El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

CAPÍTULO 22: RESCATE

Finalmente, la renovación de la espada estaba lista, por lo que ambos se prepararon con diversas armas que los ayudarían a enfrentarse a los soldados del reino y a los Eurynomos.

Lomin tomó aquella capa roja cedida por los ciudadanos de Nakhon.

—Conseguiremos otra en el camino, sé donde encontrarla— comentó Lomin en referencia a la capa— Por el momento puedes usar esto.

Un conjunto negro de dos piezas fue extendido hacia Bin, lucia como un uniforme de guerrero ninja que se ajustaba a su cuerpo.

—Cúbrete el rostro, no nos arriesgaremos a ser descubiertos.

El joven asintió en respuesta y en un cuarto contiguo cambió sus prendas actuales por el uniforme cedido por Lomin. Por último, cubrió la mitad de su rostro, dejando sus ojos expuestos con un trozo de tela en color azabache.

Una vez listo, avanzó en búsqueda de armamento, mientras que Lomin ya había cubierto la mitad de su rostro y finalizaba de acomodar las armas que la acompañarían en el rescate.

—¿Qué hay de tu maestro?— interrogó el joven mientras acomodaba las armas alrededor de su cuerpo.

Lomin llevó la mirada hacia el exterior del taller.

—Vendré enseguida— informó para seguidamente salir del taller.

No sé había tomado el tiempo de revisar su casona, por lo que rápidamente se adentró en ella.

—¿Maestro?— llamó mientras se mantenía alerta.

Pero no parecía haber rastros de Mazin. Sin embargo, un sonido provino de una de las habitaciones cercanas.

Lomin desenfundó su espada y fue en la búsqueda del origen del sonido.

—¿Maestro?— repitió una vez más.

Con cautela avanzó hacia la habitación para seguidamente tomar la tela que cubría la entrada de la misma.

Con rapidez corrió la tela y el lugar se encontraba en completa desolación, solo se trataba del viento que golpeaba contra la ventanilla y que la hacía resonar.

Lomin regresó hacia el taller, lista para emprender viaje hacia el palacio.

Con un leve cargamento de armas, ambos comenzaron el viaje hacia el palacio.
Sus pasos se ralentizaron al llegar a las cercanías del palacio y se refugiaron tras el bosquejo en cuanto visualizaron la entrada del mismo.

—¿Por qué está tan desolado?— interrogó Lomin en referencia a los vigilantes tanto de la entrada principal como de las torres.

—¿Desolado?, ¿a eso le llama desolado?

—Créeme que en comparación a la última vez que estuve en el palacio, solo hay unos pocos soldados esta vez. De todas formas debemos rodear el palacio, hay una entrada en la parte trasera.

—¿Cómo lo sabe?

—El maestro solía ser un guerrero de la realeza, me ha contado varias cosas, entre ellas, una entrada en la parte trasera, la cual no es custodiada.

—¿Nunca se les pasó por la mente que tal vez intentarían infiltrarse por aquella entrada?

—La inteligencia no es su fuerte.

Ambos rodearon el palacio a través del bosquejo, evitando los posibles soldados que pudieran verlos.

—Allí está la abertura— Lomin señaló lo que parecía ser una precaria entrada alejada del edificio principal de palacio.

—Voy detrás de usted— respondió el joven.

Con extrema precaución, ambos avanzaron hacia la entrada para seguidamente atravesarla y adentrarse en el palacio. 

—Debemos ir hacia el edificio principal, mi padre se encuentra en las mazmorras reales.

Avanzaron a través del extenso patio entre esculturas, laberintos y largos pasillos.
Un soldado visualizaron en su camino, debían deshacerse de él.

El joven avanzó con precaución hacia el soldado para seguidamente rodear su cuello entre sus brazos, asfixiándolo hasta quedar inconsciente.

Continuaron avanzando hasta que, de pronto, una inmensa sombra cubrió gran parte del palacio y rápidamente, ambos elevaron la mirada hacia el cielo.

—Hades— esbozó Lomin— Los Eurynomos están cerca, Hades dijo que me ayudaría a rescatar a mi padre, por lo que usaremos a los Eurynomos a nuestro favor.

Las nubes grisáceas se entrelazaron entre si formando una inmensa nube que rodeó toda la ciudad de Dogok y un fuerte viento comenzó a resurgir en los alrededores.

Las figuras traslúcidos de aspecto esquelético comenzaron a rodear el palacio mientras se hacía notar con aquel irritable agudo sonido.

Lomin tomó al joven Bin y ambos se adentraron en un edificio contiguo al principal.

—Intentaremos avanzar desde adentro, no podemos arriesgarnos en las afueras.

—¡Eurynomos!— se oyó un grito femenino proveniente del exterior.

Un grupo de soldados se dirigieron hacia el exterior en ayuda, mientras que Lomin y Bin aprovecharon para seguir avanzando.

Entre evasiones y cautela, lograron llegar hasta el edificio principal, pero un sonido agudo a la distancia los alarmó.

—¡Ingresaron al palacio!— oyeron en la lejanía.

Rápidamente, Lomin envolvió a Bin con la capa roja.

—Debemos llegar hasta la habitación del Rey Lutus— informó Lomin.

El joven asintió y su camino continuó a través de los largos pasillos hasta llegar hasta la habitación del rey.

Al adentrarse en la habitación, Lomin se deshizo de la capa y fue allí cuando sintió un objeto punzante presionando levemente su cuello.

—¿Quiénes son ustedes?— interrogó el dueño del objeto que llevaba la parte inferior de su rostro cubierta.

Bin intentó tomar su espada, pero el hombre arrojó un puñal hacia el que traspasó su uniforme y aterrizó en la puerta, se encontraba atrapado.

—Intenta otro movimiento y el próximo puñal aterrizará en el centro de tu corazón— advirtió— Ahora, díganme quiénes son y que hacen en la habitación del rey.

—¿Maestro?— interrogó Lomin al reconocer aquellos ojos tan familiares. 

Rápidamente, el hombre alejó el objeto del rostro de Lomin.

—¿Lomin?— esbozó Mazin mientras se deshacía de la tela que cubría su rostro.




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