—¿Qué están haciendo? —Kidd arrugó la nariz cuando el flash inundó su visión, al otro extremo de la habitación, su hermano y su amiga se tomaban fotos, Pio se encogió de hombros y siguió dándole de comer a Mu, no prestó atención a las expresiones asqueadas del chiquillo, las personas se tomaban fotos, nada inusual.
Cuando Kidd hizo un desdén y se exilió a una de las habitaciones en el apartamento de Tanya, la coartada de ambos ya no fue requerida. Siguieron viendo la pantalla y haciendo carantoñas, no obstante, charlaban en secreto, el ruido de la televisión embobó a Pio y a su hijo.
—Los Tepes no somos de División, el nombre en el registro no era el de mamá, Tan, no quiero sacar conclusiones. De todas formas. Iré al hospital mañana, ¿vendrás conmigo? —Se llevó una galleta a la boca y esperó a que la castaña respondiera. Tanya se acomodó en su lugar, una de las orillas del sofá y dio un sorbo a su té, sus padres la visitarían el día siguiente, temió no poder acompañar a su mejor amigo.
—No puedo, Yak, mañana tengo que hacer algo muy importante —expuso con gran pena, con un volumen bajo y sus ojos entreabiertos, cansada, aún habiendo dormido horas antes. Síntoma de su decepción, Yak jugueteó con los tirantes de su pantalón, se las ingenió para levantarse en un solo intento, se abrió de manos con un "No hay de otra" tallado en el rostro.
—Hola, Kidd —Se sentó en el sofá frente a la cama, se encorvó para no chocar su cabeza con la televisión, el niño apagó la pantalla de su celular y le preguntó directamente si algo sucedía—¿Debe pasar algo para que yo tenga una conversación con mi hermanito? —Bromeó, Kidd no cambió su semblante, él tenía razón, algo sucedía—¿Hay algo que quieras para tu cumpleaños?
—No lo sé, Yak.
Yak tomó uno de los libros que reposaban en la ornamentada mesita de noche, al abrirlos se topó con el nombre de su hermano y algunas páginas garabateadas—¿Escuela? —dijo, y Kidd se levantó para arrebatarle el libro, asintió y se regresó a su lugar, con la espalda contra el respaldar de la cama. Yak bajó la cabeza y pretendió estar pensando, lo estaba, mas su pensamiento no era positivo, vislumbró los moretones en el brazo de su hermano, el niño olvidó el hecho de que llevaba los brazos descubiertos, no usaba su típico poncho, haori o cárdigan, rascó su cabeza y suspiró.
Se le erizó la piel al niño, cuando al apoyar los codos en la cama se dio cuenta de sus brazos—El cuarto de tu novia es muy infantil —escupió sin consideración, cambiando el tema. Yak ignoró el término que Kidd asoció con la chica, se levantó y le explicó qué era cada objeto en la habitación, le mostró que las lámparas eran neón, las calcomanías eran marcas de helado que ambos comieron cuando eran pequeño, y que por eso, la chica las imprimió y pegó mucho tiempo atrás. Su escritorio era desordenado a causa de su último examen, y a Kidd no le interesaba realmente. Ver la habitación de otra persona era extraño, se sentía cómodo; no estaba sucio y las paredes eran lisas y de color blanco, las sabanas no tenían agujeros, la ventana era corrediza. Lo que más le gustó, fueron los sillones redondos, le recordaban a su mejor amigo, Josh.
Con su boca imitó un pez, mientras pensaba en lo aburrido que era estar en la casa de alguien más, se retiró dejando a Yak con la palabra en la boca, lo ignoró por completo, fue hasta la sala de estar para decirle a Tanya que le regalara su sillón.
—¿Me lo regalas? —repitió.
—Si le regalas tu sillón, yo quiero tu tocadiscos, lo voy a empeñar —exclamó orgulloso Pio desde el comedor.
—Tus estanterías son raras —Kidd dejó caer el papel maché de Tanya y esta dejó escapar un chillido de pánico, corrió a recoger su proyecto y lo tiró al cesto de basura, se cruzó de brazos en el pasillo.
—Te regalaré mi sillón, para así tener una excusa para cambiarlo —mencionó poniendo su dedo en la frente del niño, luego señaló a Pio— A ti no te voy a dar nada. —Pio se ofendió, en su cabeza no había una explicación sana para el trato que la chica tenía con él, ella lo odiaba, cada vez que se topaban, eran dos tiranías, él no tanto una tiranía, ella era más tiranía que él, para él, sus ojos reflejaban el infierno y su sonrisa los pecados, batió la cabeza y volvió a mirar a su bebé, quien dormía sin decoro sobre la mesa—Pio, estoy segura que los be—Él la señaló y negó, con un chasquido repetitivo—Pio.
—No, no, no. Tú no puedes opinar, ¿tienes hijos, Tanya? —Ella entreabrió los labios, y él volvió a negar con el dedo—No opines lo que haga con mi hijo, por favor. Tú no sabes lo difícil que es ser padre soltero —Pio se llevó la mano a la frente y suspiró, colérico, dramático, Kidd arrugó la nariz y se fue a buscar su sillón.
—Hay una brecha entre ser padre soltero y hacer que tu hijo duerma en una mesa, dura y fría. —recalcó ella, pero presintió que debía aclarar su punto de vista y sentimientos—Y no, Pio, no tengo ningún problema contigo y desconozco las dificultades que tengas, yo solo digo que los bebés no duermen en mesas, ¿entiendes?
—No. ¿Fue el sándwicho, estás descontenta conmigo por el sándwicho? —dijo con desespero, mordiendo su uña.
Tanya no tenía tiempo para discutir tonterías, se excusó y se fue a la cocina para lavar los platos de la cena que tuvieron, incluyendo el vaso y plato de Pio. El jabón era jugo de limón con cáscaras de naranja, cortesía de Yak.
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Yak se aproximó a la recepción, era su primera vez en años entrando a un hospital, frío, con aroma a desinfectante, había restos de la anterior decoración por año nuevo. El ascensor estaba fuera de servicio, tuvo que subir las escaleras, consultaría su propio registro médico y mentiría para obtener otros más, Tanya no pudo acompañarlo, y creyó que era lo correcto, con las desilusiones que pasó, lo que él más necesitaba era tiempo a solas, para pensar.
Miedo, sintió miedo cuando nuevamente, otro sobre rozó sus manos, agradeció al director del establecimiento y leyó los papeles ahí mismo, bajo su supervisión: Yak Tepes.