-Disculpe como sabe usted eso - dije con asombro, si nisiquiera se como ese hombre pudo callar a los medios.
- No se si sabe que la editorial Oliver es la mayor competencia de la nuestra, no hay una cosa que yo no sepa de ellos.
- así que me cree- le pregunté no resolvía nada pero es reconfortante saber que alguien me creía.
- se exactamente lo que pasó- dijo con tranquilidad-y es por eso que usted está aquí hoy.
-no entiendo - dije sin saber por qué, por que sabía exactamente a que se refería.
- quiero ofrecerle un contrato para que trabaje con nosotros, no podrá rechazar mi oferta señorita Loveling vealo como algo beneficioso yo fastidio la competencia y usted se venga por lo que le hicieron.
El sentimiento de venganza nunca es buen consejero pero no se en que momento acepte y había comenzado a trabajar ese mismo día, conociendo mi oficina e instalándose en ella.
-le gusta la oficina -pregunto mi jefe.
- Si -respondi de inmediato - me gusta mucho.
- me alegra escuchar eso. Miranda este es el inicio de una amistad que va a acabar con el imperio Oliver.
Un año después.....
El auge de la revista era cada vez mayor, la editorial Oliver se sumergida en la corriente del olvido y yo no podía esta más satisfecha, la salud de mi padre había mejorado bastante podría decir y era que mi sueldo era muy jugoso.
Aquí estaba tomando mi almuerzo en una pequeña cafetería sólo me quedaban 40 minutos de mi hora y estaba pensando en la Junta que tenía ellos querían más parecían leones sedientos, a pesar de que la revista era la número uno ellos deseaban más, amaba mi trabajo pero esa situación comenzaba a estresarme.
-Buenas tardes - salí de mis pensamientos para mirar al hombre frente a mi- ¿Miranda Loveling?- Moví la cabeza en señal de afirmación -nesesito hablar con usted tiene algunos minutos.
Mire al hombre frente a mi pasaba de los 70 años y su pelo canoso ya le daba un toque de seriedad, su traje impecablemente colocado me daba la impresión de que el hombre aquí presente no era un don nadie.
- ¿disculpe señorita?- el hombre se dio cuenta de mi escrutinio y estaba esperando que dijera algo al menos.
- disculpe Señor .... pero no entiendo que podría hablar conmigo.
-Soy Rafael Oliver, el dueño de la editorial Oliver, padre de Fernando.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente ahora que lo miraba bien tenían algunos rasgos en común, recordé a su hijo y lo que me hizo en el pasado y aún reconocía que la situación seguía teniendo el mismo impacto en mi.
- no entiendo que tiene que hablar conmigo - dije poniéndome agresiva.
- baja la guardia, hasta ayer me enteré de lo que pasó hace un año, más bien de lo que hizo mi hijo, no me siento orgulloso; se de la situación de tu padre y quiero compensarte lo que hizo mi hijo.
- señor Oliver no entiendo su visita, y no me interesa tener tratos con ustedes, el dinero no compensa lo que hizo su hijo y puedo asegurarle que no debe preocuparse por la salud de mi padre el esta muy bien gracias al trabajo que hoy tengo.
- no me rechace, créame que mi hijo no tiene nada que ver y me gustaría enserio hablar con usted, permítame invitarla a una cena, la recogeré a la ocho- lo mire estupefacta el hombre se levantó y me extendió su tarjeta, marchándose.
- Señores la revista esta en su auge, debemos aprovechar las ganancias de la inversión pasada, no podemos reinvertarnos cada que se nos ocurra por que en la actualidad somos de los mejores.
- Señorita Loveling no cite junta para pedirle opinión acerca de el marco actual de la revista, la cite para que de ideas, no quiero ser de los mejores, quiero ser el mejor; quiero estar en la cima-aprete los labios hacia meses atrás que este comportamiento autoritario y cabe decir abusivo había comenzado y me tenía cansada- soy el dueño y para eso se le paga.
- lo entiendo pero debemos tomar en cuenta el comité ninguna empresa funciona sólo con dinero con todo el respeto creo que deberíamos llegar a un acuerdo.
- ninguna empresa funciona sólo con dinero, pero el dinero se nesesita de no ser así usted tendría su propia compañía así que por favor limitese a hacer lo que digo.
- Usted tiene que entender mi punto señor, amo mi trabajo pero no soy un pozo donde ir a buscar cada que se antoje - dije empezando a incomodarme - exijo que se respete mi trabajo y tome en cuenta mis opiniones.
Todos en la sala se mantenían atentos a nuestro intercambio la tensión se cortaba con un cuchillo pero nadie se atrevía a opinar a pesar de saber que tenía razón.
Mi mirada segura estaba sobre el hombre aquel que intentaba amilanarme sin ningún resultado, estaba cansada, harta de lidiar con la petulancia de este hombre.
Mi dinero no era regalado yo lo sudaba, cada peso era resultado de muchas horas de planeacion, de malas noches, de esfuerzo.
- no se olvide señorita, -hablo por fin el hombre- que gracias a este trabajo es que su padre sigue con vida.
Mi mente se bloqueó en ese momento y dejó de maquinar toda razón por la cual me interesaba mantenerme ahí, me hizo sentir como si mendigaba y no era así.
Siempre tuve presente que antes que cualquiera yo tenía que valorar mi trabajo por que si no lo hacía yo no lo haría nadie.
- es un maldito tirano -le grite no se en que momento mi mano se estrelló en su mejilla derecha- usted no me regaló ese dinero, cada centavo lo gane con mi trabajo usted es un estúpido ún mal nacido, un desgraciado como se atreve a utilizar la salud de mi padre para que ... para preisonarme, para hostigarme- con cada cosa que decía me irritaba más.- quédate con tu dinero y con tu trabajo.
Mire su sorpresa, mientras intentaba recomponer su rostro e intentaba dar una respuesta a una junta que se había salido de control y que yo no estaba dispuesta a esperar salí cerrando la puerta con brusquedad.
Era miles los sentimientos que me embargaban en ese momento y a la vez no sabía cómo sentirme al respecto, me senté en una banca de la cafetería de enfrente de la editorial tomando la firme decisión de no volver.
Editado: 10.06.2022