“Me perdí en un camino de curvas.
Me encontraste
y todo se volvió claro.
Las curvas desaparecieron
e hiciste de ellas, sin darte cuenta,
un camino recto, directo a ti.”
—Buenos días —dije alegre mientras me acercaba al restaurante. Ella estaba fuera, colocando las mesas y las sillas de la terraza. Se sorprendió pero me sonrió al verme. Esa vez tenía una coleta alta que la quedaba genial.
—Tan puntual como siempre —murmuró poniendo la última silla de la mesa—. Buenos días. ¿Lo de siempre? —asentí y miró hacia dentro del restaurante—. Marchando —entramos los dos. Ella se puso a hacer el café mientras me apoyaba en la barra—. Me pareció verte ayer en la plaza.
—Justo iba a hablarte ahora de eso —afirmé ocultando mi emoción. Creía que no me había visto, y lo hizo. De toda la gente que había, me vio... Increíble—. Lo hiciste muy bien, me gustó mucho la frase esa. Te juro que la tengo en la cabeza.
—Gracias, me alegro —me puso el café con una pasta al lado—. ¿No tenías clase?
—Sí, solo perdí una clase sin importancia.
—Todas las clases tienen importancia.
—No si todas se te dan bien y no tienes problemas de recuperar la clase perdida —dije dando vueltas al café. Desvió la mirada como para pensar la respuesta y se rio tímidamente, luego me sonrió.
—Touché.
Yo también me reí ligeramente, mirando la espuma del café la cual no quitaba por muchas vueltas que diera con la cuchara. Roxanne siguió con sus cosas en el restaurante mientras, de vez en cuando, nuestra mirada coincidía.
Me tomé de un sorbo rápido el café cuando me di cuenta que se me había ido la hora y dejé el dinero al lado de la taza. Ella estaba colocando varias sillas en su lugar pero una tambaleó cuando le dio sin querer con el pie. La puse bien antes de que se cayera y me miró.
—Gracias.
—No es nada. Espero que no se te haga muy largo el día.
—También lo espero. Suerte en clase... Aunque seguro que no lo necesitas ya que todas se te dan bien.
—No es para tanto —sonreí negando la cabeza divertido—. Gracias, nos vemos luego.
—Claro, aquí estaré —suspiró y rodó los ojos—. Qué remedio tengo.
Me contagió su sonrisa y comencé a andar hacia la universidad, metido en mis pensamientos... Como siempre. No necesitaba mencionar en quién pensaba porque estaba claro. Aunque también me quedé pensando en Lilly, hacía casi una semana que no la veía. Dudaba si aún se acordaba de mí o se había olvidado. Nunca acertaba con la loca mente de los niños.
Llegué justo a tiempo para la primera clase. El día fue como uno más, nada especial en él... Sin contar las miradas de odio que me enviaba Naira a las que yo sonreía y seguía con lo mío. Eso la enfadaba todavía más. A la salida, lo tomó conmigo y convenció a Steve para que la llevara a casa. Después de que él insistiera en que fuera con ellos, me negué todas las veces que hizo falta y volví andando a casa.
Ni siquiera llegué, me lo pensé dos veces y entré en el restaurante de Roxanne. A esa hora había ya unas cuantas personas y a ella la quedaba poco para terminar su turno. Supuse que su compañero ya había llegado.
—Hola, de nuevo —se acercó con su típica sonrisa adorable—. ¿Qué te puedo ofrecer? ¿Algo para comer?
—Sí... —dije y sin dejarme terminar me dio un papel con la comida que había. Solo me centré en los bocadillos, no tenía tanta hambre—. Gracias... Un bocadillo de... Bueno, lo que me recomiendes, por favor.
—Está bien —le di el papel de vuelta y asintió—. Ahora te lo traigo.
Esperé con el móvil, abriendo las conversaciones que no había abierto aún desde el día anterior. No tardó nada en traérmelo y lo comí con tranquilidad. Hizo una buena elección. Ni siquiera me percaté de la hora, de todas maneras, ese día no tenía prisa.
Ella se fue diez minutos antes que yo, los jueves tenía las tardes libres. Anduve alegre y despacio hasta casa, subí las escaleras y me sorprendí al oír más voces de las que debería. Eso ya me lo temía. Me asomé al salón donde estaban sentados Steve y Naira y rodé los ojos instintivamente. Qué raro.