El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

QUINTA PARTE: Juliana - CAPÍTULO 55

Liam se presentó en el bar a la media hora, tal como había prometido. Suspiró aliviado al verlos sentados en una pequeña mesa en un rincón. Se acercó hasta ellos, arrimó una silla y se sentó a su mesa.

—Lamento no haber podido llegar antes que ellos, me llevaban ventaja. La Hermandad me está cerrando las fuentes de información, ya no confían en mí— explicó.

—Igualmente llegaste rápido— le dijo Juliana, y sonó como un reproche.

—Ya venía de camino cuando los llamé— dijo él—. Cuando vi que no podía adelantármeles, decidí enviarlos a ustedes a este bar para ganar tiempo.

La camarera se acercó a la mesa y le preguntó a Liam qué iba a tomar.

—Whisky doble— dijo él.

La camarera asintió y se retiró.

—¿No te parece un poco temprano para beber?— lo cuestionó Juliana.

—Señora, acabo de traicionar a la Hermandad. No solo necesito un trago, me lo merezco— se justificó él.

Juliana frunció el ceño desaprobadoramente, pero no dijo nada.

—¿Qué quieren estos tipos de nosotros, Liam?— le preguntó Luigi—. ¿Pretenden forzarnos a ayudarlos a encontrar el Sello? Porque si es así…

—No, no es eso— lo cortó el otro—. Hace meses que ellos se hicieron con el Sello.

—¿Lo encontraron?

—Sí.

Liam omitió decir que la Hermandad lo había encontrado con su ayuda, gracias a la información que él había alcanzado a leer en el diario de Miguel Cosantor en el cuarto de Augusto.

—¿Entonces? ¿Creen que sabemos demasiado sobre el símbolo?

—No, no les interesa lo que sepan sobre el símbolo del Sello. La razón de existir de la Hermandad es llegar a realizar el Ritual Maestro Final de Liberación. Para eso necesitan dos elementos fundamentales: el Sello y la presencia del Marcado. El Sello ya lo tienen, y ahora los usarán a ustedes para conseguir al Marcado.

Juliana y Luigi cruzaron una mirada nerviosa.

La camarera trajo el whisky de Liam, y él le agradeció con una amplia sonrisa.

—A su salud— levantó el vaso Liam y se bajó casi medio whisky de un largo trago.

—¿Qué piensa la Hermandad que tenemos que ver nosotros con el Marcado? Ni siquiera sabemos quién es— dijo Luigi cuando la camarera se retiró.

—Buen intento— respondió Liam—, pero la Hermandad sabe que quién los puso a investigar el Sello es el propio Marcado y sabe también que su nombre es Miguel Cosantor.

La pareja Cerbara palideció.

—También saben que Miguel Cosantor no se encuentra en este mundo sino en el mundo donde Augusto fue a aprender sus “artes internas chinas”. Por cierto, nunca tuve la oportunidad de agradecerle a Gus que me sanara la mano, hizo un excelente trabajo. No quiero imaginarme lo que podrá lograr cuando su potencial sea entrenado— continuó Liam, tomando otro trago de su whisky.

—Nunca cooperaremos para eso— dijo Juliana entre dientes—. Moriremos antes de ayudarlos.

—Eso es muy noble, pero ingenuo. No deben subestimar las técnicas de persuasión de la Hermandad, se los digo por experiencia personal. Morirán, sí, pero no antes de ayudarlos a conseguir lo que quieren.

Juliana resopló con frustración.

—¿Cómo propones solucionar nuestro problema?— quiso saber Luigi.

—Los llevaré a un lugar seguro, un lugar donde la Hermandad nunca los buscará. Mientras ustedes no caigan en manos de ellos, el Marcado estará a salvo y el ritual no será posible.

—¿Y luego qué?

—No lo sé todavía, un paso a la vez, ¿eh?

—¿Nos das un momento para discutirlo?— le pidió Juliana.

—Claro— dijo Liam poniéndose de pie y tomando su vaso—, pero que no sea un momento largo, ya hemos perdido demasiado tiempo y es hora de movernos.

Liam se apartó de la pareja y se fue a sentar a la barra. Pidió otro trago y se puso a conversar amigablemente con la camarera. Después de unos minutos, Luigi se acercó a él y le tocó el hombro.

—¿Ya decidieron?— inquirió Liam.

—Sí— asintió Luigi—. Por ahora, iremos contigo a ese lugar seguro del que hablas.

—Me alegro. Es una decisión acertada e inteligente— respondió Liam, apurando el resto de su trago—. Vamos.

Los tres salieron del bar y caminaron por un par de cuadras, hasta donde Liam tenía un automóvil estacionado.

—¿Arreglaron tu coche?— preguntó Juliana.

—No, este es alquilado— respondió él.

—Tal vez sea mejor que yo conduzca— se ofreció Luigi—. Tomaste mucho allá adentro.

Liam lanzó una carcajada:

—Se necesita mucho más que dos whiskies para incapacitar a Liam MacNeal para conducir— dijo—. Este es mi plan de escape y yo conduciré— se mantuvo firme.

Luigi suspiró, preocupado, pero no tuvo más opción que dejar conducir al muchacho.




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