"Si no haces tú, los pequeños trabajos, pequeño trabajador, ¿quién moverá el mundo?" P.H.
Yak apegó la almohada a su abdomen y enrolló sus brazos alrededor, aún con su uniforme puesto decidió tomar una siesta, el asiento de copiloto se lo reservó Pio y la conductora, era Tanya. La madrugada los recibió sin neblina, una bienvenida, para el auto y los tres chicos, además del bebé en brazos de Pio.
—¿Qué le pasó? —Indagó Pio, haciendo referencia a Yak, Tanya centró su mirada en el retrovisor, supo exactamente de qué se trataba, no era algo que todos supieran, no todos lo notaban, ese algo en la espalda de Yak.
—Es su religión —expresó la chica, volviendo la mirada a la carretera. El bebé en brazos de Pio se retorció, él lo meció despacio pese a los brincos del auto al pasar por los baches. La religión no era suficiente explicación, se sintió más generosa que de costumbre, la castaña amaba hablar de Yak—Te parecerá tonto, pero la religión de Yak promueve el nomadismo.
—Como... ¿Intermedio? —sugirió el muchacho, inclinándose a ella, atento, hace tantos años que no escuchaba la palabra nómada, le recordaba a su familia y el lugar en que nació.
—Es algo más, es como, conectar con la tierra —dijo y acompañó sus palabras con un desdén de su mano izquierda, era difícil para ella decir, a menos que se uniera, no sabría con detalle de qué se trataba, lo básico que le contó Yak, años atrás, cuando aún se frecuentaban, en Balsa, frecuentar era sinónimo de cortejar, rondar, merodear y variaciones.
Pio apretó los cachetes de su hijo, Mu, con una sonrisa juguetona, Tanya suspiró y él le volvió a prestar atención—Brujas —mencionó.
—Algo parecido, nunca he conocido a una bruja, formalmente, no quisiera hablar de ello, ya que desconozco el tema. Bueno, vuelvo a la historia, si te parece.
Pio se encogió de hombros—Me parece, síguele tú —dijo y se acomodó en su asiento y apretujó al bebito contra su pecho y mejilla—Tan lindito, mi bebecito.
—Te lo contaré si te callas, así dejas a Yak dormir —espetó.
» ...La hermana menor de Yak estaba enferma, siempre estaba enferma, él se sentía culpable, porque su religión no les permitía ingerir fármacos, debido a eso, él aprendió a preparar remedios naturales sencillos, simples, él tenía aproximadamente unos nueve años.
—¿Qué tipo de enfermedad? — El chico se arropó con una cobija con estampado de elefantes, cortesía del baby shower que su padre organizó meses atrás, la mayoría de los regalos eran para su hijo, y los llevaba siempre en un maletín naranja.
—Autoinmune.
» La cicatriz... permitió que se la hicieran, es un ritual, no tengo idea de los procedimientos, aparte, pasó hace años, no recuerdo con exactitud los detalles de todo. En fin, él tomó su decisión a una edad que ellos consideran prematura, pero lo hizo por ella y ellos, su iglesia pues, creyeron que fue un acto atrevido y valiente.
La castaña le echó una ojeada a su mejor amigo, quien dormía apacible junto a la almohada, cada poro en el cuerpo de Yak contenía un secreto, que ocultaba con su aura controlada y amable, no le prestó más atención y tomó una calle paralela a las montañas, ahí la oscuridad arropaba a todos los autos, una fila colorida separada por unos cuantos metros.
—Pero, ¿qué significa? —Pio seguía sin entender.
—Simboliza el agua, por medio del dolor, acepta lo que es y en lo que se convertirá, esas son las palabras exactas, Pio. Yak eligió el camino del agua, que viene y va, así las bendiciones rodearían a su hermana, gracias a su decisión, y con ayuda del lago. —Aclaró la garganta tras darle un sorbo a su vaso con agua, señaló las montañas empinadas—Similar a la ley de la atracción, ¿la conoces?
Asintió y no volvió a abrir la boca, se centró en su hijo y los paisajes que se le presentaban, las montañas y nubes, los animales separados por un cercado, las cascadas en la lejanía, las aves cruzando un cielo de celajes místicos. Fue repentino, pasar tiempo con sus antiguos amigos, que ahora cuidarían a su hijo, no como parte del trato, Yak se ofreció porque quería, le fascinó la idea de poder ayudar a un viejo amigo.
Pasaron debajo de un arco que indicaba que salían de los alrededores de la capital de Balsa, entraban entonces a otro "Intermedio", tierra de nadie. Tanya giró el timón a la derecha, tomando la calle de asfalto, tanto ella como Pio se sintieron en el cielo, ya no más rocas y baches, era un camino plano y relajante, casi se derritió en su lugar, era increíble poder recorrer las buenas calles en Balsa, dieron la vuelta entera para llegar al otro extremo del lago, era un viaje largo porque no había atajos ni una carretera, por los árboles, se imposibilitaba ver la casa de los Tepes, pero se apreciaba muy arriba, por sobre las montañas, un puente que llevaba a la ciudad más importante, paralelo al puente, la entrada a División.