Hefesto había obtenido la última cualidad de los dioses, y está listo para redimirse, caminó hacia la estructura de metal hermosamente pulido y se pudo ver en ella, su rostro estaba más demacrado que de costumbre, su cabello rojizo como lava hirviendo perdía su fuerza y ahora se tornaba gris como cuando la lava se enfría, aun cuando era consiente de ser un ser de aspecto no grato, ahora por primera vez se veía feo. En su mente solo existía el pensamiento de redención con la humanidad.
Hace tiempo su padre había ordenado la creación de una mortal, con cualidades divinas como belleza, inteligencia, habilidad manual, gracia, y otras más, pero también debía tener en su corazón, la mentira y la falacia. El mito de Pandora era su vergüenza.
Hefesto sentía como este mito lo culpaba, sentía que la humanidad tenía penurias por su obra, por esto odiaba a los demás dioses y luego de un tiempo ideó un plan para poder liberar a la humanidad de todos los males que su creación dejo en la tierra.
Se alejó de su construcción para admirarla, era un robot que se veía como un muchacho de unos 16 años, de aspecto tosco, nada refinado. Se puso manos a la obra y comenzó a trabajar las cualidades sobre el robot.
Luego de trabajar por largo tiempo, el robot ya no tenía el aspecto de una máquina, se veía como un muchacho de aspecto hermoso. Hefesto tomó de una mesa de trabajo dos piedras que brillaban de forma enceguecedora, se acercó al robot y los coloco una en el pecho y otra en la cabeza, la máquina comenzó a moverse y vio a su creado, al cual solo le dijo.
-Tú serás mi redención, serás quien libere a la humanidad de todos los males que tu hermana les dio.
El robot cerró los ojos y comenzó a transformarse en un pequeño bebé, en su brazo izquierdo apareció un brazalete con un nombre inscrito en él: “Santiago”.
Hefesto lo tomó en sus brazos y salió de su taller.