Parte I
Ahora la llegada de su hermana Victoria, significaba la humillación para Merida, después de todo ella solo era un adorno en aquella familia tan despreciable en la que nació. Siempre fue claro quién era la preferida, la selecta en su familia, y esa jamás fue ella, siempre fue la segunda opción de todos, inclusive de los Bélanger. El frió viento chocaba en el suave y pálido rostro de Merida quien admiraba la luna desde su ventana, escucho como detrás de ella era cerrada la puerta de su alcoba y sin ningún ápice de interés voltio a ver de quien se trataba, claro estaba. Era él, desde ahí podía sentir el aroma de ella, y la tristeza la embargo, con la mirada ausente lo observo y él sin ningún rastro de remordimiento admiro a la rubia de ojos azules, que parecía la encarnación misma de Venus, se desabrocho la camisa y se adentró en su cama, dejando en silencio la alcoba, dejando el dolor plasmado en aquellos ojos que alguna vez le parecieron los zafiros más hermosos del mundo. En algunas ocasiones Merida admiraba la luna y desde su balcón se preguntaba ¿Cómo se sentiría volar? ¿Cómo se sentiría morir? ¿Cómo era el cielo? Pero el pensar que ella pudiera tocar el cielo se le hacía absurdo, el infierno era más accesible, después de lo que hizo, el infierno parecía más llevadero, que aquel limbo en el que vivía.
La dulce melodía del piano embelesaba por completo los sentidos de Jacob quien admiraba con veneración la espectacular figura de su hermana, que permanecía tan concentrada en cada nota, que salía de aquel piano mágico, que la envolvía en la ensoñación y la despojaba del plano terrenal, aquellas notas que transmitía con tanto sentimiento, que decían mil cosas, que llevaban tantas emociones. Nadie sabía apreciar con tanta pasión como lo hacia él pues Jacob siempre notaba el sentimiento que involucraba Addy en cada nota, y Addy apreciaba tocar aquellas melodías a las que dedicaba tanto tiempo perfeccionar, siempre tratando de darlo todo, de plasmarlo. Los aplausos le dejaron saber a la pelinegra lo encantados que habían quedado todos con su melódica actuación, pero Adelaine apenas y sonrió, no se sentía feliz, ni complacida, más bien se sentía ausente, triste y desolada, en dos días partiría de su hogar para embarcarse en el internado de Soucex, en Londres, en donde seguiría su educación y estaría a cargo de su tía Natalia, no por nada ella había viajado desde Londres hasta Bruselas, para Adelaine no había nada que aplaudir ni celebrar.
Era algo devastador y terrible.
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To be continued...