Los gritos de Vanesa les erizó la piel hasta la nuca, su espina dorsal experimentó varias descargas eléctricas que los dejaron como tiesos, el aire se sentía pesado, por más que inhalaban, no se llenaban del todo sus pulmones, la hora del mal había llegado, se podía sentir el ambiente infernal, la noche había sido tocada por el diablo.
—¡Martín! ¡Martín ayuda! ¿Donde estás?—Vanesa se desgarraba la garganta en cada grito, estaba desesperada.
—¡Vanesa! —exclamaron ambos saliendo de la iglesia y cuando salieron a la intemperie de la fría noche, sus corazones se llenaron de miedo y angustia, el pueblo parecía estar sumergido en un manto de espesa niebla, hacia tanto frío que parecía invierno.
—¿Que sucede? ¿Estas bien?—le preguntó Ángela mientras la sacudía de los hombros, estaba ahogada en llanto que ni si quiera le salían las palabras.
—Es….Frida….Ella y su padre…—sollozó Vanesa aterrada.
Nuestros amigos se encontraban a mitad de la calle, en medio de aquella espesa niebla, cuando de repente, martín levantó la mirada y sus ojos se abrieron de golpe, el demonio caminaba con Frida en los brazos, completamente pálida, parecía estar muerta.
Sus ojos rojos se asomaban en la oscuridad, brillaban como llamas del Inferno, tenía sus alas guardadas y sus patas de cabra hacían sonidos huecos en el asfalto, era enorme, como David y Goliat la diferencia de tamaño, tenía un aspecto intimidante, sacado de las peores pesadillas.
—Entren a la iglesia…—les dijo Martín con urgencia.
—No puede ser…esta acercándose a nosotros.—exclamó Ángela y cuando vió a Frida en los brazos de aquella bestia, se quedó perpleja.
—Frida…—Vanesa entró en shock al verla tendida como una muñeca de trapo.
—¡Dijiste que no la lastimarias! ¡Lo prometiste! —gritó Ángela llena de rabia y dolor.
—¡Entren a la iglesia! —les ordenó Martín, quien quería entrar por el libro sagrado, ya no había tiempo para seguirse preparando, debía enviar a ese demonio a donde pertenecía.
Así que las tomó de la mano y las intento meter a la fuerza, pues las dos estaba casi entumidas, pero la única que pudo traspasar la puerta de la iglesia, fue Vanesa, Ángela comenzó retorcerse de dolor una vez que rozó la fachada, comenzó a llenarse de llagas.
—¡Ahhhhh! ¡Me quema! —gritó Ángela revolcándose en el piso.
—¿Que esta pasando? ¿Que tiene? —preguntó Vanesa al ver como sus quemaduras humeaban.
Martín se le quedó viendo con gran dolor, el alma de Ángela ya estaba marcada por el romeo de sangre, por eso ya no podía refugiarse en el lugar santo, él la abrazó y al momento sus heridas comenzaron a sanarse, lo hicieron cuando se alejó de la iglesia, entonces empezaron dibujarse unas marcas oscuras en su cuerpo, eran como tatuajes, similares a los que poseía el incubo, su transformación se estaba acelerando con su presencia.
—Ángela…todo estará bien…—le dijo martín quien supo lo que debía hacer para salvarla.
Así que se dirigió a Vanesa ordenándole que permaneciera dentro con las puertas cerradas y que se untara el cuerpo con agua bendita, ella accedió, pero no estaba desacuerdo en ser la única que permaneciera a salvo, tenía el presentimiento de que German y Frida seguían con vida.
—¡Pase lo que pase no salgas de ahí! Tenemos hasta el amanecer para derrotarlo y salvar a Ángela.—le dijo martín decidido.
—Pero…tus cosas…(se refería a los utensilios sagrados de los que les había contado)
—No hay tiempo para eso, deberé hacerlo yo solo, mi cuerpo será el único recurso y mi fe mi armadura.—exclamó martín con el ceño fruncido.
—Tu puedes hacerlo, confiamos en ti…—le dijo Vanesa depositando toda su confianza en su amigo y se dijo en sus adentros.—sin embargo no puedo ser la única que se quede de brazos cruzados.
Vanesa cerró las puertas de la iglesia, pero buscó desesperadamente la puerta trasera, debía haber una ventana, algo que le permitiera salir a buscar a German para que este la ayudara a recuperar a Frida mientras el demonio estuviera distraído, así que se apresuró y una vez que encontró una salida, se escabulló valientemente dejando sus miedos atrás.
—Ayúdanos señor…solo tu puedes protegernos.—exclamó Vanesa mientras corría hacia German.
Por otro lado.
—¿Que me esta pasando? —preguntó Angela desconcertada, le temblaba el cuerpo.
—Te estás transformando en una incubo.—le dijo Martín mientras se ponía delante de ella y añadió.—yo te protegeré.
—¿Que estas diciendo? ¿Protegerla de que?—le preguntó el demonio con un tono agresivo.—ella es mi novia, jamás la lastimaría.
—Eso le decías a tus otras amantes y mira como terminaron, no dejaré que te lleves a Ángela, no volverás a lastimar a ninguna mujer, te lo prometo.—le dijo martín con seriedad.
—Hazte aun lado y no interfieras, tu destino será la muerte, aceparlo y déjame seguir mi camino.
—Prometiste que no la lastimarías…—exclamó Ángela quien no podía dejar de ver a Frida ¿Por que la mataste? —le reclamó Ángela entre lagrimas.
—Me miras como si hubiera sido yo, el primero en romper la promesa, te besaste con este santo y si él no te hubiera rechazado, te habrías lanzado a sus brazos, tu me orillaste a esto, son las consecuencias de llenarme de celos.—le dijo el sucubo entre gruñidos.
Ángela se sintió terriblemente culpable cuando supo que ele amonio la había descubierto.
—Tu la convertiste en esto, ella no puede contener sus deseos pasionales por tu culpa, es la naturaleza de tu especie, guiados únicamente por el deseo y la perversión, así que si vas a culpar a alguien, condénate a ti mismo.—le dijo Martín mientras se doblaban las mangas de su camisa y se desabrochaba algunos botones de su camisa para estar más cómodo.
—¿Piensas enfrentarte a mí santo de dios? ¿Así sin nada en las manos? No se si eres valiente o estúpido.
—Solo me basta mi fe en el señor para derrotarte, no seré yo quien te venza si no el Dios al que sirvo.