Primera Parte.
-¡Corran! ¡Niñas corran! - gritó la muchacha.
- ¡Corran, que los atrapo!- advirtió tenebrosa la pelinegra.
- ¡Nooooo!- exclamaron las niñas en asombro y diversión.
Las risitas rodeaban todo el conjunto de la propiedad bañada en árboles y de un campo verde por las recientes lluvias muy común en Londres. Pero ese día un esplendoroso y limpio cielo se dejaba contemplar.
- ¡Niñas! - exclamaron.
- ¡Adelaine! ¡Marisol! - llamó la mujer.
Ambas muchachas fatigadas que corrían en círculo tras las niñas se detuvieron agitadas a observar a la mujer mayor vestida con un hábito blanco que las contemplaba sonrientes.
- Adentró, ya sonó la campa. A comer. - aviso.
Las jóvenes asintieron y las niñas dispersas dejaron de jugar para hacer una mueca de disgusto y exclamar en queja.
- Ya escucharon, a comer- señaló la joven de mirada castaña.
- Nooo, Otro ratito más. - pidió Rocio una de las niñas.
- No, no, no. Hay que obedecer.- señaló concienzuda.
La niña junto a otras más gesticularon muecas de inconformidad, pero rápido se abocaron a las mayores, Marisol y Adelaine. Rápidamente entraron y tras un breve recorrido que hicieron por el angosto y viejo pasillo que daba por la cocina llegaron al comedor principal en dónde grandes y chicas ya degustaban del almuerzo que repartían todas las monjas. Las chicas fueron a su mesa en dónde se encontraban niñas de su edad.
Y Adelaine y Marisol, cómplices se sentaron juntas en dónde platicaron con el resto, aunque Adelaine, al final se ausentó de toda conversación como ya era costumbre. Marisol, sólo le observó de reojo dejando pasar su actitud. Al finalizar del almuerzo, su mesa era la encargada de recoger y limpiar, y tras dos horas recogiendo y limpiando todas las mesas debían ir a su salón a recibir clases de arte.
En el camino que se hicieron hacia su salón Addy, iba muy callada en opinión de Marisol, y a medio pasillo no lo pudo evitar y se detuvo deteniendo a la pelinegra, quién cabizbaja la contempló desconcertada.
- ¿Y a ti que te sucede? - inquirió molesta.
Marisol, llevaba siendo amiga de Addy, desde hacía dos años y desdé el primer día en que ella entró al internado. En primera instancia a Marisol, le pareció que Adelaine, era una persona demasiado, presumida y arrogante. Tal vez fue por su actitud desinteresada y apática en un principio. Pero con el tiempo la conoció mejor y supo que aquello solo era un escudo. Pero, ¿por qué? Y sobre todo ¿Para qué? Esas eran preguntas que venían rondando en su cabeza desde hacía ya un tiempo, eso, y la tristeza y lo decaído de su estado.
- Addy, puedes decirme. - aseguró calmada.
Adelaine, la contempló en completo silencio, ¿Decirle? ¿El que? No, ella ya no tocaría más el tema. Se lo prometió a sí misma, pensarlo era una cosa, pero, decirlo, eso ya era un dolor con el cuál ella no podía lidiar. Sabía perfectamente que sí lo decía, tan sólo su nombre, probablemente la realidad misma parecería algo más que trágico, se convertirá insoportable su propia existe.
- ¿De qué hablas? Vamos se nos hará tarde. - decidió.
- ¡No! Adelaine dime. Me preocupas. - sostuvo afligida.
Ella negó cansada. No, no quería.
- No hay de que preocuparse. - aseguró.
- Pero, eso yo no lo sé. - contrarió.
- Déjalo ya. - pidió desesperada.
- Bien, pero dime algo. - concilió.
- ¿El que?- aceptó.
- ¿Se trata de tú familia?- cuestionó.
Su familia. Ese era un tema aparte, el descuido total que su familia le dedicaba, dos años en aquel internado, dos años sin ver a su familia, sin una sola carta de su madre o su padre, ni siquiera de su tía Nathalia. La única que le visitaba brevemente era su tía Elizé, y con completa inapetencia.
Y de él... era claro que de él no sabría nada. Él ya le había olvidado.
Su mirada entristecida junto a su semblante dacayó aún más ante el recuerdo de su persona y sobre todo del pensamiento.
- Si...se trata enteramente de mi familia. El calvario que tanto me aqueja.- admitió entristecida.
Después de todo sí se trataba de su familia, él también era su familia. Él era la única familia que ella tenía. Pero ahora, ya no le quedaba nada.