Amelia se aferraba al volante, sus nudillos blanqueados por la tensión. Blackwood Manor se alzaba ante ella, imponente y sombrío, como un fantasma en medio de un mar de árboles. Sus ventanas, como ojos hundidos, parecían observar su llegada con una mirada antigua y fría.
"No te preocupes, Amelia. Será una aventura", le había dicho su madre con una sonrisa reconfortante, pero Amelia no podía ignorar el escalofrío que le recorría la espina dorsal. La mansión, heredada de su abuela, era un enigma que la aterraba y atraía al mismo tiempo.
Al entrar en la casa, la sensación de misterio se intensificó. Los pasillos, oscuros y polvorientos, parecían susurrar historias de un pasado lejano. El olor a humedad y a madera vieja, junto con la quietud sepulcral, la hacían sentir como si estuviera atrapada en una película de terror.
Su madre, con su optimismo habitual, se dedicó a organizar la casa, mientras Amelia se refugiaba en su habitación, un pequeño oasis de luz y color en medio de la oscuridad. Con un libro en la mano, intentaba evadir la sensación de inquietud que la dominaba.
Un ruido seco la sobresaltó. Un golpe sordo provenía de la ventana. Amelia, con el corazón acelerado, se asomó cautelosamente. Un chico de mirada intensa y sonrisa traviesa la observaba desde el jardín.
— Hola. Soy Ethan. Vivo en la casa de al lado — dijo el chico, con una voz que le produjo un estremecimiento que no era de miedo, sino de intriga.
— Amelia — respondió, con un leve sonrojo en las mejillas.
Ethan le sonrió de nuevo. — Tu casa es increíble. Se dice que está encantada.
— Sí, mi abuela siempre decía que era un lugar lleno de secretos.
— Me encanta todo lo que tiene que ver con misterios. ¿Te gustaría explorar la mansión conmigo?
Amelia sintió una mezcla de curiosidad y miedo. — No sé…
— No te preocupes, no hay nada que temer. Solo quiero saber más sobre la historia de esta casa.
Ethan le hizo un gesto invitándola a salir. — Ven, te muestro algo increíble.
Amelia sintió que no podía decir que no. Ethan le parecía un torbellino de energía y atrevimiento, un contrapunto perfecto a su timidez. Con un poco de nervios y mucha curiosidad, aceptó su invitación.
Editado: 01.09.2024