El secreto de la mansión encantada

Capítulo 20: El Poder de la Piedra

Ethan y Amelia se miraron con una mezcla de esperanza y miedo. Sabían que la piedra era la clave para romper el hechizo. Pero no sabían cómo encontrarla o cómo usarla.

— La piedra... — dijo Amelia, con un gesto de incertidumbre. — ¿Pero cómo la encontramos? ¿Dónde la habrá escondido Lord Blackwood?
— No lo sé, pero tenemos que buscarla. — dijo Ethan, con un tono resuelto. — Es nuestra única esperanza.
La oscuridad en la habitación se intensificaba. Las sombras en las paredes se movían con más rapidez y las letras en el libro brillaban con más fuerza. El latido lento y profundo que provenía del corazón de la mansión era más intenso y amenazante.
— Tenemos que movernos. — dijo Amelia, con un tono de urgencia. — Esta oscuridad nos está atra
pando.
Ethan asintió con la cabeza.
— Tienes razón.
Ethan y Amelia se dieron la vuelta para salir de la habitación, pero la puerta estaba cerrada.
— ¡No podemos salir! — gritó Amelia, con un tono de desesperación.
Ethan intentó abrir la puerta, pero la puerta estaba bloqueada.
— ¡Está cerrada por fuera! — gritó Ethan, con un tono de horror.
Ethan y Amelia se miraron con miedo. Sabían que estaban atrapados.
— Tenemos que encontrar otra salida. — dijo Amelia, con un tono resuelto. — No vamos a dejar que la oscuridad nos venza.
Ethan asintió con la cabeza.
— Tienes razón.
Ethan y Amelia comenzaron a explorar la habitación en busca de una salida. Buscaron en cada rincón y en cada esquina, pero no encontraron nada.
— No hay salida. — dijo Amelia, con un tono de desesperación.
— No te rindas. — dijo Ethan, con un tono firme. — Tenemos que encontrar una manera de salir de aquí.
Ethan se quedó pensando por un momento.
— El guardián. — dijo Ethan, con un tono pensativo. — Él nos dijo que nos protegería.
Ethan y Amelia se miraron con una mezcla de esperanza y miedo. Sabían que el guardián era su única esperanza. Pero no sabían cómo contactarlo o cómo podría ayudarlos.
— ¿Cómo podemos contactarlo? — preguntó Amelia, con un tono de incertidumbre.
— No lo sé. — respondió Ethan, con un tono de preocupación. — Pero tenemos que intentar algo.
Ethan y Amelia comenzaron a gritar el nombre del guardián, con la esperanza de que pudiera oírlos.
— ¡Guardián! — gritó Ethan. — ¡Ayúdanos!
— ¡Guardián! — gritó Amelia. — ¡Estamos atrapados!

La oscuridad en la habitación se intensificó. Las sombras en las paredes se movían con más rapidez y las letras en el libro brillaban con más fuerza. El latido lento y profundo que provenía del corazón de la mansión era más intenso y amenazante.
— ¡Tenemos que movernos! — gritó Amelia, con un tono de urgencia. — Esta oscuridad nos está atrapando.
Ethan asintió con la cabeza. — Tienes razón.
Ethan y Amelia se dieron la vuelta para salir de la habitación, pero la puerta estaba cerrada.
— ¡No podemos salir! — gritó Amelia, con un tono de desesperación.
Ethan intentó abrir la puerta, pero la puerta estaba bloqueada.
— ¡Está cerrada por fuera! — gritó Ethan, con un tono de horror.
Ethan y Amelia se miraron con miedo. Sabían que estaban atrapados.
— Tenemos que encontrar otra salida. — dijo Amelia, con un tono resuelto. — No vamos a dejar que la oscuridad nos venza.
Ethan asintió con la cabeza.
— Tienes razón.
Ethan y Amelia comenzaron a explorar la habitación en busca de una salida. Buscaron en cada rincón y en cada esquina, pero no encontraron nada.
— No hay salida. — dijo Amelia, con un tono de desesperación.
— No te rindas. — dijo Ethan, con un tono firme. — Tenemos que encontrar una manera de salir de aquí.
Ethan se quedó pensando por un momento.
— La piedra. — dijo Ethan, con un tono pensativo. — La piedra que encontró Lord Blackwood.
Ethan y Amelia se miraron con una mezcla de esperanza y miedo. Sabían que la piedra era la clave para romper el hechizo. Pero no sabían cómo encontrarla o cómo usarla.
— ¿Cómo podemos encontrarla? — preguntó Amelia, con un tono de incertidumbre.
— No lo sé. — respondió Ethan, con un tono de preocupación. — Pero tenemos que intentar algo.
Ethan y Amelia comenzaron a buscar en la habitación. Buscaron debajo de la mesa, detrás de los libros, y en cada rincón. Pero no encontraron nada.
— ¿Dónde estará? — dijo Amelia, con un tono de desesperación.
— No lo sé. — respondió Ethan, con un tono de preocupación. — Pero no nos vamos a dar por vencidos.
En ese momento, Ethan sintió algo frío y duro en el bolsillo.
— ¡Es la piedra! — exclamó Ethan, con un tono de sorpresa.
Ethan sacó la piedra del bolsillo. La piedra brillaba con una luz azul pálida, la misma luz que emanaba del libro y de las letras.




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