Primera Parte
- ¿A dónde creé que se dirige? - cuestionó sería.
Nathalia, observó a la mujer sorprendida, ni que decir. Möllete la contemplaba seria y con semblante molesto.
- A dar un paseo. - inventó.
- No, no, señorita. Usted no puede salir. No hasta que encuentre a, Sofí. - declaró.
Y vaya sorpresa que se llevó al enterarse, tanto así que hasta su institutriz la observó receslosa.
- ¿Qué...? ¿Qué es lo que usted me está diciendo? - inquirió impresionada y perpleja.
- No me quiera ver la cara de tonta. Ya su padre está enterado y viene en camino. Y vaya a saber usted que hará si esto es un acto de complicidad. - amenazó.
A Nathalia se le escapó por completo el aire de los pilares, cómo sí le hubieran dado un golpe en el estómago.
- ¿Mi padre? - replicó incrédula mientras negaba.
- Así es. Estoy muy decepcionada de ambas, pero más de usted ¿Cómo pudo prestarse a semejante cosa? ¿En qué pensaba? ¿Se da cuenta? - inquirió desconcertada la mujer.
Y Nathalia, no pudo responder más que con dolor en la mirada, se llevó la mano al estómago y se marchó inmediatamente a su habitación, mientras subía escuchaba como su institutriz le llamaba pero ella no pudo hacer nada más qué correr hasta encerrarse en su recámara, ahí fue lo suficientemente fuerte para soltar su llanto. Deshecha lloró inconsolable, con tanta aflicción en el pecho mermada en la agonía.
¿Qué le sucedía? ¿Por qué lloraba? ¿Es qué acaso eso resolvería todo? Qué tonta, pensó. Pero es que la única culpable era ella, ¿sino quién más? Sopesó, Sofí siempre había sido su responsabilidad, desde que su madre había fallecido, ella le imploró de cuidar de la pequeña, de que estuviera bajo su cuidado en vez del benévolo de su padre, y Nathalia, aceptó, sé lo prometió cómo fiel devoción al último momento de vida de su madre, la mujer que tanto amor le había profesado. Y ahora le había fallado, más que así misma a su hermana y padre, era a su madre a quien más le había fallado, y eso la destruía.
Lo único que ahora podía hacer era remediarlo como fuera, pero remediarlo, costará lo que costará.
Cuándo su agitación pasó, tuvo la mente clara, llegada la noche lo decidió y sin esperar a sopesarlo más, decidida ejecutó lo que ante sus ojos era su única obligación. Encontrar a su hermana antes de que fuese ya muy tarde.