Año 9.582 N. E.
Se escuchaba una respiración agitada, tomaba bocanadas de aire intentando respirar mejor, tenía golpes en los brazos producto de las manos que intentaron tomarla a la fuerza; pero había logrado salir de allí, su mentor la había ayudado a escapar.
"¿Que habrá pasado con Miachyv? ¿Estará bien?" pensó Alice preocupada por su mentor.
No sabía nada de su madre ni de su hermano menor, pero tenía la fe y la convicción de que estaban bien ya que ella misma los había ocultado en un lugar secreto. Se sentó un momento para recuperar el aliento ya que había dejado a los soldados muy atrás. De repente escuchó el rugido de voces que llamaban su nombre, eran los soldados que seguían buscándola.
Alice se levantó rápidamente y comenzó a correr lo más rápido que pudo a pesar de tener miedo, tenía que hacer algo para escapar de ellos. A lo lejos vio una choza oculta bajo una espesa maleza de hojas y troncos, Alice vio que era un buen escondite y que nadie la buscaría allí. Al llegar a la choza, abrió la puerta con mucho sigilo, tratando de hacer el mínimo ruido posible y trató de ocultarse debajo de las escaleras; sin darse cuenta, algo la golpeó en la cabeza dejándola inconsciente.
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- ¿Tenemos que ir? ¡Papi! No tengo ganas, eso será muy aburrido - Dijo Alice con su frente de niña arrugada y un tono de fastidio.
- Si Alice, debemos ir a la cena, nuestro líder vendrá a conversar con el consejo del pueblo. Es de suma importancia que estemos allí ¿Lo entiendes? - Dijo Catel a su hija, con un tono autoritario.
Catel Monërhalth era un hombre sumamente estricto con sus hijos, era temido en el pueblo por su imponente y tosca forma de ser, ya que no dejaba que nadie abusara de él; en muchas ocasiones de ''justicia propia'' el había tenido citaciones del Consejo por situaciones que se habían presentado a raíz de su intervención donde les proporcionaba la lección requerida a los que osaban faltarle el respeto, aunque de una manera un poco más ortodoxa y ruda.
- Que aburrido papi, a mi no me gusta ir a esos lugares, las personas hablan muy raro y se visten muy feo, algunos hasta huelen muy mal. Además no tengo con quien jugar ¿Con quién voy a jugar allá? - Refutó Alice a su padre una vez más - ¿Jugarás tú conmigo?
- El hijo de nuestro líder vendrá, podrás conocerlo y también habrán otros niños allí, y en caso de que no sea así, sabes muy bien que no te dejaré aquí sola, solo tienes ocho años, no tienes con quien quedarte porque todos estaremos allá - Respondió Catel, con un tono más elevado.
Alice sabía que estaba de más seguir con la discusión, su padre no cedería a su pedido. Tomó su vestido y sus zapatos y poniendo en práctica lo que sus padres le habían enseñado comenzó a vestirse para la ceremonia. Refunfuñando entre dientes ideaba la manera de hacer cualquier cosa para divertirse mientras sus padres estaban hablando con personas que ella consideraba aburridas.
- ¡Uy! - Musitaba Alice mientras se colocaba los calcetines - Espero que no me toque saludar a la señora gorda que esta siempre con el señor calvo, huele muy mal y tiene una boca muy grande. -
- Ese señor calvo es el Primer Ministro de Kwango, una importante alianza se puede dar si los logramos convencer de que ellos nos vean como potencial de apoyo ante la difícil situación que hay - Dijo su padre que la veía desde la puerta sin que ella se diera cuenta haciendo que se sobresaltara y casi cayera al piso por no tener el calcetín bien puesto - y la señora de la que hablas es su secretaria de gobierno, una persona muy influyente que nos puede ayudar. Personas que debemos tener a nuestro lado si queremos demostrar de que somos capaces; así que necesito que te comportes y que demuestres ser una niña buena y educada porque de esto dependen muchas cosas. -
- Pero papa, debes admitir que esa señora huele muy mal - Replicó su hija con un tono burlón, pero aun, así como una cara de asco que le hacía recordar el olor a queso añejo con aceitunas que tenían las ropas de aquella vieja y regordeta mujer en las cenas anteriores.
A pesar de mantener la compostura, a su padre se le salió una ligera risotada la cual ella notó. Sin embargo el trató de disimular tal risa con una mirada que ya no engañaba a nadie.
- ¡Te reíste! - Chilló la pequeña Alice cuando se dio cuenta de la ligera mueca que hizo su padre - Tu también sabes lo mal que huele. -
- Está bien, lo asumo - Dijo su padre riendo, ella era la única que lo podía hacer reír a pesar de ser tan estricto y rudo en la crianza de sus hijos - Si huele un poco mal... Es su perfume. -
- Que horrible huele ¿Acaso nadie le ha dicho lo mal que huele con ese perfume? - preguntó Alice.
- Todo el mundo la respeta hija, por eso nadie emite ningún comentario. Solo necesito que te comportes lo mejor posible, es importante que demuestres ser mi hija el día de hoy. - respondió Catel.
Su hija ponía una cara pensativa fingiendo que estaba tomando serias decisiones sobre el futuro de su noche y la de su padre.
- Está bien... Seremos razonables - Decía usando el mismo tono de voz de su padre - Yo prometo comportarme si y solo si, estás dispuesto a que no me dejen sentarme con esa señora gorda y fea. No quiero oler su perfume por más tiempo - puso una mueca de desagrado. Eso si fue lo único que hablaba en serio.
- De acuerdo. No competiré ni peleare. Tendrás tú puesto al lado del mío, no se diga más. Pero necesito que te comportes. Promételo. - respondió Catel con una sonrisa en su rostro.
- Lo prometo - Dijo Alice. Acto seguido esta le besó la mejilla a su padre mientras le dijo ''trataré'' y ambos se rieron. Su padre la ayudó a terminarse de vestir y salieron juntos a la pomposa reunión.
Al llegar a la fiesta, Alice inmediatamente reconoció a mucha gente, su vista no fue nada anormal en relación a lo que veía. Las mismas caras, los mismos gestos, y las mismas palabras raras, no tuvo más remedio que quedarse sentada mientras su padre hablaba con las personas que allí se encontraban.
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Editado: 10.02.2024