El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Lug - CAPÍTULO 102

—Cinturón— le indicó Liam a Lyanna.

—¿Qué?

—Que debes ponerte el cinturón de seguridad.

—Oh… ¿cómo…?

Liam se inclinó sobre ella, tomó la hebilla del cinturón, la cruzó por el frente de su cuerpo, rozando sin intención uno de sus perfectos pechos, y la calzó en el encaje del otro lado.

—No me gusta ir atada— protestó ella.

—Es por tu seguridad.

—¿Es costumbre de tu sociedad limitar a las personas y decirles que es por su seguridad?

—Sí, es una práctica normal. Entiendo que te incomode, pero en serio, no iremos a ninguna parte si no llevas el cinturón puesto, lo siento. Es eso o te vas a dormir atrás con tu padre.

—Aun con este cuerpo me sigues tratando como una niña— dijo ella enfurruñada.

—Es lo que eres— la miró él de soslayo, arrancando la limusina. Trató de no pensar que la había deseado sexualmente, pero la perfecta y sensual forma femenina que tenía allí sentada junto a él no ayudaba para nada—. ¿Te molestaría…?

—¿Qué?

—¿Cambiar tu aspecto, volver a la forma de niña de once años?

—¿Por qué? Creí que te agradaba este aspecto.

—Me agrada, me agrada mucho, ese es el problema.

—No entiendo.

Liam suspiró.

—Está bien, olvídalo, Ly. ¿Ese es tu nombre? Oí que tu padre te llamaba así.

—Es un apodo. Mi nombre completo es Lyanna.

—¡Lyanna!— exclamó Liam—. ¿Tú eres Lyanna? ¿La novia rubia de Augusto?

—No somos novios, solo amigos— aclaró ella—. Él también tiene reservas sobre mi edad y mi aspecto.

—Hazme un favor, no le digas a Gus que tú y yo… bueno, que tú y yo estuvimos en mi habitación solos.

—¿Por qué?

—Bueno, creo que lo tomaría a mal. Augusto tiene la moral de un caballero medieval, y tal vez se vería obligado a defender tu honor, a costa de mi salud. No quiero su espada sobre mi cuello.

—Tal vez tengas razón sobre eso. Ya se batió a duelo por mí una vez.

—¿Y qué pasó?

—Terminó vencido, humillado, sangrando y fue expulsado de la escuela de Alaris. Lo mandaron aquí, con sus padres, por un tiempo, pero hace poco lo reintegraron a la escuela.

Liam dedujo que la reintegración de Augusto había coincidido con su supuesto viaje a China.

—¿Qué es la escuela de Alaris?

—Una escuela— se encogió de hombros Lyanna. No tenía con qué compararla, para ella era la única escuela que existía.

—¿Qué enseñan allí?

—Muchas cosas. Cada uno desarrolla sus propias habilidades, así que solo toma las clases que necesita para eso.

—¿Habilidades como cuáles? ¿Sanar heridas?

—Por ejemplo, sí. El potencial de cada uno es único y personal.

—¿Qué estudia Gus allá?

—Alquimia.

—¡Alquimia! ¡Guau! Tenía entendido que su habilidad era la telequinesis.

—La telequinesis es solo el primer paso en la manipulación de la materia, más tarde aprenderá a manejarla a nivel atómico y transmutarla.

—¿Cómo hizo Gus para entrar en esa escuela? Parece bastante exclusiva.

—Mi padre lo recomendó. Augusto es su ahijado.

—¡Ahijado del Señor de la Luz! ¡Vaya! Y yo que pensé que mi familia estaba bien conectada. ¿Y tú? ¿También estudias en esa escuela?

—Ya no, también me echaron.

—¿Por qué?

—Según Alaris, porque la escuela estaba limitando mi potencial en vez de desarrollarlo. Pero creo que básicamente fue porque ponía en vergüenza a los maestros y tenían miedo de mi poder.

—No los culpo— dijo Liam.

—Yo tampoco. Mi fase empática me ha ayudado a comprenderlos un poco.

—Estoy pensando… ese mensaje que le diste a Augusto… Si con todas las virtudes que tiene, consideraste que era un retrasado mental… bueno, no quiero imaginar lo que debes pensar de mí.

—Augusto es una persona muy especial, él es el único por el que me he retractado de algo en la vida.

—Ya veo. ¿Y qué hay de mí?

—¿De verdad quieres saber lo que pienso de ti? Podría no gustarte.

—Adelante, quiero saberlo.

—Cuando entré en tu mente en el hotel, vi muchas cosas, entre ellas lo que le hiciste a papá y cómo él estaba sufriendo.

Liam tragó saliva:

—Entiendo— dijo—, piensas que soy un monstruo execrable, una porquería de persona, un torturador y un asesino. Pero quiero que sepas que me arrepiento profundamente de todo lo que le hice a tu papá, y espero que algún día puedas perdonarme.

—No, no es eso lo que pienso de ti. Lo que pasó entre tú y mi padre es cuestión de ustedes, y debes arreglarlo con él, no conmigo. Si lo que buscas es perdón, creo que él ya te perdonó. El perdón siempre ha estado en su naturaleza pues en el fondo entiende que cada situación que creamos en la vida es nuestra propia responsabilidad, por lo tanto perdonarte a ti es perdonarse a sí mismo. No es la primera vez que entrega su poder a otros y juega el rol de víctima. Jugar ese rol es peligroso, pues siempre atraes a tu victimario, en este caso, tú.




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