-¿Hola? ¿Me oyes? -Pregunté desconfiada, estaba en un edificio en ruinas, me habían reunido allí y seguía sin saber por qué.
Muy estupido por mi parte.
-Claro que te oigo, acércate -Dijo una voz entre la oscuridad.
No se oía muy bien.
-¿Quien eres?¿Qué quieres? -empecé a caminar hacia la nada- ¿te debemos algo?¿algún pago?
Intentaba negociar con él o ella, no sabía si realmente era un hombre o una mujer hablando con un distorsionador.
Ni siquiera sabía con quién estaba hablando, estaba perdida.
-Tranquila, tú no tienes la culpa, siempre intentas arreglarlo todo, por una vez no lo hagas -susurró, la voz se oía más cerca, pero había algo extraño.
Miré a mi alrededor, la voz provenía de todas partes, esto era imposible.
A menos que...
Se encendieron las luces dejándome claro que había caído, había caido en su juego.
Estaba en una cámara blanca, no había puertas, la entrada por la que habia venido ya no estaba.
Todos era blanco, salvo una pantalla.
Una gran pantalla negra.
La pantalla empezó a parpadear hasta que salió una imagen medianamente reconocible de mi secuestrador.
-¿Sabes? Siempre me han encantado los juegos, creo que ha vosotros también, siempre lo hacéis conmigo -decretó, se empezó a reír.
¿Por qué se reía?
Era bastante siniestro, llevaba una máscara de gas de oxidada.
Al menos ya sabía que nos conocíamos.
Fui hacia la pantalla y golpeé la pared intentando demostrar la furia que traía cargada conmigo.
Empezó a reírse más fuerte aún, riéndose de lo que hacía, riéndose de mi.
–¿¡Qué mierda quieres!? –Vociferé mirando a la pantalla.
No podía creerme esto.
Me la habían jugado, y yo como muy tonta había caído.
Cualquier cosa que hayan hecho me las pagaran caro, cuando salga de este lugar no habrá Záitsev que me detenga.
-Juguemos -anunció, y se apagaron las luces.