Amelia sintió un escalofrío recorrer su espalda. La idea de que Lord Blackwood pudiera hacerles daño la llenaba de miedo, pero no podía permitir que su miedo la paralizara.
— Tenemos que ser inteligentes. No podemos ir directamente a la policía. — dijo Amelia, con un tono resuelto. — Lord Blackwood podría estar preparado para nosotros.
— Tienes razón. — dijo Ethan, con un asentimiento de cabeza. — Tenemos que encontrar una manera de revelar la verdad sin ponernos en peligro.
Ethan y Amelia se quedaron pensando por un momento. Habían desentrañado un misterio, pero ahora se enfrentaban a un enemigo poderoso y sin escrúpulos.
— Tenemos que hacer que Lord Blackwood caiga en su propia trampa. — dijo Amelia, con una pizca de malicia en la voz.
— ¿Cómo? — preguntó Ethan, con intriga.
— Tenemos que hacerle creer que vamos a revelar el secreto a la policía. — dijo Amelia, con una sonrisa traviesa. — Pero no lo haremos. Le tendemos una trampa para que se delate a sí mismo.
Ethan sonrió con admiración. — Esa es una idea brillante.
Ethan y Amelia comenzaron a planear su estrategia. Decidieron enviar una carta anónima a Lord Blackwood en la que le decían que habían descubierto su secreto y que iban a revelarlo a la policía.
— Él no va a permitir que lo expongan — dijo Ethan, con un asentimiento de cabeza. — Si cree que vamos a revelar su secreto, hará todo lo posible para detener nos.
— Exacto. — dijo Amelia, con una sonrisa traviesa. — Y ahí es donde vamos a cazarlo.
Ethan y Amelia se pusieron manos a la obra. Escribieron una carta anónima en la que le decían a Lord Blackwood que habían descubierto su secreto y que iban a revelarlo a la policía. La carta la escondieron en el buzón de su mansión, esperando que Lord Blackwood la encontrara lo antes posible.
Esperaron con ansiedad la respuesta de Lord Blackwood. No tardó en llegar. Una llamada telefónica a las tres de la madrugada los despertó de un sueño intranquilo.
— ¿Sí? — dijo Amelia, con la voz ronca por el sueño.
— ¿Son ustedes los que están intentando exponerme? — dijo una voz grave y amenazante.
Amelia y Ethan se miraron con nervios. Era Lord Blackwood.
— No sabemos de qué estás hablando. — respondió Ethan, con un tono fresco.
— No juegues conmigo. — dijo Lord Blackwood, con un tono más amenazante. — Sé que tienen el diario de mi hijo. Y sé que están intentando arruinarme.
— No tenemos nada que ver con eso. — dijo Amelia, con una voz firme.
— No me hagas reír. — dijo Lord Blackwood, con una risa fría y despiadada. — Si no me entregan el diario, se van a arrepentir.
Lord Blackwood colgó el teléfono. Amelia y Ethan se quedaron mirándose con miedo e incertidumbre. Lord Blackwood era peligroso, y estaba dispuesto a todo para proteger su secreto.
— ¿Qué hacemos? — preguntó Amelia, con la voz temblorosa.
— Tenemos que hacer lo que planeamos. — respondió Ethan, con un tono resuelto. — Tenemos que hacer que Lord Blackwood caiga en su propia trampa.
Ethan y Amelia decidieron seguir con su plan. Le dieron un último golpe a su estrategia y se prepararon para enfrentar a Lord Blackwood.
— Voy a contactar a la policía. — dijo Amelia, con un tono determinado. — Tenemos que hacer que Lord Blackwood caiga en su propia trampa.
Ethan le dio un beso en la mejilla. — Yo estaré aquí para ayudarte. No te preocupes.
Amelia tomó el teléfono y marcó el número de la policía. Ethan la observó con admiración y un poco de miedo. La verdad era que ambos estaban aterrorizados, pero estaban decididos a hacer justicia.
— ¿Sí? — dijo una voz masculina al otro lado de la línea.
— Necesito hablar con un oficial. — dijo Amelia, con la voz temblorosa. — Tengo información sobre un crimen.
— ¿De qué tipo de crimen se trata? — preguntó el oficial.
— Es un asunto delicado. Necesito hablar con alguien en persona. — respondió Amelia. — ¿Puede enviarme un oficial a Blackwood Manor?
— ¿Cuál es su dirección? — preguntó el oficial.
Amelia le dio la dirección.
— Enviaremos un oficial en breve. — dijo el oficial. — ¿Puede decirme qué tipo de crimen se trata?
— Se trata de un asesinato. — respondió Amelia. — Y hay una maldición.
— ¿Una maldición? — preguntó el oficial, con una pizca de incredulidad en la voz.
— Sí. — respondió Amelia. — Y es real.
Amelia colgó el teléfono. Ethan la miró con un gesto de admiración.
— Eres increíble. — dijo Ethan, con un tono de admiración. — No creo que haya alguien más valiente que tú.
Amelia le sonrió con un gesto de timidez. — Solo estoy haciendo lo que creo que es correcto.
— Y estás haciendo lo correcto. — dijo Ethan, con un tono de afirmación.
En ese momento, un fuerte ruido resonó en la casa. Un golpe fuerte en la puerta. Amelia y Ethan se miraron con una mezcla de miedo y curiosidad.
— ¿Quién será? — dijo Amelia, con la voz temblorosa.
— Vamos a ver. — respondió Ethan, con un tono resuelto.
Ethan y Amelia se dirigieron hacia la puerta. Ethan la abrió con precaución.
— ¿Puedo ayudarles? — preguntó Ethan, con un tono firme.
En la puerta, se encontraba Lord Blackwood, con una mirada fría y cruel.
— Vengo a pedirles que se retiren de esto. — dijo Lord Blackwood, con un tono amenazante. — Sé que están intentando exponerme. Y no lo voy a permitir.
— ¿Qué te hace creer que vamos a dejar que te salgas con la tuya? — dijo Amelia, con un tono firme. — Ya se acabó.
Lord Blackwood sonrió con un gesto despiadado. — No te hagas ilusiones. — dijo Lord Blackwood. — Soy más poderoso de lo que piensas. Y haré todo lo posible para proteger mi secreto.
— Eso ya lo veremos. — dijo Ethan, con un tono desafiante.
Lord Blackwood levantó la mano y señaló a Amelia. — Eres una tonta si crees que puedes enfrentarme. — dijo Lord Blackwood. — Te arrepentirás de esto.
Editado: 01.09.2024