El Secreto De Emma. Tomo Ii. Ricardo

CAPÍTULO 7. ABRIENDO HORIZONTES

Leonardo conducía a toda velocidad. Ricardo aullaba feliz de haber salido de ahí.

- ¡Están locos! Dejamos a todos. – Gritó Emma. Ricardo estaba tan emocionado que gritó a todo pulmón.

- ¡Sí, Leo! ¡Corre! – Ella al verlo tan entusiasmado, rio con él. <<Son unos locos.>> Pensó. Cuando estaban lejos de ahí. Leon se estacionó.

- ¿Qué hacemos?

- Vamos al “Corral”.

- No puedo Rick debo dejar el auto. Leo y yo, pasaríamos por Gera al trabajo, después del festival. Además ¿No dijiste que no podíamos ir? – Ricardo lo pensó un segundo, miró a Emma. Este le sonrió.

- Está bien. Sólo llévenme a mí.

- Oye, ¿de qué te estás riendo? Todo esto pasó por tu culpa. ¿Y ahora bien concha te vas a ir a tu fiesta, mientras nosotros arreglamos todo esto?

- Lo siento ratón, pero es un compromiso que no puedo dejar pasar. Además, es un hecho que para el lunes todo el mundo sabrá lo ocurrido. Mejor... – Los miró a ambos. - Debemos aprovechar nuestra última salida juntos. – Los Méndez se miraron entre ellos, preocupados por lo dicho, pues tenía razón.

- Pero, ¿Qué fue lo que sucedió allá? – Preguntó Leon mirándolos. Emma se sonrojó al recordarlo. Su rostro se miraba tenso y asustado.

- Dios ¿Qué hice? – Exclamó arrepentida.

- Esas idiotas se lo merecían. – Comentó Rick al notarla tan acongojada. – No te preocupes por Gera y el estúpido de Leobardo, Leo. Mi auto está en casa, le pediré a José que vaya por ellos. – Rick marcó a su chofer. A pesar de tener un problema resuelto, Emma y Leonardo se sintieron poco aliviados. En eso, los celulares de Emma y Leonardo comenzaron a sonar como locos.

- Es Leo. – Comentó Leonardo.

- Es David. – Emma colgó la llamada. Emma revisó su app de mensajería. - Tengo varios mensajes de mis amigas, de Leo, de David. – Emma al leerlos se deprimió, botó el celular en el sillón del auto. Se tapó los ojos con la mano. <<Si tan sólo pudiera desaparecer.>> Pensaba. – Ahora David creerá que lo dejé solo en el auditorio. por irme con Joss. – Dijo preocupada.

- Pues, en realidad, no se quedó tan solo. – Aclaró Leon. Los otros dos lo miraron. – Oí que Jessica llegó a ocupar tu lugar. – El semblante de Emma denotó lo que sintió al oírlo. El teléfono de Leon volvió a sonar. Ricardo tomó los celulares y los apagó. Emma al verlo le saltó encima. – No ¿Qué haces?

- Si se va a ir a la mierda todo hoy, que se vaya de una vez, ratón. – Dijo risueño, mientras se guardaba los celulares adentro del pantalón.

- Devuélvemelo. ¡Además no creas que he olvidado que me dijiste rata mentirosa! ¡De tus groserías en el festival! ¡De que me metiste en problemas con todos! Y todavía llegas y me raptas. – Comenzaron a forcejear. Ricardo reía divertido de verla tan molesta. En eso, el celular de Rick sonó. Él al ver la pantalla se tornó serio, antes de contestar pidió que guardaran silencio. Emma iba a reprocharle cuando Leonardo le tocó el hombro y asintió suplicando que lo obedeciera. Ricardo adoptó un tono serio.

- ¿Bueno?... OK. Ya voy para allá…. Está bien. – Colgó y dirigiéndose a Leon. – Leo llévame por favor. Ya se dieron cuenta de mi ausencia. – Leon con semblante de preocupación, obedeció. Emma los miraba extrañada.

- ¿Lo vas a llevar? – Reprochó la chica.

- Créeme, prima, es importante. – Emma analizó la situación y realmente Leon y Rick nunca tomaban nada en serio, pero aquella fiesta parecía la excepción.

 

***

 

- Leonardo apagó el celular. – Dijo Leobardo enojado.

- Emma también acaba de apagar el suyo. – Comentó David molesto.

- ¿Les habrá pasado algo? – Preguntó preocupada Carmen. David y Leo se miraron, ambos sabían que las desapariciones de Leon eran frecuentes cuando Ricardo estaba con él. Pero ¿Emma?  En eso, José llegó corriendo.

- Joven David, joven Leobardo, vengo a poner el auto y mi servicio a su disposición. – Los muchachos lo miraron extrañados. A lo que José contestó. – El jefe dijo que tal vez me necesitarían. – Aclaró. Con ello, estaba claro que, efectivamente, Ricardo estaba metido en esto.

 

***

 

Leonardo condujo al oeste de la ciudad. Después de cuarenta minutos de viaje. El auto se detuvo frente a una caseta de seguridad. El guardia mostró una terminal para tarjeta. Ricardo le pasó a Leonardo una credencial magnética. Al pasar la tarjeta el guardia miró a Leonardo nervioso y con voz fuerte dijo:

- Señor Jiménez, bienvenido. Lo siento. No reconocí su auto. Lo están esperando señor. – Emma se sorprendió ante tal actitud de respeto hacia Rick. Ricardo se dirigió al guardia.

- Toma bien la placa. Este auto está autorizado a entrar y salir cuando lo necesite.

- Claro, señor. En seguida lo doy de alta en el sistema.

- Vamos, Leon. Ya es tarde.

 

A lo lejos se levantaba un enorme edificio en forma de cúpula, luces láser de diferentes colores lo rodeaban. El auto avanzó un kilómetro más para llegar a él. Música estridente salía del lugar. Alrededor de la entrada del lugar charlaban personas disfrazadas. Emma se sorprendió al ver tal panorama tan salvaje. Ricardo, quien había estado mandando mensajes desde que habían cruzado la caseta, se bajó del auto. Él sonrió al notarla tan sorprendida, le abrió la puerta y le tendió la mano para ayudarla a bajar,




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