Emma y Leonardo arribaron alrededor de las ocho de la mañana a la casa de los Méndez. Emma durmió la mayor parte del trayecto, a excepción de los últimos 20 minutos antes de llegar.
- Muy bien. Vamos. – Dijo Emma bajando del auto y agachándose. – Vamos, Leon. – Lo regañó en voz baja.
- Pero… - Leon salió del auto. Emma había ido a la parte trasera de la casa. Leonardo le dio alcance. - ¿No podemos decir que a los dos se nos acabó la batería?
- Primo, no te preocupes, mañana yo te compraré otro. – Emma miraba por la ventana para ver si su tía estaba en la cocina.
- Es que este me gusta mucho. ¿Y si mejor mojamos el tuyo?
- Leon ya te expliqué, que el mío es contra agua, eso no le haría ni cosquillas. ¿Entiendes? - Emma comenzó a llenar una cubeta con agua. Leonardo no se mostraba muy convencido. - Además, concordaría perfecto, porque Rick te mojó ayer en el festival. Leo y David respaldarían todo. – La cubeta se había llenado. – ¿Tienes todo en la nube no? – Leonardo afirmó. - Entonces mételo. – El muchacho le hacía una despedida simbólica a su teléfono. Emma al verlo indeciso le dio un manotazo, que hizo caer el celular de Leon hasta el fondo de la cubeta. Leonardo lo observó con tristeza.
***
- ¡Por el amor de Dios! ¡Vean las horas a las que están llegando! ¿Dónde estaban? ¿Por qué no contestaban el teléfono? – Gritaba Marya a todo pulmón. Leonardo y Emma descansaban en el sillón, ante la mirada de Marya y Gerardo.
- Se me acabó la batería. – Contestó Emma rápidamente.
- El mío se mojó. – Respondió Leonardo con amargura.
- Te lo mereces. Eso les pasa a los hermanos crueles que abandonan a su familia. Leonardo, ¿quiero saber que era tan importante que dejaste a tus pobres hermanos tirados en la calle?
- Lo siento tía, no pudimos avisarte, pero es que fuimos a una fiesta. – Trató Emma de justificarlo.
- Sí, por supuesto. Una fiesta con ese maniático de Ricardo Jiménez. Y no se molesten en mentirme. Gerardo llegó en el auto de ese demonio. Además, los muchachos los fueron a buscar a la casa de David y ninguno de ustedes estaban allí. De echo jamás llegaron, porque Leobardo se quedó allá a esperar a que aparecieran ¡Y ustedes felizmente de fiesta! – Reprochó Marya colérica.
- Calma, mamá. – Gerardo abrazó a su madre. – Los muchachos están bien. Además, sabíamos que esto podía pasar nuevamente.
- Claro, por supuesto. Se aprovechan de la ausencia de Roberto para hacer lo que quieran. Creen que pueden pasar sobre mi autoridad. Pues, se equivocan. Leonardo tienes prohibido usar el auto hasta que llegues a la universidad.
- Pero mamá… - Rogó Leonardo.
- Emma no más permisos. Sabías que debías llegar aquí junto con tus primos. Sabes que estás en zona roja desde que llegaste. Así que los dos duplicarán sus labores domésticas en la casa. Eso de mi parte. Esperaremos a ver qué dice Roberto al volver.- Marya dio un suspiro. - Ahora. Creo que ambos le deben una disculpa al pobre Gerardo. Mi niño matándose trabajando y estudiando para que ustedes lo dejen abandonado en plena ciudad en medio de la noche, a su suerte. De no ser por ese buen muchacho de David. Dios. ¡Merece una disculpa! – Gritó la tía antes de retirarse. Gerardo los miraba serio. Todos guardaron silencio. Se oyeron las pisadas de Marya al subir las escaleras. Gerardo tenía el rostro muy serio.
- Hermano, lo siento. – Comenzó Leonardo.
- Discúlpanos Gera, jamás quisimos… - Añadió Emma.
- Sí jamás quisimos ser malos contigo. – Interrumpió Leon.
- Exacto. Lo sentimos. – Gerardo lanzó un suspiro y comenzó a reírse.
- Dios, no sé cómo ustedes les encanta meterse en problemas, yo no toleraría sus regaños. La verdad me pongo muy nervioso cuando mamá está tensa y papá no está aquí para calmarla. Se me detiene el corazón. – Él les sonrió. Los chicos lo miraban sorprendidos. - No se preocupen, no tienen por qué disculparse; al menos todos estamos bien. – Los chicos se relajaron. – Aunque mamá tiene razón, Leon, aún no es prudente que estés corriendo el auto a altas horas de la noche, puede ser peligroso. Y Emma aún eres muy pequeña para salir a ese tipo de fiestas, no puedes seguirle el ritmo a Leon y a Ricardo. Ellos son más grandes. – Y dirigiéndose a su hermano. - Leon pudo haberle pasado algo, recuerda que nosotros somos responsables del bienestar de nuestra prima. – Leonardo y Emma cruzaron miradas. – Ahora a dormir, que los dos tienen una cara desastrosa, se ve que no pegaron ojo en toda la noche. – Ambos se levantaron y fueron a sus habitaciones.
***
Apenas habían terminado de subir las escaleras, cuando Emma jaló a Leonardo a su cuarto.
- Tu y yo necesitamos hablar. – Ya adentro se sentaron sobre la cama.
- Y bien ¿qué pasó? - Leonardo estaba demasiado cansado como para entenderla.
- ¿Qué pasó entre Rick y tu? Cuando llegamos al Corral dijiste que no habías podido hablar con él durante el festival. Te dejé sólo en la habitación para ver si podían avanzar un poco. – Leonardo se recostó y dio un largo suspiro.