Estando tan cerca de tomar el trono, Absalón cayó a segundo lugar, y Salomón pasó a ser el heredero de David. El próximo rey proclamado de Jerusalén.
Y es que, con todas sus aptitudes, destrezas y habilidades, el hijo más pequeño llevaba las de ganar. Sería un gobernante perfecto y sabio.
Absalón, lleno de ira, se fue del castillo junto con sus hombres -que eran diez mil- por un tiempo a las montañas que protegían Jerusalén, en Gésur, donde los habitantes no le negaron su estancia. Decidió vivir una vida diferente y tomó la decisión de limpiar su alma. Tal vez así, algún día su padre reconsideraría su decisión y heredaría el reino al mayor.
Exiliado, se mantenía al pendiente de los asuntos en el reino.
Y se enteró del golpe que quería cometer la casa de Saúl. Un golpe de Estado contra David, donde tomarían la ciudad de Jerusalén y sacarían del poder a la casa de David.
Pero Absalón no hizo nada, él quería probar que Salomón no era capaz de responder a un ataque directo. O al menos no tan bien como él, de esa manera podría regresar con sus hombres y defender la tierra de su padre para luego ser coronado.
Absalón, quería el poder, pero iba a esperar el tiempo que fuese necesario para que Dios lo llamara nuevamente.
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Editado: 05.05.2020