—No te alejes esta vez —pidió Jerome con sus labios aún rozando con de Alexia.
El chico no podía creerse lo que acababa de pasar. Había logrado volver a conectar con ella, que la joven dejase todo de lado y volviesen a ser tan solo ellos dos.
—Jer... —susurró ella con apenas un hilo de voz.
—No, esta vez no. Por favor —insistió él sin despegarse ni un milímetro de ella.
Ambos podían sentir la contenida respiración del otro y sus corazones acelerados que parecía que iban a salirse de sus pechos. Sus labios se buscaban en la oscuridad, aunque Alexia hacía todo lo posible porque, a esa escasa distancia, no volviesen a encontrarse.
Entonces, una tos seca los interrumpió.
Jerome y Alexia se giraron aterrados hasta comprobar que quien los había pillado era Alejo y, por suerte, él ya era consciente de esa complicada situación.
—No es un buen momento —dijo el príncipe de mal humor.
No hizo falta más tiempo para que Alexia lograse soltarse de los brazos de Jerome y se despegase de él para correr hacia su habitación sin mirar atrás.
—Lexi —dijo él tratando de impedir que se fuese, pero ya era demasiado tarde.
El joven no podía echar a correr tras ella sin llamar la atención de todos los habitantes de Palacio, por lo que tuvo que dejarla ir para así no meterla en un lío y que todos los presentes descubriesen lo que había o había habido entre ellos.
Entonces, Jerome se giró hecho una furia hacia su sirviente.
—Espero que se esté acabando el mundo, porque no puedo imaginarme otro motivo como para que me hayas interrumpido —amenazó con el rostro sombrío.
—Podrían haberlos visto —se limitó a decir Alejo.
Esas palabras enfurecieron aún más al príncipe. Él ya era consciente de a lo que se arriesgaba, pero había logrado volver a conectar con Lexi. Que esta se volviese a acercar a él como lo había hecho hacía años atrás. Había estado a punto de conseguir una respuesta de por qué había tomado esa distancia de un día para otro y sin darle ningún tipo de explicación. Por un instante había estado como si nada más importase. Y Alejo los había interrumpido.
—¿Pero se puede saber qué te pasa? —preguntó el príncipe negando con la cabeza y haciendo movimientos exagerados con sus brazos mientras caminaba hacia la puerta de la habitación de la princesa.
—No os conviene —advirtió.
Jerome se giró y lo miró serio.
—¿Me estás dando un consejo? —Hizo una pausa—. Soy el príncipe heredero del reino de Camelot y tú mi sirviente. No estás en posición de darme consejos. No lo olvides —le aclaró con un tono excesivamente borde y rudo.
Las palabras de Jerome hirieron profundamente a Alejo. Este tenía claro cuál era su posición, pero aún así su relación con el heredero de Camelot siempre había sido buena y en el fondo sí que eran amigos. El principal problema de dicha amistad era Alexia. Alejo no se fiaba de ella y no se preocupaba de ocultarlo. Siempre trataba de separar a Jerome de la joven, algo que era la peor de las traiciones para el príncipe. Si Jerome tenía un punto débil era ella, por lo que si sentía cualquier tipo de sentimiento en contra de la protegida del rey, este se ponía a la defensiva y hacía todo lo posible por protegerla, aunque supiese que ella no lo necesitaba, pero era algo que no podía evitar.
—Como queráis, pero ella no parecía tan dispuesta como vos.
—¡Fuera! —chilló el príncipe fuera de sí.
El príncipe odiaba cuando Alejo se tomaba esas libertades. ¿Cómo podía ser tan impertinente?, ¿quién se creía?
Una vez llegó a la puerta, respiró varias veces antes de golpearla de forma tranquila. No quería entablar una conversación con Lexi en ese estado. Debía de relajarse para hablar las cosas como era debido.
Cassandra abrió la puerta tan solo unos centímetros, de forma que el príncipe no lograba ver a Alexia en el interior.
Dio un paso para entrar, pero la joven se lo impidió.
—Lo lamento, pero lady Alexia no desea veros —anunció Cassie sin dejar de mirar el suelo.
—Lexi, por favor —insistió él alzando la voz para que le escuchase.
La sirvienta giró su cabeza para mirar a Alexia, pero sin aumentar la apertura de la puerta, para que Jerome siguiese sin poder contemplarla.
—Lo lamento —repitió ella.
—Cassandra, por favor —dijo obligando a que la joven le mirase—. Sabéis que nunca le haría daño alguno.
La sirvienta no sabía muy bien qué hacer.
—Dadme un minuto, pero no os prometo nada.
Jerome sonrió y se apartó de la puerta.
Cassie cerró la puerta y avanzó hacia la cama, donde Lexi tenía la mirada perdida mientras se rozaba los labios de manera delicada.
—No podéis dejarlo ahí esperando toda la vida.
Lexi miró a su amiga y se mordió el labio inferior pensativa.
—Al final se cansará y se irá —se excusó.
—¿Cuánto tardó la última vez?
Aunque Cassandra había formulado la frase como una pregunta, en verdad no lo era. Era una forma de recordar a la princesa lo ocurrido y hacer que se diese cuenta de que el joven no se daría por vencido tan facilmente.
—No puedo verlo...
—¿Por qué? —preguntó Cassie tratando de que lady Alexia confesase la verdad.
—Porque si lo tengo delante no seré capaz de decirle por qué no —reconoció cerrando los ojos y recordando el beso, a la vez que rozaba con la yema de sus dedos los labios—. Ni si quiera seré capaz de decirle que no...
Cassandra abrazó fuerte a su amiga.
—¿Lo queréis?
Alexia desvió su mirada y evitó la pregunta, dejando clara la respuesta.
—Él será rey —Hizo una pausa—. Cuando eso ocurra ambos podréis estar juntos —animó Cassie tratando de sacar una sonrisa a su amiga.
Sin embargo lo que la joven sirvienta desconocía era que ese no era el mayor problema de la princesa.
—Ya será tarde —reconoció ella.