El rostro de la Nada

10 horas después...

Habían pasado 10 horas desde que todo había comenzado y desde que la figura masculina apareció flotando en el cielo de New York en medio de Times Squere y que siniestros jamás antes vistos por la ciudad comenzaron a llegar.

Sin embargo, eso no era lo sorprendente o lo atemorizante de la situación. El hecho de que una persona se encontrara levitando o flotando según como pensara el espectador hacía que todo el escenario se volviera más tétrico y extraño.

Se encontraban temerosos, pero con el valor y la adrenalina a lo que mucho dicen como "al mil por hora" subieron lo más rápido o puede que mejor se escuche o lo más veloz posible hacia el punto más alto de los edificios cercanos al joven.

─No puede ser ─dijo un hombre de mediana edad, lo cierto es que la edad no importa tanto cuando por fin se encontraba en el punto más alto ─ ¿Cómo es esto posible?

─ ¿Qué es lo que ves? ─preguntó otro por medio de un radio portátil, de esos con los que se comunican los niños cuando juegan a ser espías pero de largo alcance ─Por acá solo se puede ver su espalda y una capucha ondeándose por el aire a causa del viento.

─No tiene rostro ─dijo otro de los que acompañaba al primer hombre por el radio.

Las palabras habían abandonado al primero de los hombres, todo en su rostro, uno que él si parecía tener, se había marchado de manera rápida y sin algo que dejara huella.

Se podría decir que el asombro predominaba en los ojos del pobre ser humano que simplemente había acudido ahí para ayudarlo. Lo que no sabía es que allá de la impresión y de lo preocupado que pudiera estar por la salud del que no tenía rostro era el hecho de que habría manera de salvarlo.

Entonces la pregunta que había comenzado a formarse en el primer hombre se hizo una realidad ¿Qué fue lo que sucedió con su rostro?

Era claro que no era sencillo de explicar o si quiera había posibilidad de responder, pero entonces nació la duda de si este era la primea vez que había sucedido algo parecido. Tal vez no era de esa manera pero aunque hubiese la posibilidad de que si existieran algunos que hayan pasado por lo mismo que aquel joven que se encontraba flotando, las memorias de quienes lo veían en primera fila se encontraban nubladas y borrosas por la sorpresa de lo descubierto.

Ahora se podía decir con certeza que aquel rumor a voces era completamente cierto, y que lo que llamaban la leyenda de un joven apodado El rostro de la Nada era real.

Cada cierto tiempo el cuerpo de Milo era abatido por estruendosos rayos. Rayos que impactaban en su cuerpo y cada tanto tiempo que si no era quitado de ahí podría morir y con eso la leyenda viviente para pasar a ser solo una leyenda urbana.

Por otro lado Milo o al menos el subconsciente de Milo se encontraba absorto en un sinfín de pensamientos que le hacían preguntarse que era lo que debía de hacer y cómo es que lo debía de buscar ese rostro al que se le había encomendado encontrar. Sabía en el fondo que aunque hubiese muchos antes de él que habían pasado por la misma búsqueda, pero nunca sin encontrar nada aunque hayan obtenido un rostro de nuevo.

Había una sospecha creciente de que Milo era la última vez que volvería a suceder este ciclo. Esta búsqueda sin fin, en donde se encontraría la verdad, aquella que su familia había estado buscando por mucho tiempo.

Con cada día que pasaba la familia de Milo tenía más claro que él era la clave de todo este embrollo, de todo este anatema familiar que por su venas corría sangre color rojo, pero con la peculiaridad del inicio de los tiempos. La peculiaridad de estar encadenado a una ser llamado nada.

Un rayo, uno más y otro más, y así se fueron sumando hasta que en total habían colisionado sobre el cuerpo inerte y flotante de Milo. El tiempo se agotaba y la con eso la vida de Milo se marchaba se du cuerpo.

La noche había llegado y el impresionante paisaje de una noche estrellada volvió a aparecer en aquella ciudad de Estados Unidos de América pese a la cantidad insana de luces que propiciaba Times Squere. Con la noche habiendo llegado y los rayos golpeando cada vez más seguido a Milo, las autoridades y ciudadanos se encontraban alerta de todo lo que pudiera suceder.

La ciudad se había detenido por completo.

Entonces era claro, México tenia los volcanes y los terremotos, Europa tenía consigo la historia más longeva que pudiera aparecer en los libros juntos a sus miles de fallas, África lo que pudiera ser el inicio de la humanidad; pero ese día Estados Unidos, lo siento una disculpa, la ciudad de Nueva York obtuvo la confirmación de que la leyenda andante de un joven sin rostro y el acontecimiento más grande la historia del país era suyo.

Nada y las almas en pena más maltratadas que todas aquellas que lograron sufrir en vida sobre la Tierra se encontraban en ese lugar del universo peleando, gritando, discutiendo y llevando a nuevo nivel la disputa por la paz. Paz que nunca llegaría, al menos que Milo despertada de ese entumecimiento mental y corporal que tenía.

Las grandes paredes de donde se encontraban cautivas desde hace mucho tiempo comenzaron a desmoronarse poco a poco, como cada uno de los detalles que pudieran contener por medio de pequeños y destructivos temblores.

─ ¡Déjanos libres! ─grito Bagasati, hombre que había llegado por eso del siglo XVI y que aun con el hecho de que había pasado mucho tiempo, la actitud de un hombre que la gran mayoría residió en Inglaterra y que terminó en el nuevo mundo siendo parte de la conquista de las trece colonias, su voz seguía sonando de la misma manera que el día en que murió. ─Debes comprender que no somos tus esclavos, que no soy tú esclavo. Ya no.




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