Como cada semana, teníamos el hábito de quedar en aquella cafetería, rodeada de tranquilidad, donde nos encontrábamos después de volver de nuestros respectivos trabajos.
Solo que aquella vez, sabíamos que muy pronto tomaríamos caminos distintos. No sabíamos si volveríamos a quedar todos juntos de nuevo en esa misma cafetería, pero sí, que los tres, seguiríamos cumpliendo ese hábito, aunque fuera en otros lugares.
Sellamos el pacto con un brindis con nuestros cafés.