Había extrañado mucho dormir en mi cómoda cama rodeada de todos los homúnculos, no sabía cómo describir esa sensación, pero si tuviera que hacerlo diría que es como descansar en el cielo, sobre unas nubes y rodeada de cisnes.
Me encontraba sentada en la cama con la espalda apoyada en el respaldo de madera, a mi alrededor había cuatro seres que parecían ser humanos y todos intentaban abrazarme. Sobre mis rodillas reposaba una bandeja con comida del desayuno y de pie, otros dos homúnculos los cuales habían traído esa comida.
Antes de empezar a comer un pensamiento atravesó mi mente y me alerté un poco. –Dejen de holgazanear, tienen que levantarse, cambiarse e ir a trabajar al Noveno Nivel. –A la par sacudía ligeramente el hombro de un homúnculo masculino, su cabeza estaba a la altura de mi cintura y rodeaba con uno de sus brazos la parte trasera de mi cuerpo.
Su reacción fue seguir durmiendo, solo que esta vez se acomodó más cerca de mí, algo que me parecía casi imposible porque ya no podía estar más pegado a mi pierna. Como no obtuve resultado intenté mover a la que estaba del otro lado, pero esta solo sacó un bostezo y siguió durmiendo en el otro costado.
–Mi señora –llamó mi atención una que estaba de pie al lado de la cama–. La hemos extrañado muchísimo estos días de ausencia, primero se fue de viaje a la Ciudad Perdida y ahora a ese país religioso ¿No quiere estar con nosotros? –La forma en la que Cale dijo esas palabras me pareció tan ingenuamente tierna que mi corazón ardía.
El otro homúnculo parado a su lado agregó. –Espero que no le moleste, pero le pedimos permiso a la señorita Lola para tomarnos este día libre y pasarla con usted ¿eso estuvo mal? –Esa pregunta fue una flecha a mi corazón en llamas.
–Claro que no Calisto, me parece una excelente decisión. Cada vez que tengo que salir los extraño, me encanta estar con ustedes. –Primero observé al homúnculo masculino de pie, luego a la otra y para terminar mi cabeza paso por los otros cuatro dormidos a mi alrededor–. Metis, Elara, Leda y Tebe. Yo los quiero a todos por igual.
Pero fue entonces que algo extraño sucedió, mientras apreciaba el contacto físico, los gestos y el calor de los homúnculos a mi cerebro llegó la imagen de un individuo más. Alguien quien no era un homúnculo ni una creación del clan, y aun así, cuando me quedé dormida varias veces en el carruaje usé su cuerpo como almohada y la sensación fue la misma <¿Eso que significara entonces? Sera que a esa persona también la quiero ¿pero será de la misma forma?> sin duda ese viaje despertó sentimientos extraños dentro mío ¿o los sentimientos ya estaban de antes? Eso sería más preocupante.
Sacudí mi cabeza de un lado a otro bruscamente y eso alertó un poco a los demás. –Me encantaría que pasemos todo el día juntos, pero aun así yo tengo responsabilidades. –Aunque podría no cumplirlas y nadie me diría nada, de todas formas esa no era una razón para no hacerlas.
Antes de que los homúnculos colocaran caras largas e hicieran gestos tristes continúe hablando. –Sin embargo, pueden acompañarme. Tengo que ir a supervisar el entrenamiento en la Academia Difodiant. –Y los seis festejaron alegres.
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El día estaba hermoso, el cielo celeste despejado de nubes. El enorme sol transmitiendo su calor y unas ocasionales brizas de aire que despeinaban el cabello. La Academia de Héroes Difodiant estaba ubicada detrás del castillo de la capital de Rec´Sent del Reino Kereszt.
Su estilo arquitectónico es el de un templo sintoísta, una torre de tres pisos, cada uno más pequeño que el inferior; y un enorme jardín en frente con suave césped, un lago rodeado de piedras y así. Ese era el lugar donde entrenaban casi todos los días los humanos destinados a hacerse fuertes y proteger a su país.
Aun así, este recién era solo el comienzo y como todos los inicios era lento. Actualmente solo contaban con un maestro y tres estudiantes, pero el objetivo era que estos tres estudiantes rápidamente se convirtieran en maestros y cada uno eligiera a sus aprendices.
Además de estos cuatro humanos la academia tenía más residentes, los más destacados eran Saturno, como una de las supervisoras, y sus cuatro Eromenas funcionaban como guardias; dos estaban en la puerta principal y otras dos dentro del templo con nosotros: Bestla, Calipso, Dione y Pan.
Normalmente para mi perspectiva la cantidad de personas acorde al tamaño del edificio era la suficiente. Pero hoy ese no fue el caso, hoy el edificio parecía no dar abasto para la cantidad de personas dentro.
En el centro de la sala colgaba un candelabro con velas encendidas, en cada costado también había velas, pero estaban un poco alejadas de las puertas de papel para evitar incidentes. En el medio de la sala había una mesa de madera gruesa y de patas muy pequeñas, todos los presentes estábamos sentados en el suelo sobre unos colchones blancos.
Sobre la mesa había una gran cantidad de comida y tazas con bebidas. A la derecha estaba Amas sentado con las piernas cruzadas, una de sus manos sostenía una taza con te en medio del aire como si su cuerpo se hubiera congelado. Creo que podía entender por qué.
En la izquierda estaba yo, pero a ambos costados se encontraban tres seres que para él deberían haber sido humanos, aunque no era el caso. Los seis se lanzaban en mi dirección para intentar abrazarme y abarcarme más con sus brazos.
Por suerte, una de las puertas de papel se abrió y Pan ingresó a la sala. En sus manos tenía una tetera que sacaba vapor. –Lo siento muchísimo mi señora, en el comedor no tenían café, así que no pude traerle eso. Lo siento.
–No pasa nada, lo dejaremos para otro momento. Podemos conformarnos con lo que tenemos ¿verdad?
Los seis homúnculos asintieron y hablaron felices al unísono.
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Editado: 27.06.2024