7. Dos lugares

“Pensé que era menos predecible,

pero te valió con mirarme a los ojos

para verte en ellos

y darte cuenta

que ya tenías un lugar en mi vida.”

—¿Falta mucho?

Se echó a reír por cuarta vez en el camino y su mirada divertida me hizo sonreír... Por cuarta vez también. Su risa ya me había enganchado y sabía que no me iba a soltar tan fácilmente. No me había hablado mucho de ella, solo que la costó aprenderse la ciudad pero que se la sabía de memoria. Llevaba ahí unos cuantos años viviendo.

—Ya hemos llegado.

Se paró enfrente de unas escaleras y me quedé asombrado al ver el enorme edificio con tres puertas pero solo una entrada, la del centro. Había dos estatuas por la mitad de las escaleras y otras cuatro pegadas a la fachada las cuales significaban los representantes más importantes en las letras españolas. Había visto fotos pero en la realidad era mucho más grande de lo que me esperaba, sinceramente.

—Vaya... Pasada.

—Pues espera a ver por dentro... Hay muchísimas salas para visitar. ¿Tienes el carnet para sacar libros? —negué con la cabeza—. ¿Y cómo pensabas hacer el trabajo? ¿Tenías pensado sacarte uno?

—Considerando las posibilidades que hay de que llegue aquí, no. Aunque devolvería el favor a alguien que lo tuviera y me dejara sacar los libros por un tiempecito —miré a otro lado disimuladamente.

—Te ayudaré si insistes tanto —sonreí y subimos poco a poco las escaleras—. Tampoco quiero que un trabajo te baje la nota, sabiendo que puedo ayudarte en algo.

—Gracias.

—No es nada. Tú solo... Procura tener buena nota. Y ahora, shh...

Abrió la puerta y entramos. Me había sorprendido su simpatía y hacía que cada vez me agradara más. No me importaba pasar un rato más con ella y, además, el hecho de sacar los libros con su carnet, nos obligaba a vernos una vez más fuera de su trabajo. Y eso solo me hacía agradecer al destino, a la suerte o a lo que fuera de no saber ir a ese lugar.

Había varias salas por lo que pude ver pero ella me llevó a una enorme, con grandes estanterías de libros y mesas grandes con varias sillas. Se sentó en una completamente vacía y me puse a su lado.

—A ver, explícame detalladamente las pautas del trabajo —susurró mientras puse las cosas encima de la mesa.

—Solamente necesito ayuda en cuanto a la información. He pensado en hacer la presentación de doce lugares representativos o los más importantes. El primero será la plaza pero necesito más información de la que viene en Internet.

—¿Por qué doce?

—Porque me gusta ese número.

—¿Y ya sabes cuáles son los otros once lugares?

—No lo he pensado aún.

—La biblioteca puede ser el segundo, es uno de los edificios más importantes del país. Podemos buscar libros por... —recorrió la sala con la mirada—. Por historia.

—Busquemos.

Asintió mientras nos levantábamos y la seguí hasta uno de los pasillos de historia. Ella revisaba una estantería y yo la del lado contrario. Encontré algo sobre la historia pero temía que eso contuviera muy poca información que buscaba.

—No estoy seguro de este —dije dándome la vuelta con el libro abierto.

Di varios pasos hacia ella y cuando se dio la vuelta, casi chocamos. Por acto reflejo, rodeé su muñeca antes de que se cayera o se diera con la estantería y suspiramos al ver que no había pasado nada. Los libros y nosotros estábamos bien.

—Perdón…

—No… —sonrió sinceramente y me separé un paso, parpadeando varias veces—. No es nada.

Se lo enseñé y me sonrió, asintiendo. Si ella lo decía, yo la creía.

En unos quince minutos, ya teníamos seis libros sobre la mesa. Insistió en ayudarme y nos pusimos a leer, deteniendo al otro si encontraba algo. El libro del cual no estaba muy seguro de coger tenía toda la información que necesitaba de la Plaza Mayor. Lo dejé a un lado y me puse a leer otro.

—Aquí vienen varios lugares... Te vas a cansar de resumir todo esto. Apuesto a que eres el único que sigue buscando información en los libros, la gente ahora solo lo mira por Internet.