Revisé una y otra vez aquel desordenado tablón de anuncios esperando encontrar mis horarios de clases lo antes posible. Me sentí ofuscado por haber llegado tan temprano por un usual nerviosismo de universitario primerizo. Desgraciadamente por más que buscaba el nombre de Esteban Valentino no aparecía en ninguna de esas listas.
-Disculpa –me dijo alguien interrumpiendo mi búsqueda –¿Sabes si este tablón esta actualizado?
-Eh... no, no lo sé. Disculpa –respondí aun algo sorprendido pues no mi di cuenta que había alguien justo al lado.
Por suerte una chica intervino informando que los horarios de clases se encontraban en un tablón distinto en el área administrativa. Aunque al parecer lo que el otro joven buscaba en realidad era la ubicación del centro de estudiantes. Aproveché para alejarme en silencio algo avergonzado pues a diferencia de ese carismático chico yo me equivoqué de tablón. De hecho las listas que revisé de manera inútil eran en realidad estudiantes voluntarios para los festejos de aniversario de la Fuerza Universitaria Revolucionaria.
Fui directo al área de la rectoría para revisar sus horarios. Esta vez no me costó mucho encontrar mi nombre en lista de la carrera de Sociología pero los horarios no parecían completos en cuanto a las materias. Me aproximé al escritorio más cercano para pedir información.
-Lo lamento –se disculpó la secretaria –Siempre nos retrasamos en publicar los horarios de los de primer año desde que se establecen en cooperación con la dirigencia de la F.U.R. –revisó su computadora –¿Cuál es su nombre?
-Esteban Valentino –respondí sin hacer ningún comentario de su disculpa.
-Aquí esta. Le tocó el horario A –me informó –Su primera cátedra comienza en media hora a cargo del docente de filosofía Hugo Valenzuela
CAPÍTULO 2
UN DOCENTE MEZQUINO
Por supuesto que el Saboteador tenía un nombre real. Irónicamente uno muy cercano al anonimato, a diferencia de varios otros apodos carentes de amabilidad con los que lo nombrarían desde antes del juicio.
Esteban Valentino no era un estudiante común, pero los que lean esta crónica no deben malinterpretarlo porque distaba mucho de ser alguien especial. En realidad se encontraba incluso por debajo del promedio social. Los pocos chicos que lo recordaban y que compartían materias con él lo describieron como una persona bastante irrelevante para la congestionada vida universitaria. "Siempre tenía una cara con ganas de morirse" me contaron algunos de sus compañeros de segundo año cuando recabé información. "Era como si todos los días tuviera resaca pero sin el recuerdo feliz de los que en verdad tienen resaca" me dijeron otros bromeando un poco aunque sin alejarse demasiado de la realidad. Sin embargo la aplastante mayoría estudiantil, incluyendo a los tres líderes de la F.U.R. concuerdan en que no tenían idea de quien era Esteban Valentino hasta la noche del incidente de la toma.
Tres meses antes de aquello la anónima vida de este universitario de 19 años no parecía vislumbrar algún cambio en el horizonte.
El triste y aburrido joven caminaba por los amplios pasillos del segundo piso de la Universidad Real de Tyndale después de concluir la clase de Teología II, una materia obligatoria en toda carrera de ciencias sociales. Esteban fue bastante sincero al admitir que en ese momento no pasaba por su mente ni el más mínimo indicio de lo que ocurriría meses después y fue más sincero aún respecto a su estado de ánimo del día a día argumentando no sentirse bien o mal pero tampoco en un punto medio. "Hasta para sentirse del asco uno necesita saber por qué" me dijo él. "Estaba en la nada" agregó enfatizando el hecho metafórico de que lo único peor que no poder elegir moverse a la derecha o izquierda es el no querer hacerlo, permaneciendo en el mismo sitio indefinido... preguntándose si es correcto optar por una cuestionable vía alternativa.
Llevaba puesto un pantalón de tela, una gabardina color mostaza y guantes de cuero negro. "Siempre se vestía igual" me contó su madre "Y nunca se metía en problemas... hasta esa maldita noche" agregó recordando aún con angustia los sucesos de la toma.
Se detuvo frente al salón de filosofía pero notó que los de primer año continuaban con la cátedra. Esperó apoyado en la baranda contemplando el patio principal que comenzaba a llenarse de estudiantes que concluían sus clases de la mañana. Divisó al menos seis parejas de enamorados al azar, cuatro de ellas en la gran fuente del centro del patio, todas abrazándose o besándose con una gran obviedad.
Un pensamiento fugaz pasó por su cabeza "Es interesante lo sencillo que es para la mayoría de los jóvenes ser feliz" me confesó en otra de nuestras entrevistas dilucidando que al principio le pareció injusto pero eso fue antes de llegar a la conclusión de que la definición de justicia social es solo ideología que surge o se hunde dependiendo del poder que se tenga.
−La juventud... —se dijo en voz baja y añadiéndole algo de sarcasmo —Sinónimo de felicidad y plenitud...
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Editado: 18.09.2020