PRIMER AMOR, PRIMER BESO
(Memorias del pasado)
Sebastián, con sus ojos azules y su cabello oscuro, podía pasar bien por un chico ejemplar y popular de las películas. A diferencia de lo que podía aparentar en lo físico, era humilde y encantador. Ocurrente en todos los sentidos. Su sonrisa iluminaba cada espacio que habitaba y te hacía sentir segura ante cualquier situación.
Una semana después de mi décimo tercer cumpleaños me llevó a la cabaña. Me pidió que me sentara en la parte del volante de su bicicleta y me relajara, él nunca me dejaría caer. Fue el paseo que, sin duda amé. Cuando llegamos casi me hizo caer por lo rápido que quería que pasáramos, me tomó del brazo y abrió la puerta.
—Conseguí pinturas y unos muebles viejos —me anunció tomando una brocha en su mano—, este lugar necesita vida, tenemos un año aquí, así que debemos darle un toque especial.
—No es correcto, Sebastián, esta casa no es nuestra… mejor saca todo esto de aquí.
—Nita, por favor, esto está solo desde hace mucho… solo acepta que no quieres pintar. —Con la brocha me manchó de pintura el brazo y rio sin parar, yo me enojé—. Deberías ver tu cara
— ¡Harrison, ¿qué has hecho?! ¡No me gusta este tipo de juegos!
— ¡Te encantan! —Él me mostró la mejor de sus sonrisas. Me dio la otra brocha, yo asentí—. Sabes que conmigo jamás se dice no. —Sutilmente tocó mi mejilla con su mano. Su mirada era tierna y de mí salió una sonrisa, acompañado de un sentimiento de placer.
Pasamos toda la tarde pintando esas paredes, riéndonos y jugando entre nosotros. Nuestra ropa estaba hecha un desastre, llena de pintura a causa de los juegos y pequeñas carreras por manchar al otro. Nos sentamos juntos en el piso, él se colocó frente a mí, estaba muy cerca y me hizo sentir nerviosa.
‹‹ ¿Qué rayos me está pasando, es mi mejor amigo?››.
—Deja de llenarme de pintura —ordenó con una mirada traviesa y una sonrisa—, ¿acaso quieres que me moleste? —Yo no podía hablar, sentía un remolino de sentimientos en mi ser, cosquillas en mi estómago y mi mente revuelta de pensamientos—. Tampoco es para que te quedes muda. Soy irresistible ¡Lo sé! —Solté una gran carcajada, no supe de dónde había salido aquella risa pero lo hice, me reí sin más— ¿Soy tu payaso ahora? ¡Bien! ¡Toma esto! —Y pasó la brocha llena de pintura por mi mejilla, luego se levantó para comenzar a correr por el lugar.
Sebastián sabía cómo hacerme sentir bien, sacarme una sonrisa y hablar en el momento propicio sin sonar burlón o fuera de lugar. Aquella tarde marcó el inicio de todo lo que seriamos a partir de ese momento. Esa tarde me di cuenta del amor que le tenía y el miedo a perderlo.
(…)
Yo estaba caminando muy enojada por el bosque y Sebastián ve-nía detrás de mí. Acaba de presenciar la escena más patética de mi vida, y no podía creer que él era parte de todo. Mis pisadas eran fuertes, y hacía crujir las hojas secas del piso, pateé un par de ramas, y noté que él intentaba calmarme, pero al ver que no funcionaba siguió caminando y esquivando las ramas que lanzaba.
— ¡¿Por qué tenías que defenderla a ella?! —Cuestioné muy enojada entrando a la cabaña— ¡¿Acaso no viste que se te insinuó de la peor manera?!
— ¿Estás celosa? —inquirió desconcertado por mis reclamos.
— ¡Qué cosas dices! ¿Yo, celosa? No, claro que no… ¿Por qué lo estaría? ¡No… po-por supuesto que no! —Sin darme cuenta estaba tartamudeando—. So-solo… ¡solo se sintió incómodo! Que una chica se te insinuara así, frente a mí, fue… ¡se hubieran buscado un motel!
Él se sentó en el mueble y me miró fijamente. Luego de unos segundos sonrió y se quedó en silencio.
— ¿Qué es tan gracioso? —sondeé al fin, después de ver que él seguía sonriendo—No estoy celosa, pasa que eres mi mejor amigo y no quiero que chicas como esas te lastimen. —Dejó de sonreír.