El Rey Sádico [saga Griegos #3]

Capítulo 21

Entramos al refugio donde Kosmos estuvo escondido, era una rata cobarde que había hecho su fortaleza debajo de la tierra, una guarida subterránea, era irónico que deseaba destruir el suelo de Medrea y lo usaba para esconderse.

La guardia real hizo su entrada y veía cuerpos tirados por doquier.

Cerré los ojos y di una rápida plegaria por los caídos, hombres que confiaban en Kosmos.

Después de luchar un buen rato, logramos entrar al centro de la fortaleza donde se suponía él estaría, pero no había rastros de Kosmos.

Me sentía furioso al no encontrarlo, él deseaba atacar el castillo y yo me le adelanté, fruncí el ceño y busqué mi móvil para llamar a Altaír, lo había dejado en el palacio.

— ¿Cómo te enteraste que Kosmos iba a atacar?— Altaír suspiró.

—Su majestad, encontré el móvil de la señorita Yalena—apreté la mandíbula fuerte.

—Caímos en una maldita trampa, Kosmos debe estar cerca del palacio.

—¿Qué? —Altaír sonaba preocupado.

—Me alegra que Pythia y Apollo ya no estén en el palacio, están prácticamente solos, no hay muchos soldados.

—Su majestad...—suspiró largo—Me acabo de enterar que la reina está en el palacio—palidecí, cuando iba saliendo del palacio vi el helicóptero alejarse.

—Dime que es una maldita broma Altaír —apreté fuerte el móvil.

— Lo lamentó la reina sólo saco de Medrea al príncipe Apollo y se ha quedado — apreté los puños.

—Busca los pocos soldados que están en el palacio y que la custodien... Altaír, no te separes de ella, no deseo que algo te pasé. Voy para el palacio — grite a mis hombres la retirada, no podía permitir que Kosmos le hiciera daño a Pythia.

Moriría si algo le pasaba a la mujer que amaba.

Pythia.

Fruncí el ceño al recibir el arma que Altaír me estaba entregando, me dio tantas indicaciones que me sentía pérdida.

Jamás había disparado una de estas, la única pistola que había usado era para jugar aquel juego en mi juventud la de dispararle a los patos y ay mi madre ese perro se pasaba riendo de mi porque no atinaba a ni uno.

—No creo poder lograrlo —Altaír me miró con preocupación.

—Es mi culpa que estemos sin guardias, nunca imaginé que lo del móvil y los mensajes era una trampa, creo mi mente no piensa que hay gente tan mala.

—No es tu culpa Altaír —seguí inspeccionando el arma—Nadie pensó que esa estúpida institutriz era una lame botas.

Me sorprendí al ser empujada fuertemente, no caí al suelo porque me sujeté fuerte de un pilar del gran salón, me giré molesta y ahí estaba la zorra de Yalena.

—Eres una cobarde me atacas por la espalda maldita —ella me sonrió con burla.

—Agradece zorra que no te clave mi puñal —bajé la mirada hacia su mano donde cargaba un puñal, enarque una ceja porque yo tenía un arma, no sabía usarla, pero eso la estúpida no lo sabía.

Levanté el arma y apunté a Yalena, temblaba por dentro, pero no lo demostré. Ella abrió los ojos con sorpresa, al verla asustada agarre más valor y apreté más fuerte el arma.

—Tiraa el puñal —ella obedeció, estire mi pie y patee el puñal cerca de Altaír, quién estaba siendo apuntado por el hombre que andaba con Yalena, pero esté bajó su arma al ver que le estaba apuntando a la estúpida.

Sonreí, pero no aparte el arma de ella.

—Toma el puñal Altaír y ven aquí —Altaír le quitó el arma al hombre, tomó el puñal y se hizo junto a mi —Avancen —los iba guiando hacia los pequeños closet.

Cuando íbamos avanzando hacia los closet me detuve por que sentí que habían puesto algo helado en mi sien

—No te muevas — sentí la pistola helada en mi sien.



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En el texto hay: romances, perdon, amor

Editado: 09.02.2019

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