niña, a nosotras no nos une la sangre, yo tengo mas poder que tu, no lo olvides
Diana regreso a su casa y Miranda se fue a donde estaba Marcelo, al entrar el ya había despertado
- Hola, ¿como te sientes?
-Princesa, ¿en verdad es usted?
-No me hables con formalidad Marcelo, solo llámame Miranda
-Pensé que habías muerto
- Si bueno, eso es otro asunto, no le digas a nadie, el reino y sobre todo mi hermano deben creer que estoy muerta
Editado: 20.04.2020