No es que lo seguidores de la Bestia fueran unos perversos, pero la Bestia sí lo era y les había transmitido esa perversidad. Durante el tiempo que estuvieron juntos asaltaron caravanas reales y robaron miles de monedad de oro, joyas y objetos de valor que después repartían entre los siete. No había envidia entre ellos ya que eran un equipo unido, por eso las cosas les salían bien aunque no hicieran lo correcto.
El lema que la Bestia utilizaba para robar era que asaltaba a los ricos para darles a los pobres, pero eso no era verdad. Todo lo recaudado era para ellos y nadie más. Eran ambiciosos y no había quien pudiera detenerlos. Sin embargo el coronel Leonard Palacios había comenzado a ser un obstáculo y había tratado varias veces de atraparlos, pero nunca lo logró. Al final murió.
Después de ese evento el equipo de lo siete ladrones se desintegró como estrategia de la Bestia.
Las investigaciones habían continuado, tratando de encontrar a todos los ladrones y también a la Bestia. El comandante Adell Márquez había tratado de encontrar a los siete ladrones, pero solo había podido atrapar a Isaac Blanco.
Las pesquisas no daban muchos resultados ya que las víctimas de los asaltos decían que la Bestia ocultaba su identidad, fingía la voz y siempre traía el rostro cubierto por unos vendajes y una capucha negra. Además, sus secuaces también se cubrían el rostro al momento de cometer algún asalto, por lo cual había sido imposible la captura de todos los culpables.
Pero el comandante Adell Márquez no solo quería atrapar a los ladrones por ser una amenaza para Valle Real y sus habitantes; tampoco por mantener el orden y su autoridad en el reino, había algo más: la Bestia era el culpable de la muerte de Leonard Palacios, el único pariente de Adell Márquez. Leonard lo había criado como a su propio hijo, aunque fue solo su tío.
Días atrás, la Bestia se había burlado del comandante Márquez, encerrándolo en sus propias celdas, una vez que escapó Isaac Blanco. Lo amenazaron con que la Bestia regresaría de nuevo para ser la pesadilla del reino.
Pero la Bestia no regresaba sola; con ella venían seis ladrones más, aunque por el momento solo se habían reunido cuatro y esperaban que una tarea fuera ejecutada por los seis perros que habían adoptado días atrás.
Con el dinero que Úrsula les había dado, habían ido al centro del reino a comprar alimentos para ellos y algunas ropas nuevas. También compraron carne, mucha carne, pues era el alimento favorito de los seis perros que los obedecían, ya que con carne habían conseguido que hicieran lo que ellos querían.
Estaban en la casa perdida del bosque y los cuatro charlaban sobre lo sucedido.
―Es curioso ―Rick rompió el silencio y todos voltearon a verlo―. Pero tal vez después la muerte de esa mujer nos pese ―comentó mientras mordía una manzana roja.
―Pues no sé ―comentó Frank, el Garrocha―. Más pesa toda esta comida que compramos ―dijo relamiéndose los labios.
―Ya ni lamentarse es bueno, compañeros ―comentó Jame invadiendo todo el lugar con su vozarrón―. Estoy seguro que los cachorros ya hicieron su sangrienta labor.
―Cierto ―opinó Isaac, sacando unas ropas de una bolsa―. Gracias a eso, podemos comprarnos lo que queramos y miren, que les parece este traje que me compré, bien refinado, con cola de pingüino y todo ―se rio y los demás también lo hicieron al ver la levita de faldones largos.
Rick trataba de pensar como ellos, pero no podía. Entonces, se levantó de la silla en la que se había sentado y habló en voz alta:
―Bueno, pues entonces no se hable más del tema, pues ya pronto los cachorros estarán aquí, mejor hablemos sobre lo que el señor les ordenó el día de ayer, ¿lo recuerdan? ―preguntó misterioso, levantando las cejas, pues obviamente los muchachos lo recordaban.
Isaac caminó entre el grupo y miró por la ventana, se dio cuenta que el bosque estaba lleno de neblina. Luego volvió hacia los demás.
―¡Es verdad! ―dijo sorprendido―. El señor nos ordenó que persiguiéramos a ese tal príncipe ―se rascó la cabeza y se lamentó―, se me había olvidado por completo… ¿Qué vamos hacer? ―preguntó desesperado.
Los otros tres se levantaron también de donde estaban sentados, pues si la Bestia aparecía les iba a pedir explicaciones.
―No hay que alarmarnos, mejor pensemos ―opinó Frank.
Jame miro a Rick.
―No le dirás nada, ¿verdad Rick? ―preguntó Jame.
Rick los miró y luego sonrió.
―Muchachos, por favor, ¡claro que no! ―y les indicó con la mano que se acercaran a él―. Conozco más al amo que ustedes y estoy seguro que se enojaría mucho si se entera de que no lo obedecieron al pie de la letra, sin embargo no hay por qué decirle nada, para que no se enoje. Aunque les recomiendo que ahora mismo vayan y busquen a ese príncipe, por si el señor pide alguna explicación.
―Sí, eso es ―dijo arrebatadamente Isaac Blanco―. Busquemos a ese hijo de papi para ver qué hace, aunque aún me intriga saber para qué quiere el señor que lo sigamos… ―se rascó la cabeza, no se supo si era por la duda o por algún animalito que le provocaba comezón.
―Tal vez planee saber cuáles son los lugares que más frecuenta, así después secuestrarlo y pedir algún recate al virrey ―opinó en broma Frank. El equipo rio.
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romance y misterio, secretos y aventura, gemelas princesa y plebeya
Editado: 13.06.2020