El Secreto de Emma

CAPÍTULO 6. AUSENCIA

A un día de su partida, se sentía un vacío en la casa Méndez. Roberto extrañaba aquellos inesperados abrazos que Emma solía regalarle. A Marya se le contraía el corazón cada vez que pasaba frente al cuarto de su sobrina, al imaginar que tal vez no volvería a verla. Las noches se hacían muy largas para los tres hermanos, ya que Gerardo usualmente dedicaba una parte de la noche en ayudar a Emma en sus deberes, mientras los Leo’s le hacían bromas para distraerla.

Berenice y Álvaro sólo rogaban que la niña regresara, debido a que el estado de su hijo mayor decaía día a día. David entró en una terrible depresión, dormía casi todo el día, comía muy poco, no salía de su habitación y lloraba constantemente. Hasta Ricardo sufrió un pequeño cambio; dejando de lado sus travesuras por un tiempo.

Dos semanas después de su partida, el 28 de diciembre, Roberto recibió una llamada inesperada.

- Hola… hermano. – Roberto reconoció la voz de Rodrigo.

- Rodrigo, ¿cuánto tiempo? – Dijo sorprendido.

- Sí. Lamento todos los inconvenientes, hermano. ¿Cómo has estado?

- Bien. ¿Cómo está Emma? – Preguntó Roberto con voz impaciente.

- Muy bien. Está de viaje con su madre. Pronto las alcanzaré. Pero quería hablar contigo. Gracias por cuidar de ella.

- No te preocupes y, si tú quieres, la podríamos cuidar por más tiempo…

- Precisamente de eso me gustaría hablar. – Lo interrumpió Rodrigo.

***

Al día siguiente Marya y Roberto fueron de visita a la casa de los Jiménez.

- Que milagro. – Los saludó Álvaro al recibirlos. - Qué difícil es sacarte de los suburbios, amigo. - Roberto rio copiosamente. - Pasen, pasen. Vamos a la sala.

- Sabes que casi no nos gusta la ciudad.

- Toda la razón. - Rio Álvaro. - Siéntense. En un momento viene mi esposa. Aquellos se acomodaron obedientemente.

- Muchas gracias. - Dijo Marya. - ¿Cómo sigue David? – Preguntó angustiada. A Álvaro le cambió el semblante, dudando en contestar.

- Mal, muy mal, mujer. - Dijo por fin. - No hay poder humano que lo mueva de esa cama. Apenas come. Ya lo intentamos todo. Bere está muy angustiada.  Esperamos que esto pase pronto… o que vuelva su sobrina.

En eso Ricardo cruzó la sala, con ropa deportiva y una toalla alrededor del cuello. Bebía agua de un termo deportivo. Sudaba abundantemente.

- Saluda. - Ordenó su padre, con enfado al verlo. Ricardo alzó el brazo en forma de saludo y se retiró.

- ¿Lo sigues entrenando? – Preguntó Roberto.

- Obvio no. Es un caso perdido. Desde esa vez que le enseñé lo básico se ha vuelto autodidacta. Entrena solo en el gimnasio. Lo he visto. Es bueno. Ojalá tuviera la disciplina para hacerlo profesionalmente. Pero se aferra a ser un don nadie. – Lo miró irse. - Qué vergüenza. – Comentó Álvaro molesto.

- Hola. Disculpen la demora. – Entró Berenice.

- ¡Amor! – Álvaro la abrazó y besó. – Te ves preciosa.

– Gracias amor. – Saludó de beso a los Méndez. – Y, bueno, ¿qué sucede?

- Tengo noticias. He podido hablar con mi hermano. – El matrimonio los miró con atención. - Parece ser que hay un interés muy grande, por parte de los Canul para que se formalice el matrimonio entre Emma y uno de sus hijos.

- Que bien. Nosotros también contamos con eso. – Comentó alegre Berenice.

- Pero él no está muy convencido de la idea. Por ello, no han hablado con Emma sobre el tema.

- ¿Entonces por qué la envió para acá? - Preguntó Álvaro molesto. Los Méndez dudaron en responder. - ¿Qué?

- Parece ser que Rodrigo está teniendo problemas con Vanessa. - Respondió Marya.

- Rodrigo me dijo que el exceso de trabajo y la relación entre Emma y su madre, a veces es difícil. – Aclaró Roberto. - Les urgía un tiempo en pareja. Por eso enviaron a Emma precipitadamente.

- Bueno, eso lo explica. – Comentó Álvaro sin darle mucho interés.

- Pero Rodrigo me comentó que, aunque no apoya el plan de su esposa, no está en contra de que Emma se emparentara con David. - Hizo una pausa.  - O Ricardo. – Roberto hizo énfasis. - Sólo si mi sobrina se enamora naturalmente de alguno de ellos. Y que preferiría que lo manejáramos como antes, que ellos fueran conviviendo.

- Pues, no creo que haya problema hasta el momento creo que nos ha funcionado. - Comentó Berenice. - Eso significa que entonces ella tendrá que volver en algún momento. ¿Pero te dijo cuándo? – Preguntó teniendo en mente a su hijo.

- Aún no habla con Vanessa sobre el tema. – Hubo un silencio incómodo.

- Que exasperación con ellos. Ni hablar, tendremos que aguardar. Sólo espero que no pasen otros ocho años. - Comentó molesto Álvaro.

- Señora. – Una mujer llamó a Berenice. - Ya está la comida.

- Gracias, Norma. Bueno, será mejor que vayamos. Antes de que se enfríe. - Todos se levantaron de la sala.

***




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