—¿Qué pasa?— preguntó Augusto, entrando en la cocina.
—Gus, tienes que averiguar cómo supo de esta dirección— lo urgió ella en un susurro.
—En eso estoy, mamá, por favor déjame hacer esto. Yo también quiero saber por qué apareció de repente de esta manera.
—Lo siento, estoy actuando como una paranoica, es solo Liam…
—Sí, es posible que solo sea una visita inocente, pero sea lo que sea, le sonsacaré la verdad, no te preocupes.
—Hay otra cosa…
—¿Qué?
—¿Por qué hay un pedazo de tronco rojo en tu mochila?
—¿Estuviste revisando mis cosas?— la cuestionó Augusto, enojado.
—Solo estaba sacando la ropa sucia de tu mochila para lavarla, como siempre hago— le retrucó ella con tono defensivo—. Es un trozo de balmoral, ¿no es así?
—Mamá, este no es el mejor momento para discutir esto…
—De acuerdo, de acuerdo, ve con tu amigo. Hablaremos después.
Augusto meneó la cabeza, irritado, y abandonó la cocina, para subir otra vez a su habitación. Cuando entró, vio que Liam leía con gran interés uno de sus libros.
—¡¿Qué…?!— exclamó al reconocerlo—. ¡Liam! ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Dame eso!— le sacó el libro de las manos, cerrándolo de golpe.
—Solo me estaba entreteniendo mientras volvías— se encogió de hombros su amigo de forma inocente.
—Este libro es privado— le espetó Augusto.
—¿Qué es? Parece un diario, pero no es tu letra. ¿A quién pertenece?— preguntó Liam.
—No te incumbe, Liam.
—No te pongas así, Gus, no quería inmiscuirme en tus cosas.
—De todos los libros de la biblioteca, ¿por qué elegiste este?— preguntó Augusto, suspicaz.
—Fácil, todos los demás son libros comprados en tiendas, pero ese no tiene inscripciones ni en la tapa ni en el lomo y está forrado con un intrigante cuero negro. Además, sus páginas están escritas a mano. No me puedes negar que es un libro misterioso. Por cierto, ¿quién es Miguel Cosantor? ¿Y qué es el complejo de los hermanos del Divino Orden?
—¿Hasta dónde leíste?— preguntó Augusto, un tanto alarmado.
—Solo un par de páginas, Gus, no sabía que te ibas a molestar tanto.
—No tienes derecho…
—Gus, ya me disculpé, no era mi intención incomodarte, viejo. El libro estaba a plena vista, no pensé…
—Está bien, Liam— levantó las manos Augusto, un poco más calmado—. Hoy no he tenido un buen día y estoy un poco susceptible, perdóname.
—Solíamos contarnos todo, Gus. ¿Quieres hablarme de lo que te pasa?
—Tal vez otro día— se excusó Augusto.
Augusto fue hasta la biblioteca y repuso el libro en su estante. En ese movimiento, dos pequeños objetos cayeron del bolsillo de su pantalón. Liam fue el primero en verlos y se apresuró a recogerlos.
—¿Qué es esto? ¿Pelo rubio?— dijo Liam, espiando dentro de la pequeña bolsa de tela.
Augusto se la arrancó de las manos bruscamente y se la colocó rápidamente en el bolsillo frontal de la camisa, abotonándolo para asegurarse de que no volviera a caerse. No vio que Liam aun tenía en sus manos el otro objeto: un papel cuidadosamente doblado. Liam abrió el papel y leyó en voz alta:
—Me retracto. No eres un retrasado mental. Lyanna.
—¡Dame eso!— casi le gritó Augusto. Liam le entregó el papel, y Augusto lo guardó junto a la bolsa con el cabello.
—¿Quién es Lyanna? ¿Y qué hiciste para que pensara que eras un retrasado mental? O mejor aún: ¿qué hiciste para que se retractara?
—Liam, en serio, no quiero hablar del tema.
—Debí suponer que se trataba de un asunto de amores. ¡Vamos, Gus! Cuéntame sobre ella, ¿es bonita tu rubia?
—Por favor, déjame en paz.
—No solías ser tan reservado conmigo. ¿Qué pasó?
—Las cosas eran más simples entonces, ahora… bueno, ahora se han complicado— explicó Augusto.
—Estás metido en un problema serio, ¿no es así?
—Bastante serio, sí— admitió Augusto.
—Gus, sabes que mi padre es muy influyente, puedo pedirle que intervenga. A mí me ha sacado de más de un aprieto y…
—Gracias, Liam, pero no creo que la esfera de influencia de tu padre se extienda lo suficiente como para resolver mi problema.
—El mundo de la política toca todos los campos, Gus, y el nombre MacNeal abre muchas puertas.
—Te agradezco el ofrecimiento, Liam, lo tendré en cuenta si las cosas se salen de control. Por ahora, creo que de alguna manera podré solucionarlo.
—Como quieras, viejo. Solo deseo hacerte ver que para mí, seguimos siendo tan amigos como siempre y haría cualquier cosa para ayudarte.
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Editado: 12.10.2019