El romance perfecto

I

Seis de junio…

 

Mar había salido la noche anterior a Red Velvet. Solíamos ir juntas a todas partes, sobre todo a esta discoteca, pero ese día no podía.

Le prometí al tío Jose que al día siguiente (hoy) estaría pronto en su tienda y lo ayudaría durante todo el día. El hermano de mi padre tenía una joyería, y dado que yo estaba estudiando diseño gráfico de éstas, me ofreció ayuda. Siendo sincera, a pesar de decirle que sí por voluntad propia, también estaba obligada. El día que decidí dejar de estudiar nadie se opuso, pero mis padres estaban de acuerdo con hacerme trabajar. Las palabras exactas de mi padre fueron: «Si no quieres estudiar nos parece perfecto, pero atente a las consecuencias. Las consecuencias son trabajar. Cada día de la semana.»

Dicho eso, a finales del verano de los dieciséis empecé a trabajar en la empresa de bolígrafos de mis padres. Pero no como una de esas que manejan desde fuera y se ocupa de las relaciones públicas como en las pelis. No, yo estaba en la cadena de montaje, se podría decir que era la cosa más insignificante y a la última a la que le iban a pedir la opinión.

A punto de cumplir los dieciocho, opté por apuntarme a un curso de joyería. Ese era mi momento para dejar el trabajo de mis padres, pero no lo hice, podía alternar las dos cosas. Estudiar y ganar dinero.

A día de hoy, tres años después, sigo en la misma situación y siento lo mismo que años atrás, me estoy perdiendo la vida adolescente. Solo que ahora ya no tengo oportunidad de retomarla.

 

La joyería estaba a cinco minutos caminando de mi casa. En Santa Coloma siempre había movimiento, fuesen las cinco de la tarde o las siete y cincuenta y cinco, como ahora. Hacía ya unos cuantos meses que el clima era cálido, pero ahora mismo, a principios de verano, la temperatura no es cálida, es infernal. El calor que hace es horroroso. 

Odio el verano.

- No puedo más con este calor. Suerte que aquí la temperatura es considerablemente más baja- me quejé al entrar a la tienda de mi tío.

- Así me gusta, mi sobrina preferida con ese optimismo y ganas de vivir que tiene.

Suelto una risita por su ironía al contestar y me agacho para acariciar a Furia. Desde que le entraron a robar, hace un año, su perro Furia siempre está con él. Es un pastor alemán enorme y precioso, adiestrado perfectamente. Si diese el caso que alguien vuelve a intentar atracar la tienda, Jose le diría una palabra al perro y él atacaría sin dudarlo.

- No me gusta el verano- excuso pasando por su lado.

Paso a la trastienda con Furia pisándome los talones y escuchando la risa de su dueño de fondo. 

 

A medida que va pasando la mañana, entra mucha gente, a la cual me veo obligada a sonreír, pero la única sonrisa verdadera que muestro, es cuando veo esa melena rubia, que tan bien conozco, entrando por la puerta. Se acerca hacia mí dedicándome un guiño de ojo a modo de saludo.

- Hola Jose.- levanta la voz para que la escuche desde la trastienda, donde está metido desde hace una hora y media, arreglando un reloj.

- Mar.- exclama- Ya decía yo que la tienda estaba muy silenciosa. 

Mi amiga bufa con gracia, está a punto de contestar, pero el enorme perro la interrumpe tirándose encima de ella para chuparle la cara. 

- Quita, pulgoso.- se remueve debajo de él intentando levantarse, si fuese cualquier otra persona, ya me hubiese puesto a la defensiva por dirigirse a Furia con ese término, pero conocía a Mar, lo decía con cariño. Ella era así.

- No te lo vas a creer.- empieza ella sacudiéndose los pelos de la ropa.

- Créeme cuando te digo que sí, te voy a creer.- ruedo los ojos- No hay cosa que no te pase.

- Ayer en Red Velvet conocí a un tío guapísimo. Na, te lo juro que nunca había visto a alguien tan divertido y bueno a la vez.- ahogo una exclamación al recordar que Jose está muy cerca.

- Baja la voz.- le pido.

- Está bien.- se disculpa- No tienes mucho trabajo, ¿verdad?

Sin dejarme contestar, alcanza la silla que le queda más cerca y se sienta detrás del mostrador. La miro desde arriba levantando una ceja e intentando que no note lo mucho que me gusta que haga eso.

- Estaba bailando con Eva en la pista, ya llevábamos un buen rato. Ya sabes como es ella.

- Sí, nunca se cansa.- Conozco a Eva desde antes que a Mar. A Eva la conocía desde los tres años, ya que compartimos clase hasta los doce. A los quince Mar se unió a nuestro grupo y pasamos a ser un trío. Unos años después aparecieron Raquel y Emma, dos chicas del pueblo con las cuales no habíamos hablado nunca, hasta el día que Eva decidió acercarse a ellas en el parque central. Congeniamos muy bien desde el inicio de la relación. Actualmente, en el grupo somos cuatro, porque Emma se fue a Estados Unidos a acabar su carrera universitaria de filología inglesa.

- Pues me fui a la barra y la dejé bailando con unas chicas que conocía de...-pensó mirando al techo- Bueno, de no sé qué. 

Me rio por lo despistada que es.




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