El romeo de sangre

Misterioso

 

Martín regresó a San Isidro con un semblante diferente a como se fue, no había conseguido la ayuda que necesitaban, él no era un cardenal, un sacerdote entrenado para combatir demonios o seres sobrenaturales, no era un cura con experiencia en lo paranormal, esta solo, sus compañeros le habían dado la espalda y no estaban interesados en exorcizar aquel demonio sangriento, durante todo el camino se vino hablando con Dios, planteando su queja, sus miedos y sus angustias.

—Se que el hombre no tiene el poder ni la autoridad de decidir quien entra en tu presencia y quién no, ningún ser humano puede declarar que ya no te pertenece, no hay ángeles, ni principados que puedan alejar a un hombre de ti, tus ojos me encontrarán aun en las tierras más remotas, mi alma te clamara por que tu eres mi dueño, dame la fuerza para poder combatir a esa criatura y regresarla al lugar donde pertenece, no dejes que me acobarde, no permitas que dude de ti…

Mientras Martín regresaba decaído, se encontró con la noticia de que ya habían fallecido tres mujeres más, Ana, Monserrat y Lorena, esa noticia lo devastó, al ver la angustia de los habitantes de san Isidro, no tuvo el valor de anunciarles su despido.

—Díganos que consigo el apoyo padre…ya no podemos seguir así…ya son ocho las fallecidas y la gente comienza a tenerle miedo a ese demonio, por favor…tienen que detenerlo, la criatura ya se pasea por las calles y toma la forma de un lobezno, araña el suelo sacando chispas y se ríe de nosotros mientras nos orinamos de miedo.

—No teman, la ayuda ya fue mandada.

—¿Y por que vino solo? ¿Donde están los otros sacerdotes?—preguntó la gente desconcertada.

—Me dieron dirección para que yo mismo lo expulsara, no tienen de que preocuparse, me pondré en marcha esta misma noche y haré lo que este en mis manos para devolver a ese demonio al infierno del que salió.

—Muchas gracias padre, gracias.—la gente lloraba aliviada, realmente estaba aterrados.

Ángela, Frida y Vanesa lo miraban a lo lejos, sabían que Martín estaba mintiendo.

—No le aprobaron la solicitud ¿verdad?—preguntó Frida con un nudo en la garganta.

—No…—le respondió Vanesa asustada.

Martín las vio y miró fijamente a Ángela quien le sostuvo la mirada, sentía que los estaba defraudando todos.

—Hablaré con él…—expresó Ángela con seriedad.

Y una vez que la gente se disperso y regresaron a sus casas, Ángela quedó a solas con Martín.

—¿Podemos hablar?

—Recline llego de un viaje, estoy muy cansado, tengo muchas cosas que hacer.—Martín se fue y dejó a Ángela desconcertada y al instante, Frida y Vanesa corrieron a su encuentro.

—¿Te rechazó de nuevo?—le preguntaron sus amigas confundidas.

—¿Que? No lo busqué para confesarle mis sentimientos, no quiso hablar conmigo, dice que esta muy cansado, pero es evidente que algo malo le pasa, estoy segura de que no le dieron el apoyo, pero por su actitud debe haber pasado algo aun más grabe.

—¿Y que vamos hacer?—preguntó Frida temerosa.

—No lo sé…

(Días antes cuando German y Genaro fueron en busca del chaman que tenía la habilidad de hablar con los espíritus y expulsarlos)

—¿Cuantas horas llevamos en carretera?—preguntó Genaro conteniendo sus ganas de ir al baño.

—Ya estamos cerca ¿ves esos listones blancos amarrados en los arboles? Se supone que el chaman los usa para ahuyentar a los malos espíritus, dicen que hace pactos con las almas nobles y ellas les prestan sus servicios para hacer cadenas en todo el pueblo para que los espíritus malignos no entren.

—¿A cambio de que?

—Veladoras, rezos, contactar algún familiar vivo y aveces sangre.

—¿Sangre? ¿Por qué?—preguntó Genaro impactado.

—Por que la sangre representa la vida, les da un extasíes momentáneo, como un recuerdo de cuando estaban vivos, algunas almas ven a la sangre como una droga, algo que los hace sentir menos muertos.

—Eso es espantoso ¿que no hay descanso para ellos?

—Piensa en estos espíritus como los adictos de nuestro plano, están tan perdidos que solo buscan llenar sus vacíos con sangre humana, por eso le prestan sus servicios al chaman, aunque eso es lo que se dice, no me hagas mucho caso.

—Diablos, soy un miedoso ya se me erizó la piel.—expresó Genaro mientras tragaba saliva.

—Eso es por que ahora mismo estamos caminando entre espíritus.—le dijo German con seriedad.

—Ay Dios mío….

—Jeje, solo bromeo.

A lo lejos Genaro y German vieron a un hombre que caminaba descalzo entre la tierra, llevaba un bastón de madera adornado con listones de diferentes colores, rojo, blanco azul, lila y uno dorado, usaba un traje color beige y un sombrero de paja.

—Pobre vagabundo, debe estar desorientado por el calor.

—¡Es él! ¡El chaman! ¡El nahual de San Bartolo!—exclamó german aliviado y rapidamente lo alcanzaron.

—Disculpe señor ¿usted es el chaman de este pueblo?—le preguntó Genaro sacando la cabeza de la ventana.

—Señores ¿tienen tiempo buscándome?

—Acabamos de llegar, necesitamos su ayuda, es una situación de urgencia ¿podría ayudarnos? Venimos desde San…— el chaman los interrumpió y añadió.

—Vienen de San Isidro Genaro, lo sé ¿como estas German?

—¡Si es un brujo! —externó Genaro asombrado.

—Cualquiera los reconocería por su acento raro jajaja, pero creo que su visita es en vano.

—Queremos pedirle su ayuda, hay un demonio que nos esta acosando, ya han muerto muchas mujeres por su culpa. Es un sucubo ya no sabemos que hacer con él.—le dijo German con frustración.

—Ese tipo de demonios son parásitos, se alimentan del miedo, el placer y los deseos, y seguirá matando si el santo de Dios sigue dudando de si mismo, Martín debe confiar en que Dios esta de su lado, solo el puede regresar al demonio a donde pertenece.

—Pero…él mismo fue por ayuda…




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