Veinte de junio…
Hace diez minutos que estoy tumbada en la cama, con el libro sobre mi pecho y mirando al techo. Justo igual que la protagonista cuando he dejado de leer, protagonista cuya única ayuda en su vida, son sus pensamientos, dice que no le preocupan las cosas “malas” que le pasen, le da igual que se ponga a llover cuando está a punto de salir de casa, no le importa que un plan no salga como se ha planeado… Es decir, que se basa únicamente en la frase: Todo pasa por algo.
Me he puesto a mirar atrás en el tiempo y durante estos minutos en trance, me he replanteado esa frase. Quizá al fin y al cabo, el impulso de dejar de estudiar pasó por algo, el hecho de encontrarme con Mar y que ella estuviese en la misma situación pasó por algo…
La voz de mis profesores corta de raíz mis pensamientos. No intentes buscar excusas, lo dejaste por vaga. Como consecuencia has perdido experiencias maravillosas, experiencias de adolescente.
Agradecí escuchar que picaban a la puerta, de no haber sido así, ahora mismo estaría llorando por la impotencia de saber que en algún momento me creí esas palabras y… Para qué mentirnos, me las sigo creyendo.
El pomo de la puerta giró y se abrió de golpe.
- Aquí viene tu salvación, bombón.- extendí los brazos para abrazar a Mar- ¡Madre mía!- me mira horrorizada- Menos mal que he venido. Te aburrías tanto que te has puesto a leer.
- Me gusta leer, ya lo sabes.- puso una mueca y como respuesta, le saqué la lengua.
- Bueno. ¿Te acuerdas de la conversación que tuvimos en la joyería?
- Estás constantemente en la tienda Mar, tenemos muchas conversaciones.
- Cuando fui a Red Velvet.- pone los ojos en blanco, como si fuese mi culpa, que no me acordase de lo que pasó hace dos semanas.
- Le escribí,- sigue ella- me respondió y quedamos.
Me quedo boquiabierta.
- Que guardadito te lo tenías.- le recrimino.
- No te quejes. Eres la primera persona a la que se lo he dicho, necesitaba tiempo.
Suelto una carcajada involuntaria.
- Tiempo, ¿para qué?
- Para decirte que creo que quiere ir bastante en serio.
- Estoy flipando.- parpadeo sin parar- Cómo carajos…
- Flipa en otro momento.
- Cómo…
- Las preguntas también, déjalas para otro momento.- me corta de golpe- Quiero que lo conozcas. Vístete. Hemos quedado en cinco minutos, pero conociéndolo, no te voy a meter mucha prisa. Seguro que llega media hora tarde.
- Estaba relajada.- me excuso tirándome, de nuevo sobre la cama.
Se tira sobre mí y me mira aburrida.
- Na, las dos sabemos que te estabas comiendo el coco con algo que no merece la pena.
Me pongo roja de vergüenza.
- No sé por qué motivo intento mentirte si te acabas dando cuenta de todo.- respondo fastidiada.
- Quiero que mi mejor amiga y el chico con el que, Dios sabe que me pasa, se conozcan.- hace un puchero- Por favor.
Nos dirigimos hacia donde habían quedado, y como bien decía Mar, él llega tarde.
- ¿Cómo se llamaba?- pregunto sabiendo perfectamente la respuesta.
Niega con la cabeza y clava la mirada a mi espalda. No sé si es impresión mía o de verdad le brillan los ojos. Me giro cuando ella se levanta del banco.
- Hola, preciosa.- le planta un beso en la boca y me obligo a mí misma a mantener mi cara pasiva. Mi amiga sonríe como una tonta.
- Esta es Ariadna.- me presenta- Mi mejor amiga.
Me fijo en él cuando me acerco a darle dos besos y entiendo por qué la rubia está tan encantada. Nos saca una cabeza a ambas, tiene el pelo castaño perfectamente peinado hacia atrás. Sus ojos se clavan en los míos y… es atractivo, no lo voy a negar.
- Soy Yago.- me sonríe dejando ver sus dientes perfectamente blancos.
Después de pasar toda la tarde junto a ellos, me doy cuenta de que se gustan de verdad. No paso por alto la cara de embobado, que se le queda a él cuando Mar se ríe, habla, o simplemente respira. Un pinchazo se me instala en el pecho, siento un poco de envidia (de la buena) queriendo saber cómo se siente que alguien te admire de esa manera.
- Ariadna.- Yago llama mi atención sin dejar de tocar la mano de la persona que tiene al lado- Le estaba diciendo a Mar que este viernes tengo una cursa, con un amigo. Mar me dijo que la empresa os ha dado vacaciones, así que si queréis pasaros…
Me encojo de hombros mirándola a ella, sé que quiere ir. Me aseguro de que sea por la tarde, ya que por la mañana me encargo de la tienda.
- Está bien.- acepto- Iremos, claro que sí.
- ¿Qué opinas? - me pregunta Mar, repentinamente nerviosa.
Entrelazo nuestros brazos y le doy un golpecito con mi cadera a la suya.
- Me gusta.- admito- Parecéis, no sé, ¿felices?