El secreto de su voz

Capítulo 18

18

 

 

 

Se acercaba el final de la semana y eso significaba el inicio de nuestras vacaciones de navidad. En la cabaña llenamos una pared de datos e información crucial para comenzar nuestro juego, no era el de Sebastián, tampoco era el de ellos. Era el nuestro, el que creé junto a Mat para que aquellos dos acabaran de una vez por todas.

Teníamos un dato interesante sobre el suicidio de Jessie, su familia. Era de suponerse que, sus padres sabían lo que le había ocurrido, ¿por qué lo ocultaron todo? Nunca informaron a la policía la desaparición de su hija y ni siquiera se tomaron la molestia de avisar en la escuela que ella faltaría unos días a clase. Eso nos hizo sospechar que sí sabían lo que le había ocurrido. Luego, cuando se suicidó, el pueblo se enteró dos días después, no hicieron funeral, no avisaron a nadie sobre el cadáver de su hija. Se lo guardaron todo hasta que su empleada doméstica reveló lo que no querían que nadie supiese: Jessie, se había suicidado por algo más que lo obvio, y entre ellos estaba la falta de interés de sus padres y lo sucedido en aquel lugar.

‹‹ ¿Ella acaso habría querido justicia?››.

El acosador tenía un patrón determinado: chicas alegres, confiables y bonitas. Chicas que no sintieran miedo y que darían todo por ayudar a los demás. De aquel hombre, solo tres características: piel morena, manera formal al vestir y un tatuaje de una letra china.

Las piezas claves del juego eran Manuel, Lisa, Mathius y Tatiana, cuatro jóvenes con mucho poder en la escuela. Sin embargo, no lograba saber con exactitud quién de ellos era el líder. Los lugares, no daban un indicio de dónde se podía conseguir la siguiente prueba, así que nuestra búsqueda se hizo más complicada. Decidimos encerrar las pistas dentro de un mismo patrón, puesto que todo seguía la línea de los secuestrados. Después de todo, Sebastián no había elaborado un plan tan complejo con respecto al manejo de las pistas.

Teníamos un manojo de pistas y datos pegados a la pared con la esperanza de tener la pieza clave más clara para iniciar. Aún nos faltaba mucho trecho y aclarar varias incógnitas. Entre ellas y la más importante para mí: ¿Dónde está Sebastián?

 

(…)

Llegué a casa aquella tarde previa al último día de clases. Encontré a mis padres, cada quien en un lugar de la casa, haciendo sus habituales deberes. Tiré la mochila al suelo, me senté en el sofá y encendí el televisor. Me dispuse a ver un programa de cocina internacional.

—Se supone que cuando se llega se saluda —indicó mi madre detrás de mí.

—También se supone que cuando se marcha, se tienen que despedir, y ustedes no hacen ninguna de las dos. —Hice silencio y no volteé a mirarle.

— ¿Acaso quieres tratar de decirme algo, Natalie? —preguntó en un tono perspicaz—. Cada día te vuelves más irritante, nos tratas como si no fuéramos tus padres.

—He ahí la clave, ¿a quiénes debo llamar padres? —Esa vez giré y la miré fijamente.

— ¿Qué quisiste decir con eso? —inquirió desconcertada y fue cuando llegó mi padre.

— ¡Qué no tengo padres! —Exactamente ahí, frente a ellos expuse las palabras que me había ahorrado desde hacía mucho. Sus caras eran de sorpresa y confusión—. Así como lo oyen, no pueden venir a exigir un comportamiento en estas últimas semanas que han estado en la casa, cuando la mayor parte del año, por no decir todo el año, ni tan siquiera se acercan al pórtico, o desayunan en la mesa del comedor. Que si no fuera porque dicen sus nombres en la escuela, ni siquiera me acordaría de ustedes.

›› ¿Por qué será? ¡Ah claro! ¡Porque nunca los veo! —Mis palabras fueron más hirientes y cortantes, claramente mucho en mí había cambiado— ¡Quiten esas caras, porque no es ninguna sorpresa! Yo solo estoy esperando su siguiente viaje “inesperado” para poder recordar quiénes son estos dos desconocidos con lo que comparto casa.

El silencio se hizo presente y nuestras miradas se cruzaron con cierta amargura e incredulidad. Tomé las llaves de mi auto y al salir cerré la puerta muy fuerte, esa vez no quise mirar atrás.

Aquellas palabras bien podrían haber sido un puñal clavado en la espalda de alguien amado, pero ahí estaba demostrando mi rabia contenida, mis noches de amargura y la soledad completa que lograba sentir día tras día. Su silencio solo me comprobó que tenía razón, me demostró lo mucho y poco que puedo significar en la vida de alguien.




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