De vez en cuando aquel demonio aprendiz se adentraba en el poblado de Anej Nereb buscando nuevas víctimas para su enredada red de pactos. Sus víctimas debían ser de una edad parecida a la de él, ya que sabía que serian los más fáciles de convencer.
Mucho tiempo no paso hasta que su sombra se extendió en los pensamientos de algunos infortunados niños. Se presentaba vestido ante ellos de tal forma que no fuera reconocible visualmente, o al menos, que lo fuera lo menos posible. En los recuerdos de quienes pactaba solo debían quedar además de el pacto en si mismo una palabra cualquiera, una seña, una prenda con algún símbolo dibujado, un apodo o cualquier cosa que lo hiciera reconocible ante ellos solo cuando él así lo deseara.
Tales tratos ocurrían en un momento, la pobre y corta memoria le daba poca importancia a algo que probablemente fuera primordial. Si esa condena los sorprendiese a ellos en el futuro ¿Se sentirán culpables o engañados?. Las almas se pierden rápido, el pensamiento ignora, el cuerpo peca y el alma es entregada al demonio. Así de fácil, así de sencillo. ¿Que haría ese ángel caído con esos seres que ya le debían algo?. Solo el tiempo lo diría.
¿Cuántos pobres tontos no son engañados con cosas como estas? Dar algo importante a cambio de oropel y falsedad. Valioso parece a los dos lo que cambian. Uno conoce que es lo que vale el bien ajeno y el otro ignora lo mucho que vale el propio. Los papeles a veces pueden resultar intercambiados dependiendo del ángulo con que se miré un trato. Pero es bastante peligroso el pensar que se está ganando con un intercambio ignorando parcial o totalmente que hará el asociado con el bien que está recibiendo.