Todos los que conocían su leyenda lo llamaban el Búho. Tal vez por su personalidad huraña y solitaria que demostraba al no tener apenas contacto humano. Pocos lo habían visto, los extraviados del día aseguraban de un ser con figura humana y una túnica con capucha añil, que dejaba sus pasos hasta la salida del bosque.
En cambio, los perdidos en la oscuridad, tan solo lograban atisbar dos grandes ojos que les observaban desde los árboles, además de un fuerte aleteo que seguía hasta el final del camino.
―¿Cómo has podido encontrarnos? ―preguntó el oficial al joven extraviado de aquel día.
―Solo seguí al búho. ―El oficial llamó a su compañero poco convencido para contactar con los tutores del niño, hasta que oyó un aleteo entre los árboles que se alejaba hacia las profundidades del bosque, donde desde su escondida cabaña alguien observaba a través de su bola de cristal.