Calipso recibió con gusto el regalo que le hizo Víctor y Minerva, una espada de tamaño reducida, ella podía reconocer el material de la hoja con solo ver su color rojizo brillante. Víctor le había dicho que esa espada la salvaría algún día.
Cuando Santiago llegó junto a Samuel, comenzaron a idear un plan para encontrar el vellocino de oro, aunque Samuel parecía más interesado en Pegaso, juntos decidieron ir en busca de Eolo, para que los guie hacia la isla de los cíclopes, Calipso creía firmemente que el vellocino se encontraría con el cíclope Telemo, un vidente con un gran gusto en lo hermoso.
Llegar donde Eolo fue fácil, pero al ver el castillo Calipso recordó su tiempo de libertad con gran nostalgia, el señor de los vientos al parecer sentía un gran aprecio por su nieto Samuel, y por eso los ayudó en su búsqueda de la isla con regalos y consejos. Antes de partir en un yate, Calipso vio el castillo de nubes con gran pesar en su alma.
El yate surcó los cielos sobre una nube que poco a poco fue desapareciendo hasta que el yate cayó en un gran mar, donde comenzaron a navegar. Calipso sabía lo peligroso que eran los mares y por eso no podía dejar su preocupación, la noche se acercaba y todo parecía calmo hasta que dos seres saltaron a la cubierta, todos por instinto sacaron sus armas, Calipso estaba lista para atacar hasta que reconoció a los dos seres.
Afros y Bitos, sabios como su medio hermano y educadores por vocación, las dos criaturas sonrieron al ver al grupo y Bitos habló.
-Buenas noches jóvenes, me llamo Bitos y él es mi hermano Afros, somos los ictiocentauros.
La voz de Bitos se escuchaba gruesa, como si fueran rocas rodando en un río. Calipso guardó su espada, y con señales les pidió a Santiago y Samuel que hicieran lo mismo, pudo ver el desconcierto y duda en ellos, pero se alegró al ver que los dos hacían caso, los hermanos también soltaron sus armas y abrazaron a Calipso para luego seguir con Samuel, y Santiago.
Los hermanos les contaron que estaban en una misión ultra secreta dada por el mismo Zeus, estaban en busca de un animal que no debía estar vivo, pero que hace mucho tiempo atrás el oráculo había dicho que regresaría, los dioses querían encontrarlo para mantenerlo a salvo. Samuel preguntó qué clase de animal podría hacer que los dioses mandaran a dos monstruos marinos, los hermanos vieron a Samuel, el más grande de los dos, Afros, miró al cielo, suspiró y comenzó a decir.
-Mi hermano y yo no somos monstruos, somos grandes guerreros, y como nuestro medio hermano en la tierra, enseñamos a los tritones para que sirvan a los dioses.
Calipso se disculpó por lo que Samuel había dicho, y también preguntó qué criatura podría importar tanto para que los dioses mandaran a los sabios del mar a buscarla.
Los hermanos sonrieron y mientras su mirada se dirigía al mar, Bitos respondió.
-Buscamos al Ofiotauro, aunque llevamos 200 años en su búsqueda sin ningún resultado, pero hoy creímos que encontraríamos a la criatura.
Calipso sintió gran temor, sabía lo peligroso que era esa criatura, pero había muerto hace mucho, Cronos la había matado para vencer a los dioses, por qué los hermanos buscarían al toro marino.
Los hermanos miraron a Calipso, y sonrieron, mientras decían.
-No temas, no será como en el pasado.
Su mirada se dirigió hacia los hermanos mientras escuchaba como Santiago preguntaba qué era el Ofiotauro, Samuel respondió que la criatura era un ser que nació del mismo caos, y quien quemara las entrañas de éste ser, sería capaz de vencer a los dioses, pero Samuel también dijo que este animal ya había muerto. Los hermanos interrumpieron en ese momento, para decir que era muy probable que la criatura renazca, y que por eso la buscan.
Una niebla comenzó a aparecer rodeando el yate, mientras dos gigantescos peñascos que estaban paralelos se podían ver, en el centro de estos peñascos se podía ver un remolino lleno de dientes, Calipso vio como los hermanos se tensaron y entendió de inmediato que ese remolino se trataba de Caribdis, lo que la hizo gritar que tengan cuidado de Escila, pero fue muy tarde, vio cuando una cabeza de perro tomaba a Santiago por la cintura y se lo llevaba hacía la niebla.
Calipso se iba a lanzar en su rescate cuando el yate comenzó a balancearse de forma agresiva, como si lo empujaran desde abajo del agua para que fuera directo a las mandíbulas de Caribdis. Afros y Bitos se lanzaron al mar y el yate se detuvo, se podía ver el agua agitarse, la noche no permitía ver qué sucedía, pero Calipso se preparaba para cualquier monstruo, de pronto cuatro telquines saltaron a cubierta, las cuatro criaturas tenían cuerpo de humano con una cabeza de foca y en vez de piernas una cola de pez, en sus garras se podía ver unas espadas de aspecto extraño, miraban por todo el yate como buscando algo o alguien, uno de los monstruos preguntó.