Hay cosa que siempre queremos cambiar. También hay cosas que no se podrán cambiar jamás. El cambio es cuando se quiere, pero a veces preferimos no cambiar nada porque tenemos miedo de lo que pueda pasar.
El plan de Zuleica salió como ella esperaba. El príncipe había recibido el mensaje gracias a que Peregrino llegó antes de que entrara al palacio.
Erick y Zuleica después de haber enviado a Peregrino a seguir al príncipe, viajaron a caballo hacia la cascada donde se veían Carlo y Gisselle. Erick jalaba el caballo sobre el cual iba Zuleica: era Relámpago Negro.
―Es muy hermoso este caballo ―opinó el joven―. ¿Cómo lo conseguiste?
Ella volteó los ojos.
―No seas curioso, Erick, no te voy a decir nada ―le contestó con su voz cortante―. Mejor dime que ya vamos a llegar o, ¿no será que no es por aquí? ―insinuó con voz desconfiada.
―Mira Zuleica, sabes perfectamente que no me interesa que te veas con Carlo ―admitió el muchacho―, pero si es tu voluntad te ayudaré, aunque después tendrás que recompensarme ―insinuó con voz pícara.
―Entre tú y yo no puede haber nada, entiende, no somos iguales ―enfatizó en la última palabra.
―¿Quién lo dice? ¿Tú? ―comentó Erick; se había detenido y la miró desde el suelo.
Zuleica se le quedó viendo. Admitía que Erick no era feo, pero tampoco quería relacionarse con él, pues prefería al príncipe.
―No es que lo diga yo, querido ―le sonrió y se mordió los labios―, pero si lo dices tú y ese mocoso de Jan. Yo ―levantó la mano―, soy una princesa como la tal Colibrí ―dijo tocándose su cabello dorado, deslizando su dedo entre sus ellos, sin mirar a Erick.
―Que tú ―opinó el joven― seas idéntica a la otra Zuleica, no significa que sean iguales.
―Eso pronto mi madre me lo informará ―replicó la chica―; debo saber la verdad. Por lo pronto sigue adelante, necesito que lleguemos ya. No puedo esperar a que Peregrino regrese y me diga que el príncipe ya viene en camino.
Erick tomó las bridas del caballo y siguió jalando. Se podían escuchar el sonido del arroyo y de la cascada.
―Tu idea fue buena ―aceptó Erick sin dejar de avanzar por una vereda―. A ver si algo no sale mal ―dijo en tono de burla.
―Nada saldrá mal Erick, nada ―aseguró la plebeya―. Mi querido Peregrino volverá pronto y entonces… ―interrumpió sus propias palabras sin decir nada ya que escuchó un ruido―… ¡Regresaste Peregrino! ―sonrió contenta y extendió la mano para que el ave aterrizara―. ¿El príncipe ya viene hacia acá? ―preguntó a su mascota.
El pequeño rapaz dijo que sí con su cabeza. Zuleica sonrió contenta.
―¡Perfecto! ―dijo entusiasmada―. Si el príncipe viene hacia acá, eso significa que no sabe que la tal Colibrí es en realidad la princesa. Entonces, mi plan saldrá justo como lo he planeado ―sonrió nuevamente.
―¡Llegamos! ―indicó Erick sin tomar importancia a lo que Zuleica acababa de decir.
―¡Estupendo!
Zuleica bajó de Relámpago Negro. Quedó admirada por la hermosa cascada. Descendía desde muy alto y provocaba un sonido hermoso y relajante. La brisa corría en ese momento y bañaba el rostro de los dos presentes y también del caballo. Un enorme charco se formaba al pie de la cascada.
―Debo admitir que es muy hermoso este lugar, muy cursi, pero hermoso al fin ―comentó Zuleica con una sonrisa de placer.
―Sí, lindo ―dijo Erick sin ganas.
―Bueno, querido, yo aquí me quedo, tú vete ―sugirió la joven, cargando en su mano derecha a Peregrino.
―Está bien, me iré ―respondió el muchacho―, pero considera que estarás en deuda conmigo, este favor me lo deberás por siempre ―dijo el joven con una mirada de deseo en su rostro.
Zuleica rio y tocó la mejilla del joven.
―En su momento ―su voz fue seductora― hablaremos de ello, querido.
La hermosa plebeya llevó sus labios hacia la mejilla izquierda de Erick y le dio un beso tronado. Él cerró los ojos. Sintió el calor de la joven y al abrir los ojos le sonrió, le tomó el brazo y la acercó de nuevo para besarla en la boca, pero ella volteó su rostro.
Erick se disgustó. Zuleica con su dedo índice le indicó una negativa. El joven entendió. Pronto se alejó sin decir nada, montado en Relámpago Negro.
―Erick no es feo, pero no es mi tipo ―comentó la chica para sí misma, observando como el joven y su nuevo caballo se perdían en el bosque, luego observó la cascada que estaba en frente de ella y reaccionó con respecto a Peregrino, el cual seguía en sus manos―. ¡No puedes estar aquí, hermoso! Lo siento, pero debes volar y estar lejos por un momento, cuando te necesite te llamaré ―le indicó con su voz suave.
El ave entendió y se alejó volando rápidamente del lugar.
La gemela de Gisselle espero al príncipe, al fin lo conocería en persona.
Se quitó la ropa que llevaba puesta y se puso un vestido deslavado de color beige. Erick le había dicho que Colibrí vestía de esa manera.
Pasó mucho tiempo antes de que el príncipe llegara, ya que había regresado a su casa por Serafina y también porque debía cambiarse de ropa antes de llegar con Colibrí.
#39243 en Novela romántica
#6457 en Chick lit
romance y misterio, secretos y aventura, gemelas princesa y plebeya
Editado: 13.06.2020