El secreto de Luciano

Capítulo 17

Luciano despertó de un salto, el sol entra por su ventana a pesar de las gruesas y oscuras cortinas, se destapó de golpe y al intentar levantarse se sintió mareado colocando su mano en su rostro y desperezándose. Luego abrió los ojos recordando que Sayen estaba en su casa, tal vez la mujer había dormido en el sofá, no recordaba si le invitó a dormir en otra de las habitaciones y se molestó por su falta de cortesía.

 

Se vistió con rapidez y bajó las escaleras sintiendo el aroma a café recién hecho. Su sorpresa fue mayor al encontrar a Felipe, solo, sentado en la cocina revisando su celular con desgana. Alzó los ojos y sonrió con esfuerzo entendiendo la desilusión de Luciano que intentó disimular sin éxito.

 

—Buenos días —le habló mientras el escritor terminaba por bajar las escaleras.

 

—¿Y Sayen? —preguntó Luciano desviando la mirada.

 

—Tuvo que irse temprano, hoy su hermana menor llegaba al aeropuerto así que debía recogerla, la fui a dejar a su departamento y volví —tomó un sorbo de café—. ¿Pasaron una buena noche?

 

Sonrió con una malicia que descolocó a Luciano quien carraspeó como respuesta.

 

—Me la pasé con fiebre... como un idiota —suspiró sintiéndose un tonto de solo recordarlo.

 

Felipe lo miró sorprendido, tal vez sus palabras no han dicho mucho pero conoce lo suficiente a Luciano para notar que se siente decepcionado por no encontrar a Sayen y ya no se refiere a ella como "la mujer loca”.

 

El timbre de la puerta principal interrumpió el silencio que se había apoderado de ambos.

 

—¿Otra vez dejaste la reja abierta? —murmuró Luciano entrecerrando los ojos con severidad.

 

Felipe solo levantó sus hombros sonriendo.

 

—Tal vez Sayen olvidó algo o decidió volver —habló y en cierto modo notó que la seria expresión de Luciano cambiaba a ansiedad.

 

Controlando sus impulsos abrió la puerta, pero aquella vivacidad que había invadido sus ojos se borró y su rostro volvió a colocarse tan adusto como antes.

 

—Natalia —indicó arrugando el ceño—. Ya te dije que nuestra conversación había acabado, que entre nosotros no hay nada, además que yo...

 

—No tengo a donde ir —lo interrumpió avergonzada y dolida.

 

En ese instante notó la maleta roja que había en el piso.

 

—Natalia —titubeó—. Yo no...

 

Pero en ese instante la mujer se desvaneció y antes de que cayera al suelo Luciano logró sostenerla en sus brazos. Felipe lo quedo contemplando preocupado y el escritor alzó la mirada buscando una respuesta que no encontró.

 

————o—————

 

Sayen luego de llegar a su departamento se vistió con rapidez intentando levantar a su hermano que solo se tapó la cabeza con las mantas y se quejó de que no lo dejaba dormir. Cruzó los brazos molesta pero no tenía tiempo para darle un sermón. Salió con rapidez casi a punto de darse un golpe con Carlos que iba en dirección a su departamento.

 

—Carlos —sonrió la mujer de la impresión—. ¿Venías hablar conmigo?

 

—Si estás muy ocupada lo dejamos para otra ocasión —habló seriamente.

 

—Voy a buscar a mi hermana menor al aeropuerto, si quieres puedes acompañarme y hablamos en el camino —Sayen comenzó a caminar.

 

No le respondió, aunque titubeó eso fue algo que Sayen no vio, va tan apurada que no notó aquel gesto, solo se dio cuenta que Carlos camina detrás de ella para alcanzarle el paso.

 

Sayen subió a su auto y Carlos se subió a su lado. Titubeante lo observó por leves segundos, siempre ha sido silencioso y serio, pero hoy parece serlo más de lo habitual, tal vez algo le esté preocupando. No cree que se trate de algún manuscrito pues siempre va adelantado con las entregas.

 

—Quería hablar contigo de algo importante — habló luego de minutos en silencio.

 

—¿Es por alguno de tus libros? —preguntó la mujer sin despegar la mirada del camino mientras conduce—. Eres un excelente escritor, uno de los mejores que conozco, sé que si estas con bloqueo podrás encontrar inspiración y...

 

—No es de trabajo —la interrumpió con cierta sequedad.

 

Sayen no supo que decir, ni siquiera fue capaz de esconder su sorpresa, se le hizo extraño cuando nunca se había acercado por otro tema que no fuera trabajo.

—... lo siento ¿Tienes algún problema muy complicado? Si está en mis manos puedo ayudarte —le sonrió mirándolo solo por unos segundos notando como Carlos arrugaba el ceño.

 

No le respondió. El silencio volvió a apoderarse de ambos.

 

—¿Sayen, estas soltera? —le preguntó de repente haciendo que casi por un segundo perdiera el control de su vehículo.

 

La mujer se giró estupefacta por la indiscreta pregunta, aunque pronto volcó su atención hacia adelante ¿Por qué le preguntaba algo como eso? ¿Acaso le molestaba que una mujer sin compromiso se dedicara a editar sus escritos? ¿Tiene esa manía rara de algunos viejos escritores que prefieren editores casados que solteros?

 

—Sí, vivo muy ocupada para tener tiempo de andar conociendo hombres —se rio algo incomoda.

 

—Me alegro —exclamó y cuando la mujer lo observó extrañada su mirada Carlos contemplaba el paisaje a través de los vidrios.

 

No entiende a que quiere llegar, aunque una leve idea empieza a apoderarse de su cabeza haciendo sentirse más torpe de lo habitual.

 

—Entonces no hay ningún problema —volvió a hablar—. Tú me gustas

 

Aprovechando que estaban ahora con luz roja Sayen lo miró estupefacta, ¿Hablaba de gustarle como mujer? ¿Como de hombre enamorado? ¿O de gustarle como su editora? No supo que decir además que podía haberlo malinterpretado, al no estar acostumbrada a estas situaciones no puede entender que quiso decirle exactamente con esas palabras. ¿Es una declaración? Tragó saliva y sonrió con torpeza ella no es alguien que tuviera la clase de alguien como él, o sea no es una mujer que se viera bien a su lado. De seguro al decirle "Me gustas" se refiere a que le cae bien como persona. ¡Sí, seguro que es eso! Pero porque aún sigue temblando.




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