Yak abrió el grifo del fregador para mojarse las manos y pasárselas por el cabello, en un intento de peinar su desordenado cabello, se le atoraban los dedos en rizos o mechones muy enredados, se pasó una peinilla y se quejó por el dolor de los jalones, a todo eso se sumaba el hecho de que iba tarde a una reunión, se puso bloqueador solar y salió apurado escaleras arriba— ¡Kidd! —gritó, abriendo todas las puertas en busca del niño, hasta que lo encontró en el balcón, con los brazos apoyados sobre la rejilla y los ojos plantados en las nubes, golpeó la puerta dos veces con sus nudillos y entró a la habitación, ojeando todo.
—Yak —pronunció Kidd, el nombrado se mordió los labios esperando algún comentario negativo—, abotona tu camisa, vas a trabajar no a vacacionar —dijo con un tono espeluznante, haciendo muecas y gestos graciosos, Yak se carcajeó y empezó a abrochar los botones de su camisa, sentado en la mecedora. Fue el reflejo en el cristal el que delató al Tepes mayor, los guantes le complicaban meter los botones a través de la tela.
—¡Vamos, sal! —El niño jaloneo al mayor de un brazo, echándolo de la habitación— Vas tarde, ¿no te da pena? Tú que siempre dices "li pintiilidid is impirtinti"—le reprochó, haciéndole mala cara y señalando las escaleras.
—Me hieres... —Yak se llevó la mano al corazón y se fue cabizbajo— ¡Volveré tarde, puedes ir con tu amigo, yo pasaré a buscarte! —exclamó, bajando la escalera a paso lento como si estuviera herido de gravedad, Kidd soltó una risa muy torpe y se devolvió al balcón, así vería a su hermano mayor salir, oh, el balcón daba una vista a todo el bosque, lleno de árboles altos, arbustos y riachuelos escondidos, si miraba a la derecha, por el rabillo del ojo se apreciaba la carretera.
Kidd abrió el closet pegado a la cama y rebuscó en las cajas polvorientas, con las pertenencias que guardaron, pasó la mano por el fondo de la caja, tratando de alcanzar algo aplastado por el peso de los objetos, lo agarró y lo sacó, un libro púrpura con inscripciones doradas, eran arboles torcidos en espiral alrededor del título "La Guillotina", lo limpió con sus pulgares y bajó a la primera planta, forzó la cerradura de la última puerta y entró a la habitación de Pomelie, tomó una bocanada de aire y exploró con la mirada, Kidd sentía cierta culpabilidad, haber forzado por años la cerradura y seguir viendo las cosas de su madre a espaldas de su hermano, sin embargo, una vez daba unos pasos, se perdía todo eso y en él crecía algo más, emergía un recuerdo.
Fue una de las pocas veces en que el niño podía verla con una expresión natural, serena y cercana, la mujer no tensaba la mandíbula ni bajaba las cejas en desaprobación, en cambio se veía divertida y muy activa. Kidd temía porque ella lo llevaba casi arrastrando por un parque, se calmó cuando vio los columpios y apresuró el paso, ya no lo arrastraban. De pronto no sintió más la mano de su madre, se dio cuenta de ello cuando tomó con ambas manos la cadena que mantenía el columpio pegado al tubo de metal en la parte superior, el niño miró a todas partes, aferrándose al columpio y juntando sus pies, las personas pasaban por la acera a varios metros de distancia, no notaban la situación de Kidd, él era demasiado cohibido para acercarse a los demás y demasiado pequeño como para desobedecer el "No hables con extraños".
Solo logró pronunciar un "Mami", que se siguió repitiendo esporádicamente, cuando Kidd se ponía nervioso, sus cejas temblaban, no era algo que él controlara, no lloró porque no pasó por su cabeza que lo abandonaron, pero sí temió haberse alejado mucho o haber enojado a su madre. "Mami" repitió, pero esa vez en un grito. Una persona mayor se acercó para tirar la basura en el cesto junto al árbol frente a los columpios, Kidd se asustó y se echó para atrás, soltando en seco las cadenas del columpio y yéndose para las sillas de cemento a un lado de la acera del parque, hizo un sonido por lo bajo, con la mano debajo de la manga de su abrigo, un intento inconsciente por protegerse.
Pasó mucho en los momentos que Pomelie se alejó para ir a comprar un globo, se demoró discutiendo con el señor que los vendía, eran globos especiales y costaban un poco más, ella insistió en que le descontaran, le rogó al señor y le explicó "Déjeme hacer algo bien por él, no lo haga por mí, hágalo por él", el hombre refunfuñó entregando el globo y caja de fósforos a mano de Pomelie, ella le agradeció cabizbaja y se fue para con su hijo menor.
Era algo en la mirada de Kidd, que revolvía los interiores de la mente de Pomelie, sus ojos pintados de violeta y con ese resplandor característico, él tenía la costumbre de mantener la vista en los ojos de las personas, eso ponía a todos incómodos, en Pomelie era algo diferente, ella sentía que sus ojos succionaban su ser, eran una clase de abismo, eran ideas suyas... tal vez. Su hijo tropezó y ella lo levantó, él era considerablemente pequeño en comparación a ella, de porte imponente y serio.